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BARRO, SANGRE Y MUERTE: CRÓNICA AMARGA DEL RAVAL
Confieso que mi ánimo se compunge al recordar uno de los episodios más tristes de mi vida y de la historia reciente de nuestra ciudad. Cada vez que, por gestiones o por el mero, pausado y deleitoso, deambular de jubilado, transito por la plaza Mayor del Raval, me sacude un frío estremecimiento, y llenan mi mente imborrables recuerdos que acuden con impropia actualidad, luego de las casi seis décadas ya pasadas como si fuera ayer. Incluso, suelen empañarse mis ojos. Culpo al ambiente: quizá, el sol, el aire… pero, no. Es algo más íntimo y personal. Es la ocular respuesta a las sensaciones nerviosas que mi vista recibe de un pasado, nunca pasado.
En la década de los 50, contadas casas de Elche tenían agua corriente. Entonces, alrededor de las fuentes públicas, se reunían aguadores, amas de casa… y hasta llevaban las bestias de tiro a beber, en los abrevaderos contiguos, instalados al efecto en algunas. También, las plazas con fuente, tanto en Elche como en cualquier otra población, eran punto de reunión de vecinos y chiquillería en general. Tal ocurría en el barrio popular, humilde y obrero, del Raval ilicitano.
El sábado, 14 de mayo de 1955, hacia las 10 de la noche, se hundió la fuente de la plaza del Raval. Se hallaban reunidos allí un grupo de muchachos, deportistas amateurs, que formaban parte del equipo de futbol del barrio. El motivo de la reunión de aquel atardecer era recaudar entre todos algún aporte para mitigar las carencias económicas que padecía un componente del equipo que, por lesiones sufridas en un partido, no podía trabajar. La reunión y la colecta habían concluido. Ya solo quedaban alrededor de la fuente seis muchachos rezagados, con sus comentarios. De repente, tras un ruido ensordecedor, como procedente del mismo infierno, se abrió bajo sus pies un enorme socavón que se tragó tanto a ellos como a la fuente de hierro fundido alrededor de la que estaban. Todo el barrio pudo oír y percibir la sacudida. Y todo el barrio acudió, presto, al lugar del suceso y de inmediato se puso mano a la obra para rescatar a los muchachos que, ya se sabía, habían sido arrastrados en el hundimiento.
Seis muchachos cayeron al fangoso fondo de la fuente, de unos 15 metros de profundidad. Dos pudieron ser rescatados con vida y narrar, días después, aún convalecientes, desde el Hospital de Elche donde se encontraban, su terrible desgracia. Pero, cuatro de ellos, perderían la vida, encontrándose sus cadáveres con las señales de sus últimos sufrimientos. Tenían las uñas y puntas de los dedos rapadas hasta casi los huesos, en su intento de liberarse, arañando el informe montón de barro, cascotes y piedras que les condenaba. Desgraciadamente, no lo consiguieron.
El entierro de aquellos desdichados jóvenes tuvo lugar el martes siguiente. Fue, hasta hoy, la mayor manifestación de duelo jamás vivida por quien esto suscribe. Asistieron más de 30 mil personas, de una población que no superaba los 50 mil habitantes. Los féretros de los cuatro muchachos fueron llevados a hombros de sus amigos de equipo y compañeros de trabajo, con gran emotividad, hasta nuestro Cementerio Viejo, donde recibieron sepultura.
Luego, se dijo que había cedido “un refugio construido en tiempos de la Guerra”. Y desde entonces hasta hoy, cuando algún cronista se decide a meter la pluma en el tema, siempre aparece la frase “latiguillo” de que el accidente fue “como consecuencia de hundirse unos refugios construidos durante la Guerra Civil”. Claro, durante aquella Guerra, Elche permaneció leal a la Constitución, Estado y Gobierno legalmente constituido y a las autoridades golpistas que ocupaban el Ayuntamiento desde 1939, les era beneficioso achacar cualquier accidente a la época del Ayuntamiento republicano. Luego, la “originalidad y espíritu analítico" de algunos periodistas, cuyo nivel de investigación no pasa del simple gregarismo, copiándose unos a otros, hizo el resto. Total, que la cosa puede que quede “per secula” así: “la culpa fue, que se hundieron unos refugios construidos durante la Guerra Civil”.
Sin duda el Ayuntamiento republicano de Elche cometió errores, humanos como eran aquellos ediles. Aún así, ejemplo debería tomar la corrupta casta política que nos roba y desgobierna, respecto de la honorabilidad de aquellos políticos republicanos. Porque, la construcción de refugios para proteger al pueblo ilicitano la motivó el frecuente bombardeo de la aviación fascista (las odiadas “pavas”) italiana que, desde Mallorca, obedeciendo expresas órdenes del Cuartel General sedicioso de Burgos, atormentaba a todas las poblaciones de la ribera mediterránea española.
Llegados aquí, convencidos –suponemos- los lectores de la necesidad de los refugios para los dichos fines humanitarios, analicemos ahora los refugios del Raval.
Ciertamente, en Elche, se hicieron algunos refugios de nueva creación; el del paseo de "los Caídos" (actual, de Germaníes") fue uno de ellos. Con mucho sacrificio, pues los obreros los construían los domingos ¡sin cobrar! “Domingos rojos” se llamó a estos fines de semana. Y, además de no cobrar, varias obras fueron suspendidas, afectados los obreros de desnutrición, sobre todo, hacia el final de la contienda. Tampoco, los materiales abundaban. Por ejemplo, el cemento brillaba por su ausencia, dada la aventura que suponía traerlo de Barcelona, por los ataques de la aviación fascista y el corte por Vinaroz.
Los refugios de la plaza del Raval no fueron de nueva creación. Se aprovecharon unas galerías o cuevas preexistentes desde tiempos pretéritos, con accesos a la rambla, que utilizaba la chiquillería para sus escondites y juegos. Se optó por acondicionar estas cavidades, con lo que la mayor parte de la labor ya estaba hecha. Pero, por filtraciones, básicamente, de la fuente pública de la plaza del Raval, las lluvias (las calles no estaban asfaltadas), los pozos, pozos ciegos, cloacas y sumideros particulares de las casas, amén de otros múltiples desagües, habían convertido el subsuelo del barrio en arenas movedizas, y fue imposible continuar las obras.
El problema de “fangosidad” de los túneles del Raval debió ser de tal calado que el Ayuntamiento, en sesión del domingo, 19 de marzo de 1939, dejó registrado lo que sigue: “El Comité Local de Defensa Pasiva informa que en el refugio n. 6 con acceso a la plaza del Primero de Mayo existen grandes filtraciones de agua que perjudican la marcha de los trabajos y ponen en grave peligro de hundimiento (el subrayado y bastardilla es nuestro) la galería de acceso y la galería transversal que une el citado refugio con el n. 7 en el solar de la antigua iglesia de San Juan. Se solicita la construcción de una alcantarilla provisional desde la plaza del Primero de Mayo hasta el río Vinalopó por la calle del Lago, al ser las aguas sobrantes de las fuentes las que filtran el agua.”
No pudieron hacer más los políticos republicanos, pues tan solo una semana después tuvieron que abandonar el Ayuntamiento precipitadamente para salvar sus vidas –no todos- en el exilio, ante la ocupación inminente de Elche por las fuerzas… ¡¡italianas!!
Bien. Considerando lo dicho hasta el momento, nos encontramos con que 16 años y varios meses después de que las fuerzas de ocupación ¡italianas! hollaran nuestro Ayuntamiento, los asuntos relativos a la mejora urbanística, saneamiento, mobiliario público y otras cuestiones de capital interés para todo edil de un pueblo, en un país normal, quedaron arrumbados. Nada importó tanto a las nuevas autoridades locales, franquistas-falangistas-nazi-fascistas, como el acoso, persecución, represión y depuración ideológica de la sociedad ilicitana. Llegaron a obligar a la gente a que se parara, en posición militar de firme, y saludara brazo en alto, al estilo mussoliniano, cuando el infatigable muñeco Calendura daba las doce del mediodía. Se reedificaron los templos; quemados con antorchas esgrimidas, sí, por un populacho hastiado de hambre y misas, pero manipulado e instigado villanamente para la comisión de tal barbaridad por la canalla ultra-clerical local, beneficiaria en última instancia, como mártir, ante la opinión pública mundial, de estos salvajes actos. También, asignó nuevos nombres a las calles, al gusto del fascismo imperante, pero nada, o muy poco más, se hizo.
El Raval siguió más abandonado que nunca y las familias humildes acampando en inmundas chozas de la ladera de la rambla, en las propias bocas de los funestos refugios. “Casitas de papel” se llamó (qué sarcasmo) al infrahumano barrio resultante. Por ahí, andan las fotos, testimonio del lugar y la época. Tres largos lustros -16 años y varios meses-, tuvieron las autoridades franquistas para hacer el drenaje de la plaza del Raval, como ya les dejaran documentado los ediles fugitivos republicanos, y en esos 16 años y varios meses nada hicieron al respecto. Suponemos que cualquier analista imparcial, a la vista de lo expuesto, no vea causa efecto, entre el hundimiento de la plaza del Raval y los refugios. Por lo tanto, aquellas muertes y aquel hundimiento, hay que anotarlo en el debe y arrojarlos sobre la maldita joroba de los ediles franquistas que ocuparon el Ayuntamiento de Elche, el 30 de marzo de 1939. Porque a sabiendas y por desidia, no tomaron medidas. Por lo mismo acusamos de bellacos –una más, de un rosario de ellas, a lo largo de cuarenta años de “esplendor” fascista- a quienes endorsan este luctuoso hecho a los refugios y, de rondón, a la labor de los ediles republicanos. Que no los "hicieron", pero bien que intentaron repararlos y asegurarlos, para evitar la tregedia cuyo relato ahora nos ocupa.
Cabe señalar, que el pueblo ilicitano sí estuvo a la altura de las circunstancias, volcándose en la colecta que se hizo en favor de las familias de las víctimas, recaudando 178.000 pesetas, todo un capital para la época.
Más tarde, la Dirección General de Regiones Devastadas destinó 200.000 pesetas para la reparación del refugio de la plaza del Raval. ¡A buenas horas, mangas verdes!
A pesar de todo, los refugios de Elche siguieron abiertos y abandonados. En concreto, quien esto escribe, reconoce que el refugio del paseo de los Caídos era utilizado por la chiquillería del barrio y solo muchos meses después de esta tragedia se selló su entrada.
Ojalá mi alegato sirva para que nadie, nunca más, al referirse a estos hechos, emplee la frase hecha, el latiguillo oprobioso, de que “la culpa del hundimiento fue de unos refugios construidos durante la Guerra Civil”. No sé si estaré pidiendo la Luna, en un mundo y un país donde ética y dignidad son palabras exóticas y hasta mal sonantes.
No fue esta la única desgracia que padeció Elche aquella terrible semana, pues dos días antes, en la explosión de un comercio de la calle Alfonso XII, fallecieron dos trabajadores, que habría que añadir a los cuatro muchachos del Raval.
Quiero felicitar a Miguel Ors, cuyo libro “Elche, una ciudad en guerra” es básico para conocer este período, así como recordar al profesor Patricio Falcó, por su libro, de igual importancia, “ELCHE (1950-1999).
José Antonio Carrasco Pacheco (Elx, 9 de Octubre de 2013)
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Comentarios
Soy un ilicitano de
Mi tío fué uno de los que se
Hola, buenas tardes. Soy
Buenas tardes , soy una chica
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