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Laudatio del historiador Miguel Ors sobre María Ángeles Sánchez, Hija Predilecta de Elche (2022)

Enviado por José Filiu Casado el
Datos de la imagen
Fecha
25 de febrero de 2022
Lugar
Salón de Plenos - Ayuntamiento de Elche (03202)
Colección/Fuente
Ayuntamiento de Elche

A Maria Ángeles Sánchez, hija predilecta de Elche (25 de febrero de 2022)

Miguel Ors Montenegro

Señor alcalde, miembros de la Corporación municipal, autoridades, señoras y señores:

Para mí es un honor y un placer participar en el nombramiento de la periodista María Ángeles Sánchez Gómez como hija predilecta de Elche, el mejor homenaje que esta ciudad puede rendir a cualquiera de sus naturales y, en este caso y por primera vez en nuestra Historia, a una ilicitana. Comparto además este privilegio con un amigo querido, el periodista Gaspar Maciá, medio siglo después de que nos conociéramos como estudiantes de bachillerato en el Instituto de la Asunción. Gaspar y yo volvimos a coincidir en la Universidad Autónoma de Barcelona y hasta trabajamos juntos en el diario La Verdad -yo un par de meses y él 40 años-. Gaspar y yo hemos firmado un pacto secreto: él se encargará de la obra periodística de María Ángeles y yo de su vida y milagros. A ser posible, con la mayor formalidad, como si fuéramos Simon and Garfunkel.

María Ángeles nació en 1952 y como en España hay que llevar mucho cuidado con el año en el que se nace, se puede decir que tuvo la suerte de los españoles que vinimos al mundo en la década de los cincuenta: Franco se murió cuando nos empezaba ya a molestar muy seriamente.  El pueblo en el que María Ángeles creció se limitó prácticamente a su casa, a la fábrica de zapatos contigua de su padre y al magnífico huerto ocupado por el colegio de las Jesuitinas en el que estudió hasta sus 17 años. Al Raval fue, pero ya de mayor. Y como a mí me encantan las biografías y la cátedra Pedro Ibarra en la que trabajo es algo así como la portería de nuestra ciudad, en la que se da razón y todo tipo de detalles de buena parte de su vecindario, así de los vivos como de los muertos, me gustaría mencionar a algunas personas, fundamentales en la vida de María Ángeles, la xiqueta de Miguel y de Angelita, porque tienen bastante responsabilidad con el nombramiento que hoy celebramos.

Entre sus antecedentes familiares, hay que empezar por los abuelos Paco Sánchez Orts y María Ferrández Díaz. Paco trabajó, como sobrino carnal que era de Juan Orts Miralles, primero en la empresa de su tío como responsable de la sección de mujeres -hasta 160 llegó a tener como encargado de la fábrica-. Cuando Juan Orts Miralles se convirtió en el primer millonario de Elche y tanto dinero ganó que cerró su fábrica -las alpargatas y la Primera Guerra Mundial tuvieron la culpa-, Paco y María se convirtieron desde 1919 en los guardeses del Huerto del Cura comprado por 20.000 pesetas a repartir entre los 20 sobrinos del capellán Castaño. Allí vivió el matrimonio junto a sus cinco hijos. El abuelo recordaba perfectamente la visita de Alfonso XIII en 1905 o las posteriores de Eduardo Dato, los hermanos Álvarez Quintero, Margarita Xirgu, Federico García Sanchiz -del que se hizo amigo- y tantos y tantos otros que por el Huerto del Cura pasaron. Incluso hasta un entonces desconocido Julio Cortázar, como consta en los libros de firmas. El abuelo se enamoró de aquel huerto y de su Palmera Imperial a la que protegió durante la guerra hasta jugarse su vida por ella. En sus últimos años de vida, prácticamente ciego, no dejó de regar el huerto y la Palmera Imperial se convirtió en su capilla fúnebre cuando murió. María Ángeles recuerda a su abuelo que le daba cada domingo un billete lo más nuevo posible de cinco pesetas y, para tranquilidad de la nieta, le decía que tenía una fábrica de hacer billetes. La abuela María siempre con moño y de riguroso luto, regalaba abrazos, mientras María Ángeles crecía y su abuela se iba haciendo cada vez más pequeñita. También hay que recordar a la otra abuela, Angelita, la abuela madrileña, como un ser profundamente bondadoso, tal y como la recuerda María Ángeles, leyendo el ABC en su mesa camilla.

La historia de su padre, Miguel Sánchez Ferrández, es la de un hombre hecho a sí mismo, que, como muchos ilicitanos de su tiempo, sólo pudo ir unos pocos días a la escuela. Empresario y fabricante de calzado desde los 23 años, el golpe de estado del 18 de julio de 1936 le sorprendió en Sevilla vendiendo zapatos. Tuvo que coger un barco, llegar a Francia y volver como pudo a su casa, donde le esperaba su primera mujer, María, y su hijo primogénito, Paco. Fue movilizado como soldado de la República y terminó la contienda en el palacio de Altamira, como un preso político más, entre los 2.000 que tuvo Elche a partir de 1939. En la posguerra siguió fabricando y vendiendo zapatos y llegó a crear su propia marca, Fersan, con sus apellidos revueltos.  La fábrica fue el lugar de los bautizos, comuniones y festejos varios de la familia, hasta el punto de que uno de sus hijos, fue apadrinado por los obreros y obreras, con lo que se quedó sin padrinos con nombre y apellidos. Vino un segundo hijo, Vicente, y la muerte de su esposa en 1942. Tiempo después, en uno de sus viajes a Madrid, Miguel conoció a la que sería su segunda esposa, Angelita Gómez, hija de un propietario de una tienda de zapatos en Madrid, con la que se casaría en 1945. Como cualquier fabricante de zapatos de esta ciudad, tuvo épocas mejores y otras muy difíciles, pero siempre tuvo el orgullo de saber que sus cuatro hijos, supieron aprovechar el enorme esfuerzo que la familia hizo para que estudiaran: un ingeniero aeronáutico y economista, un abogado, un sacerdote y una periodista. El mayor, Paco, murió en 1963 a los 27 años con su esposa embarazada y fue un trauma, una hecatombe en palabras de María Ángeles, para todos ellos. Cuando estudiaba el Preu, su padre por las noches le decía que se fuera a dormir y que no estudiara más, que si hacía falta le pagaría otro curso. Tiempo después, cuando la fábrica comenzó a flaquear, le confesó que no podía pagarle sus estudios de Periodismo en Madrid. María Ángeles echó cuentas y vio que tenía 9.000 pesetas en la hucha para iniciar sus estudios. Su enorme vocación y los trabajos que fue encontrando fueron más que suficientes. Por eso, cuando Miguel supo de los primeros éxitos periodísticos de su hija, sobre todo con el primer premio de Periodismo Misterio de Elche que le fue concedido en diciembre de 1973, pudo decirle a su hija: “Tú eres todo lo que a mí me hubiera gustado ser”.

Su madre, Angelita, vino a Elche y sustituyó la Plaza Mayor de Madrid por nuestra Glorieta. Y vinieron dos hijos más, Miguel Ángel -el apadrinado por todos los trabajadores de la fábrica- y por fin, la primera niña, María Ángeles. Fue tan inteligente como buena madre al hacer suyos los cuatro hijos de Miguel, hasta el punto que la casa familiar tendría dos grandes retratos, uno junto al otro, de las dos esposas, María y Angelita. Como en tantas y tantas familias ilicitanas hubo en la práctica un bilingüismo curioso: el padre hablaba en valenciano con sus dos hijos mayores y en castellano con su mujer y sus dos hijos pequeños. Y cuando nació su niña, Miguel a punto estuvo de tirar cohetes, aunque al final fuera disuadido por su esposa, menos acostumbrada a la pirotecnia y por sentido de la justicia: “Si no has tirado cohetes por los nenes, no los vas a tirar por la nena”. Su madre les cuidó y, ya anciana, rezaba el rosario por el pasillo de la casa, como una manera más de procurar por su familia. Cuando su hija por fin pudo estudiar en Madrid, le repetía: “Por lo que más quieras, hija, no te metas en jaleos”, porque los primeros años setenta y en Madrid, en eso que ha venido en llamarse el tardofranquismo, otra cosa no, pero jaleos, todos los días.

Con dos años, María Ángeles se convirtió en alumna de las Jesuitinas, muy cerca de su casa, cumpliendo la condición indispensable que se exigía para el ingreso: no llevar pañales. Un colegio del que guarda un muy buen recuerdo y donde pasó buena parte de su infancia y adolescencia. Hizo de todo, desde ser capitana del equipo de baloncesto, congregante mariana, jefa de las montañeras de Santa María (con la madre prefecta al frente de las marchas), dio clases nocturnas a obreras -productoras en el glosario de la dictadura-, catequesis en el barrio de San Antón y, sobre todo, escribió sus diarios desde los 12 años. Contó con el apoyo incondicional de una monja, la madre prefecta y la prefe para María Angeles, la profesora de Historia del Arte María Teresa de la Vega, curiosamente con el mismo nombre de una profesora de Historia del colegio de la Asunción, el que estaba situado junto a Santa María, una mujer que encandiló a sus estudiantes de los años cuarenta y cincuenta. Aquella monja le ayudó a reforzar su temprana vocación como periodista. Hizo todo lo que pudo para que su alumna no dejara de ir a la Universidad, lo que no fue precisamente fácil. Sobre la universidad y la trayectoria como periodista es asunto que compete a Gaspar Maciá, pero sí quiero destacar el hecho de que se marchó a Madrid en 1970 y allí sigue, cincuenta años después. Como ella misma contó: “Nunca salí de Elche. Y Elche nunca salió de mí”. Especialmente, por el Palmeral y por La Festa. Por eso el gran Luis Carandell dijo en el prólogo de uno de los libros de María Ángeles que su aprecio por las fiestas de España había nacido de una fiesta especialmente singular como nuestra Festa.

Hoy, María Ángeles, es un día especialmente bonito para los tuyos, para tus hijos, nueras y nietos. Para Marcos, Carlos, Pablo, Raquel, Irene y Ausrine. A las nietas, Elena, Ana y Lulú os quiero decir que vuestra abuela, vuestra “abu” como le llamáis, es una señora muy importante, porque forma parte del mejor equipo humano de la historia de esta ciudad, junto a personas tan relevantes como el arquitecto Marceliano Coquillat y Llofriu, el sacerdote Joaquín Torres García, el historiador Pedro Ibarra y Ruiz, el ingeniero Ernesto Martínez Riviere, el profesor de literatura José Pascual Urbán, el empresario y protector de La Festa Alberto Asencio Gonzálvez, el buen empresario y alcalde José Ferrández Cruz, el empresario madridista y a la vez campechano Antonio Martínez Maciá “Pin”, el pintor Sixto Marco Marco, el científico Francisco Martínez Mojica y el periodista Vicente Verdú Maciá. Hay que trabajar mucho y con brillantez para formar parte de esta selección de ilicitanos ejemplares. Yo, por eso, cuando llamo a vuestra “abu” siempre empiezo de la misma manera: ¿Qué tal, predilecta?

Y, querida predilecta, permíteme terminar con una pequeña sorpresa. Como bien sabes, tenemos en la Universidad Miguel Hernández de Elche una facultad de Periodismo y un edificio, Atzavares, donde se imparten las clases. Las aulas tienen nombres tan bonitos como Rosa María Calaf, Rosa Montero, Forges o Ramón Lobo. Dentro de muy poco tiempo, daremos clase también en el aula María Ángeles Sánchez, porque, como tú misma escribías en el último número de la revista Festa d´Elx, te has dejado la piel ejerciendo el periodismo durante medio siglo y además has sido feliz, te lo has pasado en grande y has regalado a toda España una obra monumental. Las cátedras institucionales de nuestra Universidad, Misteri d´Elx, Dama d´Elx, Palmeral, Calzado, Gudie Lawaetz de cine y Pere Ibarra, todas ellas, por unanimidad, solicitamos y conseguimos que un aula de la Universidad en ese edificio de periodistas lleve tu nombre, así que te invitaremos muy pronto a que impartas una conferencia y, de paso, la inaugures. Así que, recibe, en nombre también de nuestra Universidad Miguel Hernández de Elche, nuestra más sincera enhorabuena.

Fotógrafo
José García Domene
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