Datos biográficos
Fecha de nacimiento
27 de julio de 1907
Lugar de nacimiento
Elche
Fecha de muerte
20 de octubre de 1995
Lugar de muerte
Elche
Militancia
PSOE, UGT
VÁZQUEZ GONZÁLVEZ, FRANCISCA (Elche, 27-VII-1907 - 20-X-1995). Militante de las Juventudes Socialistas y de la UGT desde 1930. Colaboró en el semanario El Obrero y fue también presidenta y una de las fundadoras del Grupo Femenino Socialista. Marchó como miliciana al frente de Madrid. Consejera municipal (Beneficencia y Sanidad; Festividades y Espectáculos). Renunció por enfermedad el 26 de octubre de 1938. Entró de nuevo en el Consejo Municipal sustituyendo a Pedro Hidalgo Maciá el 15 de febrero de 1939. Participó también en Auxilio Familiar y como secretaria de ayuda de Socorro Rojo Internacional (agosto de 1937). Marchó al exilio a Argelia y Francia, donde permaneció hasta 1964. Hasta su muerte fue presidenta de honor de la Agrupación Socialista Ilicitana. Una calle de la ciudad lleva su nombre.
Fuente: MORENO SÁEZ, Francisco, en PANIAGUA, Javier y PIQUERAS, José A (2003), Diccionario biográfico de políticos valencianos 1810-2003. Diputación de Valencia, Valencia, pág. 554-555.
Fotografías. Colección Miguel Ors Montenegro
Francisca Vázquez Gonzálvez (Elche 1907-1995)
Entrevista de Miguel Ors Montenegro (1 de marzo de 1986)
En 1929 me casé con Jerónimo Maciá Vives. Ingresé en las Juventudes Socialistas en 1930 y cinco mujeres, Francisca Amorós, Asunción Campello, Rita García, Clara Rodríguez y yo, formamos el Grupo Femenino Socialista. El Grupo Femenino creció mucho, creo que más que la propia Agrupación. En las elecciones se dijo de poner a una mujer. A mí me cogió de viaje y entonces los cargos se nombraban por antigüedad por lo que a mí no me tocaba. Yo dije que dos mujeres y dos suplentes y la Agrupación aceptó. Otra militante, Asunción Porcel, dijo que había que dejar paso a la juventud (cosa que yo he repetido ahora, en estos tiempos). Por antigüedad le tocaba a Francisca Amorós y a Rita García. Amorós dijo que no porque se había muerto su hijo. Clara Rodríguez sí aceptó pero era menor de edad y no podía ser. Así que me tocó a mí ser la presidenta del Grupo Femenino. Organizábamos actos, traíamos a compañeras como Luz García, María Martínez Sierra o Margarita Nelken. Tuvimos una actividad grande y vino gente como Miguel Villalta Gisbert o Fernando de los Ríos.
Recuerdo que antes de la guerra pusimos en una barraca de Santa Pola una bandera y la Guardia Civil nos la hizo quitar. Yo les dije que a mí no me molestaba y que la quitaran ellos. Así que me pusieron una multa de 13 pesetas. Como no la pagué, me llamaron del Juzgado Municipal y el secretario judicial, conocido como El Grillet me preguntó si la iba a pagar. Al contestarle que no, me puso el ejemplo de las prostitutas que pagaban para no ir a la cárcel. Le dije entonces que si me metía en la cárcel iría por un ideal, con lo que pasé tres o cuatro días encerrada lo que me dio una cierta aureola.
El 20 de febrero de 1936 la Guardia de Asalto se mostró indecisa. Sé que Manuel Rodríguez quiso hablar con ellos para que se pusieran junto al pueblo. Me dijo que fuera con él y vino también Carmen Juan que sacó un pañuelo blanco. Los guardias dejaron de apuntar y Rodríguez habló con los sargentos. Salió entonces el hermano del teniente y preguntó por él. Rodríguez le contestó que estaba vivo pero que merecía estar muerto con lo que el hermano le apuntó con su arma y yo me interpuse. Rodríguez les convenció y al hermano del teniente Sánchez Meseguer lo detuvieron. Nos fuimos más tranquilos y nos encontramos entonces con un grupo de hombres y mujeres frenéticos que querían quemar el convento. Rodríguez me dijo entonces que me fuera con ellos y que lo evitara. Vi también a uno de los chicos heridos con los intestinos fuera y me dijo que le vengara. Llegué a la plaza de Mariano Antón y había mucha gente gritando y como loca pidiendo las llaves. Me acerqué y la portera estaba pálida. En una cesta llevaba las llaves, rosarios y vírgenes. Les dimos las llaves y se fueron. Aunque no creo en ellos, aquello fue un milagro. Pregunté a la portera por las monjas, entré y las vi rezando. Cerré la puerta y les dije que salieran. Me asomé y no había nadie. Las llevé a casa de un notario que había cerca al que tuve que amenazar para que se las quedara. Yo entonces llevaba una detonadora que hacía ruido (más tarde en el frente me dieron una llama del siete y medio que era idéntica). Por la calle me encontré a Palmiro y le pregunté si éramos idealistas o criminales y le conté lo de las monjas. Palmiro se quedó en el portal y me fui al Ayuntamiento. Se lo conté a Rodríguez y me pregunté cuántas monjas había y puso tres coches con dos milicianos para que las llevaran donde quisieran. A mí me mandó al Raval para evitar que se quemara y cuando llegué ya estaba todo en tierra. Tiempo después, cuando Palmiro llegó a Argelia, la superiora del convento le escribió, le aconsejó que no volviera y que rezaría por él. Yo ahora creo que hay pueblo y populacho y que ningún idealista participó en aquellos hechos. Creo que se trató de personas inconscientes.
Estaba en la Juventud Socialista Unificada y una vez hecha la unificación yo sabía que los comunistas no eran legales. Cuando el secretario general se fue al frente, me hicieron secretaria de la JSU.
El 19 de julio por mediación de Manuel Rodríguez me nombraron delegada del Gobernador Civil. Rodríguez estaba a favor de que se detuviera pero sin venganzas ni desmanes, que se hiciera justicia y que se evitaran los linchamientos. Pude evitar que se quemara la iglesia de la isla de Tabarca y fui allí con una pareja de milicianos. Pusimos un cartel en la puerta diciendo que por orden del Gobernador la iglesia quedaba clausurada. El cura no estaba allí y fuimos a su casa y con todo respeto se hizo un registro. La hermana del cura y yo entramos en su habitación y le dije que abriera el arca y no quiso. Abrió y allí estaban todas las alhajas de la iglesia. Teníamos orden de confiscar. La señora se puso de rodillas y me dijo que eran recuerdos de familia. Cerré el baúl y dije que no había nada.
Participé también en el Frente Popular como secretaria. En un principio había demasiada gente y se decidió que hubiera dos representantes por cada una de las organizaciones. Recuerdo que por el PSOE estuvo Juan Pomares Castaño y Juan Hernández Rizo como presidente, por Izquierda Republicana Vicente Calatayud –que fue el que me nombró secretaria-, Pascual Torres por el Partido Comunista,, Mariano López por la CNT, Caparrós por Unión Republicana…, pero no estuve allí a mis anchas –además dijeron que de la JSU debía haber un único representante- y se hizo todo con mucha severidad. Dimití por enfermedad, aunque no era verdad y entró de secretario uno de la CNT –un hombre un poco cojo- que pidió despacho en el Ayuntamiento y sueldo. Recuerdo que en una reunión del Frente Popular se dijo que había que sacar un colchón de cada casa para los heridos. Yo dije que no, que primero se sacaran los de las casas de los más pudientes y que se les dejara lo justo, pero que se hiciera en las casas donde sobraran. En otra ocasión se dijo que no se dejara comida para los pobres e intervine para pedir que se hiciera registros, que se dejara lo justo y que el resto se entregara a los hospitales. Pero el Frente Popular funcionó mal y con demasiada juventud. Recuerdo también que D. Julio María López Orozco hizo una gestión para sacar de la cárcel a Joaquín Lucerga y el Frente Popular dijo que no, que no se sacaba a nadie.
Estuve en el frente junto a mi marido. En octubre de 1936 recuerdo que estábamos en un parapeto con una ametralladora y estaba conmigo Héctor Mora Porcel que me dijo que iban a por él porque había cobrado las 300 pesetas del mes. Al poco le destrozaron la cabeza y cayó en mis brazos. También murió Pascual Pomares Lérida por un mortero que le destrozó. Los enterraron a los dos juntos.
A la vuelta junto a la Casa del Pueblo se montó una oficina para mandar paquetes al frente y recibir nuevos voluntarios. Un día fue a apuntarse Mario Pastor Sempere y me dijo a mí que le apuntara. Le contesté que no, que se fuera a su casa y que esperara a que lo llamaran por su quinta. Pero alguien debió apuntarle y mi marido dijo en un permiso que estaba allí en el frente. Lo mataron como consecuencia de que se pasara al otro bando Gasparín. Su padre, que ya estaba enfermo de cáncer, vino a verme con Arabid y yo le dije que no hacía falta que viniera con nadie.
A Rita García la mandaron a abastos y yo la sustituí en el Hospital de Sangre n. 2, sin dejar la actividad en UGT. Cuando militarizaron el hospital me hicieron suboficial pero no llegué a cobrar.
Estuve también en Auxilio Familiar sustituyendo a Francisco Rico cuando se fue al frente. Me convenció él y debió convencer también al partido. Le dije que la gente que había allí me parecía de derechas pero él me contestó que era gente que trabajaba muy bien. Tuve como secretaria a Eulalia Blanco Palomar que fue mi mano derecha. Era un evacuada de Extremadura. En Auxilio Familiar debía haber unas 20 personas. Una cosa que me ocurrió en Auxilio Familiar es que había un membrete con mi firma y se utilizó para enviar cartas amenazando con considerar como desafectos a la gente que no contribuyera con Auxilio Familiar. Rompí esa carta e hicimos otra pidiendo a la gente que ayudara. Se pagaba según la situación de cada uno pero hubo muchos incidentes con personas que decían que no podían pagar. Recuerdo casos como el de un director de banco que se enfrentó con el presidente de Auxilio Familiar, Pedro Sánchez Barberá, conocido como Pere Fesé por no querer pagar. En otra ocasión, se hizo un registro a una persona que decía no tener nada y se le encontró plata y dinero en cantidad. En Auxilio Familiar sí trabaje cuanto pude porque las cuotas que se ponían no se podían pagar. Los días de pago se organizaban escándalos entre obreras antifascistas y gente a la que se consideraba de derechas, por lo que hubo que buscar días de pago diferentes.
Nueve meses antes del final de la guerra trabajé en Ripoll como delegada y tuve acceso a la caja fuerte por lo que después de la guerra me acusaron de haberme llevado las joyas de la familia. Allí me encontré con D. Agustín González Periañez que era republicano y administrador de la fábrica y que ayudó a la familia Ripoll. Cuando terminó la guerra y le fueron a detener resultó que era hijo del agregado de una embajada y además amigo del gobernador civil de derechas de Alicante. Por lo visto el gobernador civil les dijo a la familia Ripoll que podían dar gracias de cómo se habían encontrado la fábrica. Fue D. Agustín el que me avaló muchos años después.
Añadir nuevo comentario