Juan Rodenas Cerdá: "El cabriolé" (2020)

El cabriolé

El atalaje, que mi abuelo llamaba los aparejos, son las guarniciones con los que enganchaban a la yegua Estrella al cabriolé: el baste, que descansa sobre el lomo del animal, sujeto a él por la cincha; la tarria y los quijotes, para evitar deslizamientos; la culata y el pretal, que cuelga de la parte anterior del baste pasando por delante del pecho; el bridón y los francales, necesarios para afianzar la carga que se transporta, en este caso mi abuelo y yo, además de la retranca, la lomera y entre otros arreos, el collerón.
Hace ya mucho tiempo de aquello. Había olvidado los nombres pero recuerdo la mansedumbre del animal que consentía paciente, ritual tan largo, necesario para nuestra seguridad y la suya. Lamar animal de tiro a Estrella, la yegua ciega que un día suelta cayó por el cauce del río Vinalopó, no me perece adecuado. Son cosas antiguas, estas de las que hablo, pero quisiera que sepas algo del enganche. El cabriolé de mi abuelo era un carruaje de dos ruedas con capota y la limonera suspendida por correas, de dos muelles, fijos en las varas: un coche muy elegante, llamado Victoria, por una reina inglesa.
Mi abuelo me llevaba a medir un bancal, a comprar corderos, trigo o alfalfa que, colgados de una soga por el cuerpo, en sacos o en haces, se pesaban en la romana y como si yo fuera su ayudante me reclamaba para sacar los cuentas, que realizaba él, para que viera yo cómo las hacía. Hacía las cuentas con un lápiz en una pequeña libreta y después me preguntaba si era correcto.
La vida te lleva por mil caminos que muchas veces has de volver a comenzar, hasta que un día se detiene como hizo la de mi abuelo. Ahora, cuando tomo digoxina que él tomaba para el corazón y seguril porque se le hinchaban las piernas, como a mí me ocurre, lo reccuerdo y deseo haber llevando a mi nieto por un camino adecuado.
Barcelona, 5 de mayo de 2020.