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Ruiz Martínez, Patricio

Enviado por Miguel Ors Mon… el
Datos biográficos
Fecha de nacimiento
12 de marzo de 1920
Lugar de nacimiento
Torrevieja
Fecha de muerte
1 de mayo de 2001
Lugar de muerte
Elche
Profesión
Empresario
Militancia
FETJONS

RUIZ MARTÍNEZ, Patricio (Torrevieja, 12-III-1920 - Elche, 1-V-2001). Empresario. Voluntario de la División Azul (2-VII-1941 - 20-XII-1942). Concejal y segundo teniente de alcalde (20-III-1947 - 3-II-1952). Jefe local de FETJONS (1947-1950). El 1 de octubre de 1947 le fue concedida la Cruz de Cisneros al mérito político y al año siguiente fue homenajeado como jefe local del Movimiento. El 23 de diciembre de 1949 fue el último pleno al que asistió. El 21 de octubre de 1951 continuó como concejal por el tercio de representación familiar. Fue cesado oficialmente el 3-II-1952.  Concejal (6-II-1955 - 5-II-1961). Cuarto teniente de alcalde. Tercio sindical.

FUENTES: Actas de la Comisión Permanente. AHME, A-25, 4-II-1948; Archivo de la familia Ruiz Brotons.

Entrevista de Miguel Ors Montenegro (26 de marzo de 1999)

Mis padres

No nací en Elche. De Elche yo creo que no somos ni el diez por ciento de los ilicitanos. Nací en Torrevieja, el 12 de marzo de 1920. Acabo de cumplir los 79 años. Mi madre, Antonia Martínez Salinas, era de Elche, pero su padre era casi de Elche, pero por Martínez y Salinas de Crevillente. Mi padre era de Torrevieja, era marino mercante, porque mi abuelo era capitán de un bergantín que hacía la ruta de América, de Cuba. Mi padre, Patricio Ruiz Gómez, tenía una hermana que estaba casada con un señor, bien de rento, que tenía un bergantín que hacía la ruta con Cuba. El yerno de mi abuelo le dijo que lo único que merecía la pena era llevar corteza de naranja a Marsella y al sur de Francia –era durante la guerra europea-, porque servían como subproductos para pólvoras y cosas inflamables. Total que al segundo viaje llegó un submarino y párate parado: los cogieron como de contrabando de guerra. Mi padre fue grumete porque era relativamente joven e iba con su padre para hacer el café y esas cosas. Tenía novia y la primera vez los cogieron en el Mediterráneo y la segunda vez los cogieron en las costas de Galicia. La novia le dijo que se había acabado: “nos vamos a Elche”. Mi padre era un poco avanzado en el sentido de buscarse la vida y debió pensar que sólo una profesión, no y se dedicó a la industria del calzado en los oficios más duros: desvirar tacones, planchar las costuras... Tenía dos coches de la empresa, entonces había camionetas que iban a la estación a llevar los pedidos que se envasaban en cajas de cartón (luego hubo otra época en que el calzado se envasaba en cajas de madera). La empresa más importante de envasado estaba en la calle de la Olivereta. Le daba propinas al de la camioneta porque tenía la novia en Torrellano... Él se defendía estupendamente. Mi hermana era mayor que yo y debí llegar a Elche al año y medio o a los dos años.

La escuela

Fui a una escuela porque mi madre –que maravilla de persona era mi madre- quería que fuera a una escuela donde me enseñaran. Se enteró que a Vicente Pérez, el hijo de Juan Pérez, de la fábrica de Hijos de Vicente Pérez, lo habían ingresado en la escuela de don Julio. La escuela de don Julio estaba entonces en el carrer Sant Jordi, en la calle de San Jorge, a espaldas del Ayuntamiento, un callejón largo y estrecho. Tiempo después le dieron una escuela nueva en la calle Comandante Ferrández –no sé como se llama ahora-. En aquella escuela éramos chicos con ganas de estudiar y don Julio era muy buena persona y nos trataba muy bien. Allí estuve hasta que hice el ingreso en el bachillerato, que entonces se hacía en Alicante. Entonces si no tenías once años no te permitían hacer el ingreso. A mi me dijeron que yo a estudiar. Empecé el bachillerato en Elche en el Instituto y como empezó en el año 1932, por eso yo iba un año atrasado. Hice hasta cuarto nada más y por las cosas de la guerra me dijeron que no fuera al Instituto porque me podían pegar, así que me quedé en casa. Había un profesor maravilloso, mallorquín, que se llamaba don Justo Gil y Gil. Muy bueno. El profesor de geografía era también muy bueno, creo que se llamaba Peña. La profesora de dibujo era Dionisia Masdeu. Doña María Pascual era de literatura. Otra profesora de literatura que valía mucho era doña Francisca de Urquía y García Junco. Su hermano ha sido durante muchos años magistrado en Alicante. Creo que venían de la provincia de Jaén. El ambiente en el Instituto al principio no había división alguna, pero más adelante sí. Tanto es así que un chico que era estupendo, Vicente Alonso, de una familia muy arrimada a la cosa religiosa, se fue a hacer un cursillo de piloto (por cierto que en Rusia, en un pueblo que se llama Cricheviche, en un sótano estaban los dormitorios de una escuela de aviación y me encontré el nombre de Vicente Alonso de Elche y cuando volví me enteré que había muerto en un bombardeo porque se le había quedado una bomba enganchada en el tren de aterrizaje y murió). Vicente Alonso era primo de Josefina Alonso. La gente tenía una formación un poco más avanzada pero los profesores eran muy respetuosos. Mis padres eran humildes, mi padre tenía un coche de servicio público y mi madre era aparadora de calzado. Íbamos a misa, pero no éramos ni de Acción Católica ni nada de eso.

La República

La República la recuerdo porque fue una novedad y mi padre compraba entonces el Heraldo de Madrid que era el periódico más izquierdista que había. Mi padre era un hombre diferente: los domingos a misa y todas esas cosas, porque entonces se estilaba muy poco que los obreros a palo seco fuesen a misa. Él iba a misa y tenía inquietudes. Tenía una peña de amigos y los domingos se iba a jugar la partida de dominó donde estaba la Coral Ilicitana. En los años de la República, a partir de 1934 el ambiente era hostil, barbaridades, blancos, negros y de color de rosa. Barbaridades porque se trataba de obreros contra obreros, empresarios contra empresarios. Por ejemplo, Vicente Pérez era de los empresarios avanzados. Yo si hubiera sido empresario entonces, quizá hubiese sido del mismo signo. Te voy a dar un libro sobre José Antonio en el que escriben sobre él, gentes de derechas, de izquierdas, comunistas, socialistas, falangistas, mea pilas...

Yo desde que se hicieron las elecciones de febrero de 1936 ya no salía a la calle. Tenía 16 años que cumplí en marzo, pero tuve una participación entonces. Me llevaron a la cárcel a Orihuela, luego a Alicante. Vivía entonces en Vicente Guirau y desde el terrao de la casa, aunque era planta baja se veían los incendios de Santa María, El Salvador. Enfrente de nuestra casa vivía el que era repostero del Círculo Obrero, muy buena persona. Le llamaban Peret el animalet, pero de animalet no tenía nada. Pero no se salía de casa. A partir de febrero de 1936 se terminaron las clases y ya no volví al Instituto. Se cerró para los que eran desafectos. Cuando llega uno a la edad que tengo ahora y piensas en todo lo que has vivido, ¡qué barbaridad! ¡qué barbaridad! ¡qué barbaridades! A mi padre cuando llegó todo esto lo detuvieron y lo llevaron al lado de la casa de don Julio y de los Serrano. Mi padre era un hombre, muy complejo, que le gustaba ir a misa los domingos, cosa que no se estilaba aquí y en la fábrica donde trabajaba mataron también al dueño, a Blas Orts Sánchez. En su fábrica había uno que se encargaba de la oficina y le llevaba a la cárcel los talones para firmar. Firma tal, firma cual. No sé que pasó, no he querido... Yo no jugué nunca al fútbol, pero los equipitos que había de curso tenían uno más serio, más fava o que le pegaba muy mal al balón, que se encargaba de hacer de secretario, de comprar las pelotas y todas esas cosas. Cuando vino la guerra, Tomás García Falcó –se ha muerto también el pobre-, éste hacía versos:

            Soy –ya lo véis- invisible

            tengo por sustancia gris

            los sesos de un calamar

            y no sé cuantos de un...

                                   ...De Nerón

            Tengo sangre de potaje

            y cuando quieran este traje

            invisible soy

Claro le llamaban el chollo, el invisible. A éste le cogieron la documentación y vieron que llevaba recibos que ponían: “he recibido de Tomás García Falcó la cantidad de 50 céntimos”, o 20 céntimos porque entonces una peseta era muy difícil darla, para la compra de una pelota. Entonces se vendían las pelotas a 90 céntimos en la tienda de Ricardo Parreño y éste las vendía a 0,85 para que la gente fuera a comprarlas allí. Le cogieron aquellos recibos y le preguntaron por los que formaban el equipo de fútbol. El equipo se llamaba Furia Elchera y somos los de qua? Furia Elchera: Falange española. ¿Cuántos sois? Éramos once, igual que una escuadra de Falange, que tenía también once miembros. Pero esto fue en el año 1937. Si hay una cosa de la que puedo estar satisfecho es por haber traído a Elche el colegio privado y homologado ¿de la Asunción?. La directora era doña Carmen Sainz

La muerte de mi padre

A mi padre lo detuvieron el 20 de febrero. Estuvo unos días encerrado y cuando lo pusieron en libertad se fue a Orihuela, donde había bastantes de Elche, porque todos olían a cera y se fueron allí. Fue entonces cuando empezó a haber militancia política. Mi padre no sé si llegó a militar en la Derecha Ilicitana con carné, pero eso no tenía nada que ver. En el momento  en que alguien le tuviese en el punto de mira ya era suficiente. Estuvieron en Orihuela mes y medio o dos meses y luego volvieron a Elche, cuando ya se habían terminado las palizas. No había derecho a que los obreros terminaran en una fábrica y se fueran a la puerta de otra a pegarles palizas a otros obreros. Nos quedamos en Elche y en los meses siguientes mi madre trabajaba como una negra aparando cortes y mi padre en ocho o en diez días lo metieron otra vez en la cárcel. Mi madre se fue a hablar con todo el mundo y habló con Manolo Rodríguez, que era después de todo un bonachón. Éste terminó de gobernador civil de Castellón y en los paseos si tuvo que ver fue por omisión... Aquí en Elche empezaron a encerrar a la gente, la noche que mataron a Calvo Sotelo hicieron la primera redada, de unos 25 ó 30. A mi padre lo volvieron a detener y ya no salió. Mi madre trabajando y se portaron muy bien con ella en la fábrica de Campello, maravillosamente bien. No sé si le darían alguna cantidad de Socorro Blanco –no lo puedo asegurar-, pero lo que sé es que nosotros estábamos muy apretados, porque a mí en septiembre de 1936 me metieron en la cárcel en Orihuela en la misma vivienda particular que tenía al lado del río ese médico tan famoso que era de la vista. Lo echaron de allí y como tenía una especie de corralas, con coches y carruajes y nos metieron allí. A mi me encarcelaron porque era como el mandamás de Furia Elchera. A mi padre lo tuvieron como se decía en Elche en Palacio. Sobre su muerte no sé. Mataron en Campello a seis personas y por lo menos seis tenían que ir. Fueron en dos coches... A los 79 años todo lo que tenía que bailar en este mundo lo tengo bailado, no es que piense que si digo esto o lo otro... Es que yo acusar por acusar, sin poderlo demostrar, no me ha gustado nunca. Mangraneta creo que iba a cosas más selectas que esto: “de la familia Ferrández a fulano, de la familia tal a mengano...”. Los Palmiros eran dos hermanos y eran anarquistas. Cuando se nombra a los Palmiros siempre me acuerdo de dos primos hermanos de familia bien, que tenían dinero y que no se habían dedicado a matar a nadie pero eran de una forma de ser que cuando preguntaban por ellos se decía: “¿Quién, fulano, el tonto o el más tonto?”.  Estos estaban muy metidos en política, con mucho dinero, con fábricas en Murcia, en Elche... Con los Palmiros pasaba lo mismo: “¿quién, el tonto o el más tonto?” Había uno que se dedicaba a embestir y el otro le decía “¡embiste!”. Mi madre, cuando mataron a mi padre ya no fue mujer, en el sentido de ese nervio que tenía. Ahora esa familia de Campello le estuvo dando trabajo durante toda la guerra. En mi caso, yo veraneé por cuenta del gobierno de la República. Me llevaron primero a Orihuela con García Falcó. Luego en Alicante donde estuve con Victor Casanova, también de Furia Elchera (a Victor lo llevaron a Carcagente con Alfredo Miller Ripoll). ¡Vaya familia! A la pobrecica Josefina le mataron a su padre, a Alfredo lo metieron en la cárcel... parecía una Magdalena. Como lo pasó... La familia de Adolfo Ors tuvo mucha suerte por la familia de El peix. Porque El Peix era un águila y sabía a quién tenía que darle una merluza o una anguila o un puñado de dátiles.

De la muerte de mi padre me entero porque me lo dice mi madre que había ido a llevarle el desayuno (una sardina de esas que vendía entonces Alemañ, el padre del ingeniero, que tenía la bota de sardina y en la puerta la aplastaban con un papel de estraza para que absorbiera la grasa y le ponían el sucedáneo de aceite que hubiera y un ajo restregado). Mi madre a las ocho de la mañana -mi hermana y yo estábamos todavía cada uno en nuestras habitaciones y nos dijimos: “si que ha llegado la mamá pronto”- Mi madre nos dijo: “Ya no tenemos padre”. Esta mañana se lo han llevado. Allí le dijeron que lo habían trasladado. Se fue a ver a un primo suyo, muy buena persona, fabricante de zapatillas y de ideas avanzadas, como tenía entonces el 90%, más los fabricantes de zapatillas que los de zapatos, porque era una categoría superior el zapato que la zapatilla. Los que hacían zapatillas procedían de los obreros. Se fue a ver a aquel que tenía más miedo que vergüenza. Aquel era de izquierdas pero no era un salvaje. Por la tarde averiguó donde estaba enterrado. Después de la guerra se creó en Elche una profesión que yo no había oído nunca. Aquí hubo un “delegat dels morts”. El que se encargó era un hombre que tanto su padre como su tío fueron barberos y se dedicó a traer a todos los que estaban por ahí.

En la cárcel

A mi de Orihuela me llevaron a la Provincial de Alicante. Estuve cuatro o cinco meses y luego me trasladaron a Valencia. Recorrí toda la escala social. Me llevaron al penal de San Miguel de los Reyes. En la Provincial eran naves y había para políticos, comunes, otra de los que trasladaron de la Modelo de Madrid. Otros los llevaron a Albatera (“Albatera. Si me muero, no me busques en tierra tan puñetera”). En San Miguel de los Reyes me encontré a un chico que había terminado la carrera eclesiástica y nadie lo sabía. Había cantado misa ya pero no se lo decía a nadie. Se lo llevaron por las buenas porque era de un pueblo de la Vega Baja y ahí la gente era un poco más persona a la hora de hacer judiadas a lagente. Creo que se llamaba Jerónimo pero le perdí de vista. Después de San Miguel nos llevaron a una finca enorme –se llamaba Pla Vallesa del Mandó ¿?- y nos metieron a seis en una cochinera de un cerdo yorkshire. En la finca había gente del ejército que tenía enfermedades contagiosas y había una acequia que pasaba por toda la finca y nos tocaba lavar los platos sin saber si habían escupido... Estuvimos allí una temporadita, no mucho. Nos llevaron a pie a Villar del Arzobispo, al norte de la provincia de Valencia. Pared en medio del cementerio y nosotros éramos unos críos todavía, ¡ay, señor! Pasé toda la guerra encarcelado. Me pusieron en libertad, antes nos llevaron a recoger las maletas a San Miguel de los Reyes, cuando lo del coronel Casado en Madrid. El hombre que nos recibió ya era otra cosa, porque hubo antes uno que se llamaba Clemente, don Clemente, al que alguna vez le dijimos: “Don Clemente, ¿Vd. no podría darnos una camisa? Es que no tengo camisa...”. Y él nos contestó: “Mirad, no insistáis más. A mi no me viene bien más que cuando me la menean”. Y ése era el director del centro. Así que cuando volvimos a por el petate nos recibió otro y nos preguntó de dónde éramos. Cuando le dijimos que volvíamos a Elche nos dijo que cogiéramos atajos, trenes que no fueran regulares, que no subiéramos a ninguna furgoneta porque nos podían llevar al frente. Nos preguntó la edad y yo le dije que tenía 19 años. “¡Sería un crimen! ¡Esconderos y no salgáis!”, nos aconsejó. La verdad es que no me sentí amenazado en el tiempo que estuve en la cárcel. Tuvimos un capataz que era más bruto que un arado y cuando veía alguien con gafas le decía que era cura. Al pobre Rafael Giner Esquitino que era escribiente de la Viuda de Pérez de toda la vida se lo decía. Los guardias que teníamos eran escopeteros por la dificultad que había para tener armas. Tenían escopetas de dos cañones. A veces la cárcel podía ser un sitio más seguro que la propia calle. Por descontado. Estando en la cárcel supimos inmediatamente que habían fusilado a José Antonio. Escribí hace cuarenta años un artículo ramplón que empezaba diciendo: “Yo he visto las ásperas oquedades que dejaron los impactos del patio de la enfermería de la Provincial...”. A nosotros nos llevaron en la semana de Navidad y a él lo habían fusilado el 20 de noviembre de 1936. Respecto a Victor Casanova, a él y a Alfredo Miller los habían trasladado a Carcagente. Cuando se enteró Victor me lo dijo y le comenté que allí al menos comería naranjas. Me dijo también que quería que yo le sustituyera en el puesto que ocupaba: como amanuense del sacerdote don Joaquín Espinosa, que era el rector del seminario de la Universidad de Orihuela, preso también, que era el que ponía el níhil obstat. Espinosa había escrito Las florecillas de San Francisco. Es en la cárcel cuando conozco el pensamiento de José Antonio, cuando me hago falangista, porque conozco a otros. Vino gente de toda España en los sitios en los que estuve. En la provincia de Valencia vino gente maravillosa culturalmente. Gente que había estado presa en la catedral de Jaén, chicos con una educación enorme. Había profesores... Todavía hay una chica –una locutora de televisión- a la que tendría que escribir porque su abuelo estuvo conmigo en la Provincial. Se llamaba Ángel Ruiz de Apodaca, de Madrid. Otro Ruiz, Ruiz Ayuca que se fue voluntario de soldado a... A mí no me llegaron a juzgar durante toda la guerra, nada.

El final de la guerra

Nos vinimos hacia Alicante y en Alicante bordeando la vía desde Alicante hasta Elche. Los que venían conmigo se han muerto todos. Uno creo que tiene un hijo que es rector de la Universidad de Granada. De apellido Rico. Tenían una tiendecita en las Cuatro Esquinitas con Zumalacárregui y El Salvador. Así que el final de la guerra me coge en Elche, en mi casa. Me tocaron a la puerta los tres o cuatro que se habían librado. “¡Che, que tenemos que ir a tomar el Ayuntamiento!” “¡Hombre, no me jodáis, que acabo de llegar!" Así que fuimos a tomar el Ayuntamiento. ¡Dios mío, había unos pistolones! El que fue de cabecilla de todos nosotros fue don Severino Herranz Sanz, que era entonces secretario de Ayuntamiento aunque de menos categoría que para una ciudad como Elche, pero había sido perseguido. En el Ayuntamiento habían quedado pelagatos nada más. Fui a la División Azul. De Elche fuimos 21 y luego algunos sueltos. Hubo uno que murió en Valencia –lo trajeron para morirse en Valencia-como consecuencia de heridas en el frente. Se llamaba León Sánchez Sáez. Era fihauero. Lo menos 10 ó 12 murieron en Rusia. En el cementerio de La Almudena de Madrid hay una cripta en la que están enterrados.

 

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