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Con motivo de la inauguración en el Parque Municipal del monumento al payaso Fofó y con la actuación de Gaby, Miliki y Fofito.
Falcó, Patricio (1999), Elche (1950-1999). Ali i Truc, Elche, pág. 177.
(crónica de Rodriguez Martín para Información, 26 de octubre de 1976)
Ni los más viejos de la localidad...
DELIRIO, FIEBRE Y GENEROSIDAD EN EL HOMENAJE A "FOFÓ"
EL PARQUE MUNICIPAL, ARRASADO POR LA MULTITUD
Miles de familias se citaron en el Parque, produciéndose un pánico final inenarrable. Nunca ha podido nadie suponer el poder de convocatoria del nombre del fallecido Fofó. Increíble, delirante a veces, espeluznante otras. Nadie sabe, por culpa de las palmeras, de las macetas, cuántas miles de personas se metieron en el Parque Municipal.
Desde horas antes del acto de la inauguración del monumento a Fofó, caravanas de coches que, posteriormente, no encontraban aparcamiento, entraron en Elche, copando todos los alrededores del Parque, hasta el punto de que llegó a crearse una tremenda congestión de tráfico, salvada por la Policía Municipal que, en ese aspecto, se volcó materialmente. Pero el volumen de tráfico creció hasta cifras insospechadas. Miles y miles de familias se adentraron en el Parque Municipal, a la aventura y con ramos de flores en las manos de sus hijos para ofrecérselas a Alfonso Aragón. Lo que estaba ocurriendo rebasaba ampliamente los límites de lo infantil para convertirse en un hecho sociológico de primera magnitud.
Los primeros lugares junto a la estatua y al tinglado desde el que Gaby, Miliki y Fofito desmenuzaban las canciones infantiles que popularizó el idolatrado payaso fallecido, estaban copados. Y a través de los macizos de césped, de los rincones y de las palmeras, centenares de padres, con sus hijos en brazos, se abrían paso a codazos, con la única meta de que los pequeños vieran el monumento y la actuación de los payasos. Los altavoces no solo contribuían a paliar la necesidad de llegar hasta la primera fila, sino que aumentaban la avidez infantil por alcanzarla y ver en persona a sus tres ídolos que cantaban y cantaban incesantemente. Allí cayó el césped, las plantas, las ramas. Los niños subían a las palmeras, a los cristales del restaurante del parque, a los hombros de sus padres. Nunca se había producido un hecho similar en muchas décadas.
LA OFRENDA A FOFO
Un locutor de Radio Juventud, de Murcia, explicó la naturaleza del acto. Después, un alumno de Nuestra Señora de la Cabeza, Fernando Lord, hizo un ofrecimiento del homenaje a Fofó, en nombre de todos los niños ilicitanos, que terminó con un «Fofó no ha muerto. ¡Viva Fofó!».
A continuación, el alcalde accidental, Heliodoro Vidal, procedió a descubrir el monumento entre los enfervorizados aplausos de los miles de niños reunidos, mientras se soltaban palomas y globos. Era ya el delirio, acentuado por la cohetería, que produjo algunos momentos de pánico. La actuación de Gaby, Miliki y Fofito tranquilizó los ánimos de los pequeños, cuyas caras revelaban en aquel instante ternura, ilusión, fiebre, desquiciamiento comprensible, etc. La banda municipal había interpretado previamente el himno de Elche. Y una gran traca final, montada sobre las mismas cabezas de los miles de niños y padres, terminó con el orden, la cordura.
Cuando los tres payasos acudieron a la barra del parque para tomar un refresco, una debacle de minutos siguió, con adultos sin respeto ni orden intentando alcanzarles. Al mismo tiempo, un grupo de centenares de niños se acercaba a la estatua de Fofó para depositar sus flores, mientras miles de personas se desplazaban hacia la izquierda desde el cauce del río. Cuando ambos grupos se encontraron, Ángel de la Guardia impidió lo peor, ya que la presión existente de los dos grupos movilizó en aquel reducido rincón cerca del precipicio que forma la ladera del río, a sus espaldas. El pánico, el pavor, se desató. Los padres, conscientes del peligro, gritaban.
UN HECHO SOCIOLÓGICO
¿Qué salió mal? ¿Quién no tuvo previsiones? Nadie. No culparemos a nadie de que miles de niños de toda la provincia se concentraran ayer en el Parque. Muchos miles de ellos también no pudieron ver a sus ídolos. En un hecho sociológico como este, los fotógrafos pueden dar una idea exacta de sus dificultades entre el delirio.
Ayer todo Elche llevaba aún a flor de labios lo que había ocurrido en el Parque Municipal junto a la estatua de Alfonso Aragón. Una auténtica lección de sociología.
RODRÍGUEZ MARTÍN
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