Datos biográficos
ROMÁN GARCÍA, José (Elche, 22-V-1927 - 8-II-2011). Confitero, propietario de la confitería Román de la calle del Salvador. Fue cantor de La Festa durante más de treinta años.
Pepe, Pepe… per l’amor de Déu!
Carlos Javier, Sánchez Moreno, Información, 12 de agosto de 2024
"En los bajos del número 11 de la calle de El Salvador tenía su sede la famosa confitería Román. Su propietario, Pepe Román García, cantor del Misteri, es hoy el protagonista de nuestra historia. Uno de esos personajes característicos del Elche dorado. Un hombre cercano de los del «Xe, bon dia i salut».
Su generación, la de las tertulias del Café Marfil en la Glorieta, de las que él era asiduo, fue una generación emprendedora que supo levantar Elche y convertirlo en un referente internacional. Fue uno de esos personajes destacados de esta generación, no solo por su faceta profesional, sino por su singularidad social y su personalidad. Era un hombre de los guapos de aquel tiempo, de aquellos hombres que introducían en Elche, como primicias, las vanguardias deportivas: motos, motos de agua, lanchas, ultraligeros, avionetas, etc.
Pepe es uno de los grandes protagonistas de esas gracias extraordinarias que durante los últimos años estamos recogiendo en torno a la multisecular tradición que refiere la protección de la Virgen de la Asunción a sus cantores en la Festa y que afirma que «ningú mor de desgracia».
Durante más de treinta años fue miembro destacado de la Capella del Misteri. Ya en 1970, después de veintiún años como cantor, los periódicos locales lo señalaban como un referente dentro de la misma y destacaban la singularidad de su pertenencia a la Capella por el hecho de ser el único empresario entre obreros, pues los cantores del Misteri generalmente eran «pueblo». Para participar en el Misteri, según sus propias palabras, se necesitaban tres cosas: voz, un amor inmenso a la Virgen y no tener ningún tipo de remilgos para ponerse pelucas y bigotes (requisito que frenaba als molts senyorets). Con estas tres condiciones cumplidas en él, encarnó diferentes papeles en el Misteri: fue el primer sustituto del gran Sixto como Sant Joan, encarnó el papel de Gran Rabino y, curiosamente, una única vez, el tenor de Araceli, pues aquel año, recién entrado al cel afirmó con rotundidad: «Que un altre toque la guitarra perquè jo no torne a baixar aquí». Él que voló durante años su ultraligero, no quiso volver a salir en la Recèlica, anécdota que ilustra sobremanera la experiencia que supone, literalmente, «cantar volando» en el Araceli. Fue un referente en la Festa de entre los años 60 a los 80.
Pepe había sufrido algún que otro accidente. Su carácter valiente, decidido e intrépido preocupaba a su familia, pero él, convencido de la singular protección de la Virgen por ser su cantor, contestaba a cada requerimiento: «La Maredéu està en mi». En los años 80 había sufrido un accidente gravísimo de moto que casi le ocasiona la muerte. Mientras se dirigía desde Santa Pola hacia Elche para trabajar en su confitería, tuvo una colisión casi mortal de la que, tras una costosa recuperación, salió adelante.
Pero fue a mediados de los años 90 cuando sufrió el accidente que hoy queremos referir de manera singular. Había comprado un modelo de ultraligero Quicksilver pionero en la zona. Lo guardaba en un hangar situado en El Hondo. Con él solía sobrevolar el mar dirigiéndose hacia Santa Pola del Este donde su familia tenía una residencia de verano. Angelita Pomares, su mujer, vista la experiencia de su intrepidez, le repetía con asiduidad: «Pepe, Pepe, Pepe…per l’amor de Déu que tens fills», instándole a ser prudente y a dejarse de riesgos. Sin embargo, él respondía con una convicción asombrosa: «No patisques Angelita que la Maredéu està en mi», refiriendo el amparo y la protección maternal de la Virgen que él experimentaba convencido de la multisecular tradición que él había conocido de la mano de alguno de sus antiguos compañeros de Capella.
En numerosas ocasiones sus hijos Mari Ángeles, María José y Manuel, así como sus nietos, solían acudir al espigón frente a su casa de verano pues nuestro protagonista, acercándose a ellos con su ultraligero, les tiraba caramelos desde el aire.
En uno de esos vuelos, en las horas tempranas de la mañana, sobrevolando el mar de la costa de Santa Pola a la altura de Gran Playa y Playa Lisa, se había acercado demasiado a la superficie del agua, aun creyendo él haber dejado la considerable distancia prudencial entre el aparato y el agua, soltó en un descuido la palanca que manejaba el ultraligero para mirar la hora en su reloj de muñeca, perdió el control del aparato y se precipitó al mar sumergiéndose en el mismo. Tras la colisión y habiéndose hundido bajo el agua, quedó atrapado al ultraligero con las correas de seguridad y el casco. Los movimientos para intentar salvarse de morir ahogado provocaron que un pie quedase enganchado en el pedal del aparato complicando aún más la situación. Sumergido no podía soltarse. Una lancha cercana que presenció el accidente acudió en su rescate. En su desesperación, según contaba él mismo a sus amigos, invocaba la protección de aquella Mujer en quien él había puesto su constante confianza, de aquella Mujer a quien él había rezado cantando durante tantos y tantos años la Festa de su Asunción, de aquella Mujer de quien él había sido «el discípulo amado», su Sant Joan. Los tripulantes de la lancha pudieron rescatarlo y llevarlo sano y salvo a tierra. A pesar de haber estado sumergido en el agua durante un tiempo suficiente como para haberle causado la muerte o, al menos, haberle ocasionado numerosas secuelas, salió ileso.
En el siguiente agosto al accidente, Pepe, quien había dejado de cantar en la Festa hacía una década, solicitó el permiso para salir en el Misteri como judío y agradecer a la Virgen, cantando, por la gracia de su protección. Esa Festa fue imborrable en la memoria de su familia. La noticia corrió aquel año como la pólvora, pues él no era un hombre diluido en la masa, sino un hombre conocido del Elche dorado. Aquel año todo el mundo volvió a verle sobre el cadafal, incorporado a la Judiada, para dar gracias tras su grave accidente.
Con los años vio cumplido el sueño de ver a sus nietos integrarse en la Escolanía. Pudo contemplar, abrazado a su hija María Ángeles, cómo su nieto, Javier Conejos Román, entonaba en Elche el «Gran desig» de la María por gozar de Dios pues, en el año 2001, su nieto cantó la «Maria Major» bajo la mirada del reverendo Ginés Román, quien tuvo que tomar las riendas de la dirección musical en la Festa ese año por la inesperada dimisión de Manolo Ramos a menos de 10 días de su celebración.
La peculiaridad de esta historia tan bonita posibilita comprender cómo se ha forjado la fuerza del vínculo emocional de generaciones familiares con la Festa y viene a mostrarnos que, en realidad, toda la fuerza que desprende el Misteri, toda su belleza estética y musical devenida a lo largo de los siglos y que ha envuelto su celebración hasta hoy, tienen una razón de ser. La razón de ser del enamorado y la experiencia del amor compartido. La Festa nació por amor y por amor se mantiene.
El Misteri no viviría sin este amor a la Virgen que lo hizo nacer, que lo ha mantenido durante los siglos y que será su garante de pervivencia en el futuro, pues nada es duradero sin amor. Un amor que ha hecho cultura la fe y que ha tenido experiencia viva de la misma cifrando la espectacular estética de la Festa. Mientras haya en Elche fe, vivirá el Misteri, aún sin subvenciones. Quizá más pobre pero no menos hermoso.
Deseamos que se cumplan en Elche aquellas mismas palabras que la tradición ha recogido dirigidas al apóstol Santiago por la misma Virgen María sobre el Pilar de Zaragoza: «Habrá fe en estas tierras hasta el último día». Porque así, hasta el último día, Elche entrará con Ella cada año en la eternidad de la Vida.
Pepe Román, al igual que su familia y que generaciones de ilicitanos, es la imagen de ese pueblo que cada año canta enamorado la Festa y agradece el regalo de su presencia entre nosotros.
Quisiera terminar parafraseando al actual Mestre de Capella en la reciente entrevista concedida a este mismo diario: «La mejor música del Misteri es cuando la gente grita: Viva la Mare de Déu». Quisiera hacer propiamente mío este grito enamorado, con mis compañeros de Capella y Escolanía, hacer música con su melodía pues, a Ella, por Ella y para Ella es todo nuestro canto".
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