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Vicente Amorós, Jesús

Enviado por Miguel Ors Mon… el
Datos biográficos
Fecha de nacimiento
30 de agosto de 1951
Lugar de nacimiento
La Marina, Elche
Profesión
Economista

VICENTE AMORÓS, Jesús (La Marina 30-VIII-1951)

Entrevista de Miguel Ors Montenegro, 23 de junio de 2022.

            "Mi madre, Concepción Amorós Amorós, era de La Marina. Mi padre, Jesús Vicente Irles, herrero de profesión, nació en el Raval, aunque su madre procedía de una partida rural. La familia de mi padre se fue a La Marina porque como herreros en el Raval no había futuro, mientras en La Marina había carros para reparar. Ambos se vinieron a Elche recién casados porque ya había nacido yo, tenía dos años. Somos dos hermanos, mi hermano Antonio es más pequeño que yo dos años.

Tras dos años, nos trasladamos a una casa cerca de la zona de Hogar Jardín, a la casa de una tía de mi madre. Después, mi padre y mi madre, gracias a la aportación de dinero de mi abuelo materno que vendió un terreno, se compraron una casa en Carrús, en la calle Olegario Domarco Seller. Así que me crié en Carrús. De hecho, un día vi al futbolista Lico y me dijo “este era uno de los que nos quitaban las piedras de un campo de fútbol que había junto al cine España”, un cine de verano. Cuando los chiquillos habíamos quitado las piedras, llegaban los mayores y se ponían a jugar al fútbol. Entre ellos estaba Lico, El Minero y unos cuantos más.

Mi padre fue un hombre adaptado a las circunstancias. Empezó de herrero en el taller de mi abuelo, en la mili se hizo el carné de conducir y después, cuando vino aquí, trabajó en transportes con Pérez Agulló, que era una empresa que transportaba género a Andalucía, a Sevilla concretamente. Antes estuvo en la línea de autobuses de Guardamar a Elche, y creo que también estuvo con los de Algudeco, trabajó para ellos poco tiempo. Después, como era un hombre con iniciativa, montó un taller en la Avenida de Alicante por donde estaba el supermercado Manolets, de reparación de camiones, básicamente, de la parte no mecánica, ballestas y cosas así. Y se asoció con Paco Mora y montaron un taller en la calle Espronceda, y otro taller junto a la gasolinera de Mora. Ahí estaba el taller de mi padre, Puertas Sancas, todavía habrá por ahí muchas puertas metálicas, donde después se hizo ahí un parking inmenso. Yo por eso tuve mucha relación con Paquito y José Luis Mora y ellos tenían la casa encima del taller. Y después del taller que tenían allí en la calle Espronceda, se pasaron a Baltasar Tristany, donde está el parking, y de ahí mi padre se emancipó junto con unos hermanos y puso el taller en Julio Sánchez Gómez, en frente del cementerio. De ahí, en la calle Julio Sánchez Gómez, hizo el taller en la carretera de Crevillente, que es ahora lo que tiene el almacén de Hiperber. Los herederos vendimos el inmueble porque ninguno se iba a dedicar al negocio de la reparación de camiones y vimos la opción de vender mejor que la continuidad. 

Mi madre fue ama de casa, y tenía la virtud que cuando mi padre no tenía dinero para la nómina, con el sueldo siempre había dinero, ahorraba. Era la característica de la familia de entonces. Es una cultura muy alemana: de lo que cobraba siempre guardaba un poco, su origen agrícola hacía que pensara en que la seguridad no estaba garantizada.

Mi primera escuela fue en Carrús y mis primeros maestros fueron un tal don Ramón. Recuerdo que nos miraba a ver si estábamos despiojados cuando entrábamos al colegio. Este colegio estaba cerca de lo que es ahora la Avenida de la Libertad. Yo nunca estuve en el instituto. A los 12 años me incorporé al taller de mi padre, por lo tanto, trabajar y, por la tarde, a estudiar a la Academia Mercantil. Allí hice el bachillerato elemental. En los últimos cursos íbamos a examinarnos de ingreso a Murcia, al instituto Alfonso El Sabio. Salíamos en un tren carbonero desde aquí, desde Elche a Murcia, hicimos el examen de ingreso y de vuelta. Tiempo después nos examinamos en el Instituto La Asunción, como alumnos libres, en el Parque Deportivo

Las academias eran la única manera de estudiar, porque el instituto público solo era para la élite, solo iban los que no tenían que trabajar. A las academias íbamos todos los que trabajábamos, aunque a los 12 años qué puede uno trabajar. Entonces empezamos lo que hacían todos como mecanografía. Hacíamos el bachillerato por libre con el director de la academia, Ginés López Moreno y sus hermanos Antonio y Diego. Antonio daba clases de inglés y Diego de francés. Y “achavo” el francés y el inglés que se estudiaba, pero era lo que había. En Elche hay mucha gente que ha pasado por la Academia Mercantil y por la Ripollés. La Mercantil cubría todo Carrús. Hemos pasado por don Gínés López miles y miles. Un hombre que tenía una autoridad total sobre los padres. La academia era privada, de pago. Además, había mucha gente que iba a pedir trabajo allí. 

Yo no hice el bachillerato superior, porque para qué. Empecé a estudiar peritaje mercantil, en la misma academia, por libre. Después, hice profesorado mercantil que era una carrera universitaria, por libre. Teníamos dificultades de aprendizaje y nos pasamos a la Academia Levante, que estaba en la calle Obispo Tormo. Renato Aquilino era el responsable. Ahí di clases de las asignaturas de Profesorado Mercantil, Análisis y primeras materias. Les dije a mis padres que quería seguir estudiando y mis padres me apoyaron. Me matriculé en la Escuela de Comercio de Alicante y ahí acabé la carrera. Estuve dos cursos porque tenía asignaturas por libre aprobadas en la academia. Acabé la carrera con 19 años, en 1971 y me convertí en Profesor Mercantil. De nuevo, les dije a mis padres que quería seguir estudiando y mis padres me dijeron que sí, pero que ellos no estaban en disposición de pagarme los estudios por lo que me tuve que buscar la vida. 

Me enteré que en la Universidad Autónoma de Madrid, a los profesores mercantiles se les hacía un examen de acceso a cuarto curso. Y me presenté al examen de los tres primeros cursos. Básicamente, el examen trataba de Macroeconomía. Para hacer aquel examen me fui a Madrid, estuve alojado en una residencia de curas, cerca de San Bernardo, que a las 10 de la noche se cerraba. Era muy barata, pero ni comíamos ni nada, pero lo que había que hacer se hacía. A las 10 de la noche se cerraba, salvo los veteranos, los muy veteranos, que podían llegar más tarde. Había mucha gente de Extremadura, de León o de Andalucía. 

Aprobé el examen de acceso a cuarto curso. Aquel examen se hizo cerca de Atocha, donde estaba el Instituto Oceanográfico. Me matriculé en la Universidad Autónoma, pero estaba muy lejos, estábamos aislados, cerca había un campo de artillería, donde de vez en cuando bombardeaban. Tuve que buscarme trabajo. Cuando me instalé, me fui a la Escuela de Comercio y allí había un tablón de anuncios de demanda de profesores mercantiles. Vi que una empresa necesitaba y me presenté. El responsable de administración de aquella empresa, Papelera de Hernani, una filial de una papelera vasca, era un tal Tormo, que era de Alcoy y me puse a trabajar allí. Iba de 8 de la mañana a 5 de la tarde. No me acuerdo lo que ganaba, pero sí que lo gastaba todo. Era joven y me gastaba el sueldo en comer y en vivir. Me fui cambiando de sitio para poder subsistir y fue tan duro que lo borré de mi mente. Iba vestido de traje y corbata a la oficina y a las 5 de la tarde acababa, cogía el metro hasta la Plaza Castilla y desde allí íbamos en autobús hasta la Universidad. 

Lo que más me impresionó es que cuando nosotros llegábamos, a las 17:45h o así, todos machacados, estaban los estudiantes de la Autónoma tomando el sol en el césped. Ellos cogían el autobús de vuelta, y nosotros empezábamos a las 6 de la tarde, porque las clases eran de 6 a 10 de la noche. Y a las 10 de la noche cogíamos el autobús.  Yo entonces  ya vivía en un piso, busqué un piso y gente con la cual convivir porque entonces no podía ser lo de tener que llegar a las 10 de la noche. Los fines de semana que uno acababa fundido de tanto trabajar y de la obligación de estudiar, tocaba desmadrarse. Madrid era una ciudad para desmadrarse cuando eres estudiante. 

Estudié dos años en la Universidad Autónoma de Madrid, cuarto y quinto, en la especialidad de Contabilidad. Yo siempre he tenido la suerte de que en la Escuela de Comercio éramos nueve alumnos en segundo y tercero y en la Autónoma, en el curso nocturno, éramos 11 ó 12. En ese curso que yo fui había muchos profesores mercantiles de León, de hecho, muchas de las figuras de las auditorías estaban allí, fueron a hacer la licenciatura allí. Entre otros, Soto que fue presidente de Arthur Andersen y mucha otra gente. Ramón Tamames no me dio clases, pero iba de vez en cuando, un comunista radical. La Autónoma, como casi todas las universidades, aunque era nueva, le quisieron dar un sentido elitista y buscar profesores contratados, había catalanes que venían a dar clase, pero se metió en la rueda administrativa de las universidades y fue una más. El parking estaba debajo de la autónoma, yo no iba al parking, pero los afortunados que llegaban en coche iban al parking y de ahí a clase. En el autobús íbamos 40 ó 50 personas, todos chicos y una chica. 

En Madrid estuve trabajando un tiempo, además de en la Papelera de Hernani, trabajé en Rolanca, una compañía de serigrafía que trabajaba para el Corte Inglés básicamente, casi en exclusiva, cuyo propietario era un hermano de Torcuato Fernández Miranda, un antiguo comandante del ejército nacional. Se llamaba Ignacio, y un tercero que era Florentino que era un español que se había venido de Chile, por el tema del presidente Allende, se vino a montar la empresa. Después también trabajé para un alemán que quería invertir en España. Así me ganaba la vida en Madrid. Todo esto en dos años. Esto me dio mucha experiencia, el estar solo para analizar y aprender y tomar decisiones.  

En septiembre de 1973, me licencié en la Autónoma de Madrid, no acabé en junio porque me suspendieron Investigación Operativa. Pero anteriormente, en abril o mayo, como yo no había hecho la mili, vi un anuncio de las Milicias Navales, al que no iba nadie, me apunté y me admitieron. Después me enteré que fue porque no había más candidatos. Fue en el Cuerpo de Intendencia de la Armada, sin competencia, pero tenía una condición: tenía que incorporarme en enero con la carrera acabada, pero al suspender fui a hablar en septiembre con el profesor a su casa. El profesor vivía en la Ciudad de los Periodistas, cerca de La Paz, y le conté el problema que tenía. Me dijo que me presentara en diciembre. Me presenté y tampoco aprobé. Le dije que perdía un año, y me dijo que si me aprobaba a mí tenía que aprobar a todo el curso y le dije que no me importaba. El hombre tuvo la delicadeza y me aprobó. La asignatura de Investigación Operativa en la Universidad Miguel Hernández la lleva a cabo un ingeniero, vicerrector que ahora lleva todo el tema de inteligencia artificial en la universidad, es lo que él hace: Optimización de los Sistemas. Hice la especialidad de Contabilidad y al final me aprobaron. 

Entones se realizaron las pruebas físicas y a mí se me pasó y fui a ver si me las podían hacer a mí y me dijeron que sí, porque no tenían gente. Ahí fue cuando me enteré que era daltónico, pero como estaba asignado al cuerpo de intendencia no pasaba nada. Cuando me admitieron, un 6 de enero de 1974, me marché a Marina, presenté los certificados y me dieron el vale para el tren, para ir a la Escuela Naval Militar, en Pontevedra. Ahí pasé dos meses de marinero aspirante y cuatro meses de alférez provisional de complemento de la Armada en el Cuerpo de Intendencia. Me pagaron un dinero que no me lo podía ni imaginar. De ahí pasé dos meses a Cartagena a hacer unos cursos en el Arsenal. Juré bandera el 16 de julio de 1974 y a casa. Después me incorporé a Cartagena donde hice un año de prácticas en la factoría de subsistencias y acabé en agosto. En la vida había ganado tanto dinero como allí. La estructura jerárquica de oficiales era un comandante, Pepe Lara, un capitán, Abelardo Gutiérrez de Lara, y el alférez de intendencia que era yo. Estuve un año, aunque me licencié 15 días antes, en agosto. 

Mi vida cambió cuando entré en la Escuela Naval, porque tenía un marinero que me cogía la bolsa, porque hasta ese momento era yo el que habitualmente cogía la bolsa. Y cuando iba al comedor, me servían la comida. Yo pensaba qué había hecho para merecer que un marinero me sirviera la comida en la Escuela Naval. Hasta ese momento y después, trabajaba sábados, domingos, cuando un cliente me lo pidiera. 

En este ínterin, en el transcurso de enero y febrero, cuando yo venía de Cartagena los fines de semana, vi a mi compañero y socio Pepe Pertusa paseando por la Glorieta. Nos preguntamos qué hacíamos y nos pusimos a hablar sobre el futuro. Ahí fue cuando creamos GESEM, en el año 1975. Inauguramos GESEM el 13 de agosto de 1975, en la Avenida del País Valenciano. El día de la Alborada pusimos la placa, con la foto representativa de unos muñecos, una fotografía en la que dos amigos se dan la mano y pusimos la placa. El nombre de GESEM es la abreviatura de Gabinete de Estudios Empresariales, porque queríamos llamarnos CEA, Consultores de Empresas y Auditoría, y cuando teníamos decidido el nombre, paseando por la calle vimos uno que se llamaba CEA y lo cambiamos. 

Buscamos un modelo diferente de empresa, porque entonces los servicios profesionales estaban basados en el tema de la fiscalidad y también en el de las famosas evaluaciones globales. El sistema fiscal estaba basado en que el gobierno necesitaba unos recursos y los pasaba a unos grupos económicos para que se repartieran lo que querían recoger, de ahí el Impuesto de Sociedades, IRPF no, pero los demás impuestos sí. Entonces cada asesor cogía un grupo económico y hacía un reparto, con una tabla de reparto. Por ejemplo, Carlos Ros tenía el del calzado. 

Cuando decidimos iniciar el despacho, como no teníamos otra cosa, nos dedicamos a hacer visitas a puerta fría. Pepe entonces trabajaba en la Asociación de Fabricantes del Calzado. Nos referenciaron unos clientes, a través de un profesor nuestro de la Escuela de Comercio que nos conocía y vio en nosotros personas con algún valor para poder desarrollar seriedad, formalidad y un cierto conocimiento que se puede tener uno cuando se incorpora al mercado de trabajo. Nos referenció un hermano suyo que era Roberto Poveda, que fue prácticamente nuestro primer cliente y el grupo de empresas relacionado con él, la empresa Prefabricados Euroflex. Otro cliente de puerta fría fue Antonio Vaello y su hermano. 

En este ínterin, cambiamos el despacho y nos fuimos a la calle Desamparados. Antes estaba en Avenida del País Valenciano, al lado de la tienda de la Gran Mariscada, donde estaba el puente de Altamira, en la esquina, que ahora hay una compañía de seguros. Primero estuvo la CAM, a continuación, nosotros en un chiringuito y a continuación la Mariscada.  A su dueño, que no iba sobrado económicamente, le cortaban el teléfono y venía a llamar desde el nuestro. Él a cambio nos invitaba a una cerveza. 

De ahí, después de casi dos años, nos vinimos a la calle Desamparados, que nos vendió su hermano. Teníamos los dos despachos juntos, como tenemos aquí en el despacho que nos acabamos de hacer como jubilados. Cuando uno tenía un cliente, el otro se iba al bar a tomarse un café, por la cuestión de la confidencialidad. 

A raíz de ahí, cuando compramos el inmueble, la cuota que pagábamos al banco era superior a nuestra facturación, para que se aprecie la decisión tan fría y tan racional que tomamos. Una ruina, pero una toma de decisión propia de gente que está dispuesta a afrontar riegos. Fue cuando un grupo de empresarios crearon la Asociación de Empresas de la Construcción. Entre otros, Pepe Guilabert, Pepe Quiles, Fernando Martínez Ramos, Ramón Moya y otros más. Fueron los directivos de la asociación y eso nos permitió comenzar a trabajar. Fueron años duros, porque fue cuando tuvo lugar la huelga de la construcción, con lo que tuvimos el sector cerrado durante un mes. La huelga se solucionó en el restaurante El Delfín de Alicante, con Ángel Franco, histórico socialista que todavía sigue en activo.  

De ahí vino un hecho relevante, empezamos a tener clientes referenciados, sin puerta fría, y vino la Ley de Fernández Ordóñez, donde desaparecían las evaluaciones globales y se pasaba a la inspección directa, a la estimación directa de los resultados. Esto fue una revolución en todos los despachos porque no se podía atender. A partir de ahí, fuimos creciendo poco a poco, una empresa detrás de otra, sobre todo por referenciados. Nosotros éramos dos personas con ganas de trabajar y todas esas cosas que tienes al principio, con unas ideas y unos principios éticos, como era no participar en negocios con nuestros clientes, en un contexto en el que los asesores y los abogados lo hacían. 

Después grandes grupos empresariales empezaron con participación de abogados. Ahí empezamos a contactar, pero entonces las compañías, salvo una, todavía no habían alcanzado la madurez que tienen. Fuimos incorporando profesionales al despacho y vinieron referencias como fue Paredes, que fue el primer gran cliente que vino directamente. A los demás hubo un momento que dijimos que no, tomamos una decisión posiblemente equivocada, de toda la regularización que permitía Fernández Ordóñez: no aceptar más clientes que los que teníamos en cartera. Eso nos prestigió bastante, no coger todo por todo. Empezamos a aceptar clientes poco a poco. 

Lo que nosotros siempre hemos hecho fue evolucionar, como hacían todos los despachos, creciendo en servicios. Creamos la división de auditoría y después la división jurídica con abogados. Desarrollamos los temas de asuntos sociales, cosas que no querían ellos pero que han demostrado que en este estado burocrático es imprescindible para las compañías, dada la complejidad y la maraña de la legislación laboral y la inseguridad jurídica que ya no se sabe si perjudica más a los trabajadores o a los profesionales que viven de los contratos. 

En esos años, ya nos habíamos trasladado a la calle Alfonso XII, ahí llegamos en los años 80, no recuerdo el año exacto. Compramos dos pisos a Fernando Martínez Ramos e hicimos los despachos, que todavía están, y compramos parte de la planta baja, donde ahora trabajan unos dentistas. Creamos después, a través de una entidad financiera, una oficina bancaria. Trabajamos para una entidad como una oficina bancaria. Después también empezamos con el tema del asesoramiento financiero patrimonial. Más tarde, nos constituimos como compañía para ser asesores financieros independientes, registrados en la Comisión Nacional del Mercado de Valores. A continuación, nos transformamos en agencia de valores y somos la única agencia de valores de la Comunidad Valenciana. En torno al año 2000, tomamos la decisión de crear nuestra sede fuera, porque aquí había un problema logístico, que es la sede que tenemos actualmente. Hemos tenido una cartera de clientes bastante digna, y nos ha permitido trabajar con clientes importantes.

La última sede fue inaugurada entre 2002 y 2005, no sé exactamente. Ahí es donde estamos ahora y donde estamos desapareciendo todos los fundadores. Mi compañero está semi jubilado y el 31 de diciembre de 2022 cedemos las últimas participaciones, porque estamos convencidos de que la gente nueva tiene que trabajar con libertad. Mi hija Laura es la directora general y el resto de los socios son nueve. Se quedarán en siete, cuando nos marchemos los dos fundadores. Todos ellos son profesionales que tienen participaciones en la empresa. 

Hemos trabajado con Paredes, Panama Jack, Pikolinos o Tempe. Company fue de los primeros clientes con los que empezamos, pero hemos trabajado prácticamente con todos los grandes grupos. Pero no eran las compañías que son ahora, estaban en sus inicios. Trabajamos también para Odón Gros. Un referente, el único que ha acabado rico entre todos los intermediarios. 

El modelo y la profesión ha ido evolucionando. Entonces el cliente era amigo, y había dos personas que influían en la toma de decisión del empresario. Una era el banquero de cabecera, que era del que dependía, y otro era el asesor, que conocía cosas que incluso su familia no sabía. Después de esto ha ido evolucionando y la profesionalidad ha ido pasando del asesor amigo y de confianza, al grupo de profesionales que atienden lo de “tengo un problema y quiero que me lo solucionen”. GESEM ha evolucionado a esto, igual que todos los despachos de referencia con nombre. Ahora somos 32 ó 33 personas en el despacho.  

Nuestra competencia en Elche eran los despachos profesionales de Carlos Ros, Jaime Falcó o Luis Fenoll, que tenía una cartera de clientes muy potente, era un hombre muy meticuloso. Que yo recuerde estos eran los referentes en aquel momento como despachos, con peso específico y facturación. Despachos de abogados había bastantes y muy buenos abogados. El tema es que aquí había una cultura de la riqueza y había que sacar dinero, por eso el precedente de tener participaciones en los negocios, cosa que nosotros no nos quedamos ningún activo, nada. 

Nosotros trabajamos para clientes muy importantes y recuerdo que, en un momento, por los activos, tomamos una decisión Pepe y yo de cubrirnos la retirada, buscar una situación patrimonial que nos permitiera retirarnos con dignidad. Entonces el primer activo que compramos él y yo, a parte de los inmuebles del negocio, fue a nuestro cliente Alicante Urbana. Compramos unos entresuelos enfrente de la Diputación y todavía los tenemos. Y a otro cliente, Fernando Andrés, una esquina en Maisonave de Alicante. Esto son cosas que iban bien y la vida de un profesional que, en un momento determinado puede ser sustancial económicamente, si todo lo que tienes lo consumes en bienes no productivos. Entonces marcamos la política de tener activos productivos y ahora nos podemos retirar teniendo unos ingresos. Nosotros montamos una sociedad conjunta, la cual es titular de muchos de los inmuebles, otros los tengo yo solo con mi familia porque en un momento determinado él dijo que no seguía con ese proyecto empresarial, cosa normal, y yo seguí. Llevamos 47 años juntos, profesionalmente, y mantenemos la relación personal y profesional, de hecho, hemos adquirido un despacho con dos mesas y aquí nos venimos los dos. 

Lo mejor de esta profesión es la cantidad de personas brillantes que he visto, no puede uno hacerse una idea. Nosotros hicimos una estadística en la cual el 80% de los titulares de las compañías para las que trabajábamos, no tenía formación académica alguna, solamente el 20% tenía formación académica. Nos extendimos por la zona de Benidorm donde todavía mantenemos clientes y la zona de Alicante e interior de la provincia, por lo que fuimos un despacho de ámbito provincial. 

La garantía de futuro en un mundo como éste que va tan rápido, dependerá de las personas y del ADN que tengan. Gran parte de las compañías acabarán vendiéndose, las compañías que tienen marca, antes o después, la familia decidirá que es más rentable venderla que seguir trabajando, con lo que se perderá parte de la riqueza. Eso era imprevisible en el sector del calzado, pero en este momento hay aproximaciones, hay gente que está interesada en empresas de calzado con marca. Son compañías en la que es una cuestión de tiempo que la familia decida mantenerse, porque cuando cambia el ciclo, aquello empieza a ser no tan rentable. Una empresa es una empresa y la familia es otra cosa, lo que sucede es que aquí todo el mundo quiere, en la empresa familiar, colocar a todos los miembros de la familia y es un problema, por mucho protocolo y mucha historia que haya. Tiene que estar todo muy definido y se tiene que saber quién manda y quien tiene capacidad de decidir y los demás si no están de acuerdo tendrán que aceptarlo o salir. En muchos casos porque la dimensión que tienen algunas empresas todavía no es lo suficientemente grande ni como para tener excesivos beneficios, ni contentar a todos vía dividendo, ni para que todo el mundo tenga un puesto, lo que es una fuente de conflictos después. Tenemos un ejemplo con Lacer, una empresa de productos farmacéuticos, en la que murió el fundador y la familia decidió vender el imperio. Es una pena, pero es lo que hay.

El futuro inmediato dependerá de las personas que estén al frente y si hay tensiones y ofertas suficientemente golosas. De momento las familias que hay al frente tienen ilusiones. Rara es la empresa con cierto renombre que no haya recibido una oferta y suelen ser fondos de capital de riesgo y no compañías locales. 

Aquí ha habido un momento donde la riqueza, a pesar de que pudiéramos pensar que era propiedad de los zapateros, estaba en la industria auxiliar, que sí era una potencia económica, como Elig, por decir uno solo. Todos los curtidores, los fabricantes de piso… Lo contaré con una anécdota: tuvimos una empresa que vendía en Alemania, tenía prestigio allí y uno de los dueños se compró un Mercedes 190 deportivo, muy bonitom pero sus suministradores de topes y contrafuertes tenían uno cada uno. La industria auxiliar tenía tal riqueza a costa del fabricante que era imposible de creer. Ahora han cambiado las tornas y el que impone el criterio es aquel que controla la parte económica, por lo tanto, la industria auxiliar ha ido poco a poco perdiendo el poder, de hecho no queda industria auxiliar. Las empresas de cajas de cartón eran una potencia, como Roque Sepulcre o Gines Coll. 

La economía ha cambiado y el que tiene la capacidad de tomar de decisión de comprar es el que manda. Antes, tomando un café, uno era amigo del dueño y le colocaba el producto, le prometías el rápel… El mismo fabricante se engañaba a sí mismo, pero ahora prácticamente la industria auxiliar ha desaparecido. Eso, por una parte. Por otra ha habido mucha deslocalización de fabricación. La competencia y el señor que compra las cajas no tienen el mismo criterio porque posiblemente tenga un jefe de compras que pide ofertas y ya no es que yo conozco a fulanito de tal y le compra a éste. Esto ha sido muy rentable para todo el mundo que vivía alrededor del calzado y sobre todo para la banca. Por ejemplo, Paco Sánchez Agulló es almacenista. La gente que trabaja con la materia prima tiene una inteligencia especial, tiene instinto, porque tiene que prever el futuro, hacia dónde va la materia. Ahora funciona de manera diferente, aunque sigue siendo una potencia.

Las compañías de materias primas tienen una singularidad: tienen que conocer muy bien el producto, porque la materia prima es muy cambiante y volátil. En Elche los curtidores potentes aquí eran de Lorca. En Lorca, prácticamente, ha desaparecido la industria y ahora la piel se trae de Asia y vienen de las tenerías, tanto para productos de alto o bajo valor añadido, pero son empresas muy contaminantes que la sociedad empieza a poner restricciones. Son de Marruecos, de Argentina o de Australia. Casi todo el producto que se hace en China utiliza la cabaña australiana que tiene una ganadería fabulosa. Y en India hay lo que no cabe imaginar.

Como ejemplos de gente brillante, aunque podría molestar a otros muchos, citaría por su capacidad ante la adversidad a Juan Perán, Vicente García Torres, Antonio Vicente, los dueños de la empresa 24 horas… Todos ellos han demostrado que tienen capacidad de supervivencia. En el caso de los Arnelli, el dueño murió de un infarto. Murió con la compañía en pleno rendimiento. No hubo disputas internas porque había un orden preestablecido aceptado. De los seis hermanos dos fallecieron y quedan tres hermanos y una hermana. Gente sensata, con los pies en el suelo, que generan caja y lo reinvierten aquí, un modelo no muy común. Otra cuestión es si se dedican a eso o a potenciar la compañía, que son dos cosas distintas. Tú puedes ganar dinero y hacer dos cosas: retirarlo del negocio o potenciar la compañía. Hay veces que no puedes potenciar la compañía más porque tienes una dimensión que te sobrepasa, entonces lo que tienes que hacer con esos recursos es invertirlos y optimizarlos. En el caso de Paredes, tuvimos encima de la mesa la posibilidad de comprar Adidas y dijo que “aixó eran bobaes”, en un momento en el que tenía capacidad para comprar. Paredes en la década de los ochenta, ganaba en torno a 2.000 millones de pesetas, después de impuestos, si bien es verdad que se pagaban pocos, lo que era mucho dinero para aquella época.

Aquí ha habido mucho hombre de negocio, pero no empresarios. La empresa es una cosa global, pero había mucho hombre de negocio para exprimir el limón en un momento determinado, pero no pensaban en cuatro o cinco años más allá. Elche estaba plagada de compañías sin pensar en su futuro y que, desgraciadamente, acabarán vendiéndose, si no todas, casi todas, porque cada día va a ser más difícil fabricar.  Teníamos la mentalidad de que el negocio era simplemente fabricar, cuando lo importante es rentabilizar la cadena de valor del calzado. La fabricación es solo un pedacito del conjunto. Para tener futuro hay que sobre todo no ser idiota, tener ilusión y ganas de esforzarte, tener un proyecto. Lo que sucede es que como hay tanto dinero en nuestro pueblo, la ilusión a veces se pierde.

La empresa con mayor riqueza de Elche es la de Vicente García Torres que está en un promedio de beneficios en torno a los 100 millones de euros al año, después de   impuestos, de los que a él le corresponden la mitad. Él históricamente se ha repartido el 50% a dividendos, con lo cual le entran todos los años en torno a 25 ó 30 millones de euros en caja, después de impuestos. Compañías de esa magnitud solo tenemos esta. Yo intenté traerme el domicilio fiscal aquí por la aportación de valor a nuestra Comunidad y ya se sabe que con los gallegos, nunca te dicen que no. Vicente García lo propuso y en Coruña le dijeron que lo que él quisiera, pero que en la provincia de Alicante iba a ser el mayor contribuyente o de los mayores de la provincia, con lo cual para la inspección iba a ser un caramelito meter las narices. En cambio, en Coruña, él sería, dentro de su organización, una parte minúscula. Y, claro, le convencieron.

Otras familias con mucho potencial, son la de Antonio Vicente, que tiene una riqueza y unos resultados brillantes. Los Pikolinos, los Arnelli. Todos estos son los que yo conozco, no puedo decir más. Son buenas compañías que generan mucho dinero y mucha caja. Vicente Bernad fue un furor en su momento, cuando tenía todo el imperio de Puma, porque él tenía mucho patrimonio, pero invertido y mucha renta inmobiliaria. Luego familias con cifras importantes, están por ejemplo los de las bicicletas Mondraker, que no los conozco, pero por las referencias y los signos externos que se ven.

En el tema inmobiliario, no existe un número uno local. Está TM en Torrevieja. La familia Coves crearon la marca Alzis, con los que estuvimos trabajando. Tienen negocios de caja como es el juego, el butano y este tipo de cosas. Antes estaba el padre solo y ahora son los tres hijos y son buenos, gente sensata, buenos administradores y todo se queda aquí en Elche. Yo no tengo los balances consolidados, trabajamos puntualmente para ellos en algún asunto, pero han tomado una decisión que no es común en nuestro pueblo que es el comprar negocios de otros. Eso significa contar con una organización profesional y tener claro el acceso. En un negocio nuevo, el éxito o el fracaso es cuando entras y cómo entras y si te has equivocado o no. 

La diferencia entre Vicente García Torres y los demás está a años luz, también es cierto que no tuvo tanto la habilidad de asociarse con él sino la de saber mantenerse. Él es el único socio externo que tiene el grupo Inditex. El tema muchas veces no es llegar, porque aquí todos los empresarios han alcanzado un nivel, el tema es saber mantener la posición. 

Soy optimista por naturaleza y el optimismo está en función a las personas y estoy viendo gente con inquietud. Nosotros tenemos una característica que es la inquietud que tenemos como ciudadanos y la ambición. Sucede que los negocios ya no se enfocan hacia el tema del mercado de consumo y el calzado ha alcanzado su techo. El otro día apareció una nota de prensa que decía “viene al parque empresarial los de Munich de Barcelona”, y que iban a fabricar 11.000 pares de vulcanizado, lo que en estos tiempos es muy poca cosa. Aquí hay compañías que hacen millones de pares de zapatos, que venden, no que los hacen, que diseñan, piensan, ordenan la fabricación, otras las hacen ellos, y son capaces de colocar la producción en el mercado, vender y cobrar. 

Está apareciendo mucha empresa tecnológica, que es lo que dan de sí estos tiempos, pero en estas hay mucho bluf y hay que aportar algo a la sociedad o al consumidor. Con todo el tema de la venta online, todo el mundo se tiró como locos, pero eso tiene un techo. Cuando vino el tema de distribución, todo el mundo se compró un local y eso tiene un techo. Todo en el ser humano, y en la evolución económica, no hay nada que tienda al infinito, con lo cual tienes que saber hasta dónde se puede llegar o la dimensión para posicionarse. Por ejemplo, para cobrar un 4% de renta en el sector inmobiliario, te tiene que sobrar mucho dinero. Si tienes el capital, como el caso de Amancio Ortega que tiene un imperio, él ya no invierte más en su negocio, todo lo que ganó lo fue invirtiendo en el negocio inmobiliario, pero con rentabilidades del 3 y 5%. Pero resulta que hoy en día la deuda pública ya te paga ese porcentaje. Italia ya paga el 4%. Por eso hay mucha gente que quiere crear compañías de base tecnológica para vender porque creen que llegará un primo que la comprará y eso va a tener un límite. 

En Elche tenemos el ejemplo de PLD Space, en la que mi hija Laura es secretaria del consejo. Ahí entramos nosotros desde el principio y son proyectos para apostar e invertir. En la universidad hay proyectos, lo que sucede es que es muy difícil, porque está la Universidad, está el socio inventor, está el empresario... La suerte de nosotros es que tenemos un elemento diferenciador que nos hemos dedicado a crear empresas y se le transmite a los estudiantes ese espíritu innovador y de riesgo. Mientras eso siga así, los jóvenes que salgan de ahí, crearán un microclima y montarán fábricas. De todas esas, algunas saldrán bien y serán una fuente de riqueza. El cohete acabará vendiéndose, si va bien y funciona, a un grupo inversor que se asociará a un tema aeroespacial. Lo importante es que se quede aquí el centro de trabajo, porque da trabajo a gente. 

Nosotros necesitamos tener mucho suelo para ofrecer a la gente que se quiere establecer. La fábrica de baterías que había en Sagunto no ha caído, porque no hay sitio que tenga suelo para montar cerca de un puerto. Nosotros, el Portal del Ángel ahí está muerto de risa. Para hacer la ampliación del Parque Empresarial llevamos 7 u 8 años y ahora se han cargado, y eso que el presidente Puig dijo que se encargaba de eso, pero con tanta burocracia. Tenemos que funcionar con una visión muy por delante".

 

 

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