Rodríguez Maciá, Manuel

Datos biográficos
Fecha de nacimiento
13 de diciembre de 1948
Lugar de nacimiento
Elche
Profesión
profesor universitario
Militancia
PSOE, UGT

RODRÍGUEZ MACIÁ, Manuel (Elche, 13-XII-1948). Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Pontificia de Comillas (1971) y doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense (1979). Profesor  y director del centro regional de la UNED en Elche y profesor invitado de las universidades de La Habana y Universidad Nacional de Costa Rica. Sus investigaciones se han centrado en la religiosidad popular, La Festa d´Elx. En la actualidad trabaja sobre los retos de la vida local en Centroamérica. Ha publicado innumerables artículos tanto en prensa como en revistas especializadas. Entre sus libros, Pensar la ciutat (2003), Celebrar la ciudad (2007), La identidad desde lo local (2008), La ciudad lugar de encuentro (2010). Entre 1979 y 1986 fue director del centro regional de la UNED en ElcheMilitante del PSOE, fue concejal del Ayuntamiento de Elche (Turismo y Cultura) entre 1983 y 1986. En 1986 fue vocal del Patronato Nacional del Misterio de Elche (hasta 2006) y diputado en las Cortes Generales. Entre 1987 y 1995 fue alcalde de Elche. En su gestión como alcalde cabe destacar la creación del Parque Industrial de Elche, la adquisición del Clot de Galvany, la creación del Servicio Urbano de Autobuses, el Plan Integral de mejora de los Barrios y Pedanías de Elche, la rehabilitación del barrio del Raval, la restauración de La Glorieta, la plaza del Congreso Eucarístico, la compra y rehabilitación del Gran Teatro, el Pont de la Generalitat, la Orquesta de Cámara y el Festival de Teatro Medieval. Entre 1992 y 1995 fue presidente de la Comunidad de Riegos de Levante, Margen Izquierda del Segura.Entre 1995 y 1999 fue diputado de las Cortes Valencianas y presidente de la Comisión Parlamentaria de Educación y Cultura. Especialmente relevante ha sido su contribución a la cooperación internacional, como miembro directivo del Movimiento por la Paz, El Desarme y la Libertad (M.P.D.L.). Ha trabajado en proyectos en Palestina, Costa de Marfil, antigua Yugoslavia, Timor-Este, Sáhara. Durante más de cuatro años ha desempeñado el cargo de Coordinador Regional de la Fundación Demuca (Desarrollo Municipal Centroamericano - AECID). En el año 2010 le fue concedida la Encomienda al Mérito Civil por S.M. el Rey.

MANUEL RODRÍGUEZ  MACIÁ

            Hay tres Manolos Rodríguez en la historia contemporánea de nuestra ciudad. El primero fue Manuel Rodríguez Martínez, alcalde socialista entre 1931 y 1936, gobernador civil de Castellón y de Alicante durante la Guerra Civil y exiliado en Orán hasta su muerte. Un hombre especialmente querido entre los socialistas de su tiempo y sañudamente maltratado por la Derecha Ilicitana, cuyo órgano de expresión, El Eco, le dedicó el siguiente poema, si es que lo que les voy a recitar puede llamarse poema:

“En Elx tenim un alcalde,

en cara de frare

que dihuen a perdut la vista

de tant de buscar al seu pare”.

            Tuve ocasión de preguntarle al director de aquel semanario, el maestro y periodista Antonio Sánchez Pomares cómo publicaron semejante barbaridad. Recuerdo que se disculpó contándome que le cogió fuera de Elche cuando el semanario publicó el exabrupto, pero poco más. Lo curioso del caso es que cuando la familia me permitió ver la única colección conservada, el ejemplar en cuestión había sido convenientemente expurgado, con lo que la única referencia al asunto se puede encontrar en la respuesta no menos virulenta del semanario socialista El Obrero. Lo de buscar a su padre tenía que ver con que el alcalde era hijo extramatrimonial de un acaudalado industrial local del que, si no me insisten, prefiero no decir nada más. Hoy, que seguimos viviendo en un país agrio y desagradable, en el que el respeto no es precisamente la norma, merece la pena recordar tiempos en los que del desprecio se pasó directamente al exterminio del rival político.

            El tercer Manolo, Manuel Rodríguez Menéndez, es el actual portavoz del Partido Popular en el Ayuntamiento de Elche, al que desde aquí le envío un cordial saludo y un llamamiento a que considere que defender una opción política diferente a la suya no convierte necesariamente al discrepante en una calamidad humana. Es más, hoy que los militantes del Partido Popular se consideran en general liberales, habría que recordarles que la Iglesia Católica siempre consideró el liberalismo como pecado y algo de razón tenían, porque algunos seguimos pensando que el Estado está, por encima de cualquier otra función, para corregir desigualdades y para impulsar el bienestar de la ciudadanía.

            Y vayamos, pues, al Manolo que hoy toca y que es Manuel Rodríguez Maciá. Manolo nació en Elche, el 13 de diciembre de 1948 en una modesta familia de cinco hermanos, porque muchos estamos aquí gracias a la política natalista propiciada por Franco. No es que le debamos la vida a Franco, pero puestos a cumplir con los requisitos de la familia numerosa, poco sentido tenía quedarse en tres hijos. Algunos, con tal de ser premiados, superaron los doce hijos y se convirtieron en familias de honor, como así se llamaban a los más intrépidos.

            Manolo guarda un especial recuerdo por su abuelo paterno, Manuel Rodríguez Irles, un artesano que trabajó en la posguerra en la reconstrucción del altar mayor de Santa María. Al contrario de lo que era frecuente, el abuelo era hombre de una muy seria religiosidad, mientras la abuela sentía la simpatía habitual de este pueblo por la Mare de Deu, pero hasta ahí. Por cierto, la abuela murió 15 días después del abuelo porque debió pensar que no le quedaba nada más que vivir. El recuerdo de los abuelos, transmitido a hijos y nietos fue muy significativo para Manolo, en lo que tenía que ver con la bonhomía,  la ecuanimidad o la importancia del trabajo bien hecho.

            Manolo conoció como chiquillo el grueso del sistema educativo ilicitano. Pasó por las Carmelitas de la calle Comisario hasta los siete años, por la escuela de Julio Ramón Segrelles en la calle Major de la Vila, del que recuerda que, entre sopapo y sopapo, al menos le aficionó a Cervantes. Fue también a la academia Oliver por estar cerca de su casa en el barrio del Pla y allí vivió su primer conflicto armado. El maestro le dio una buena tunda y Manolo se la devolvió arrojándole un tintero y saliendo despavorido de la escuela. Esto por lo visto era bastante frecuente entre la gente de su generación. Mi hermano Adolfo también se escapó de la escuela de don Honorio, un maestro que pegaba sólo los sábados como fórmula de organización del trabajo docente: te veía hablando el lunes, te apuntaba en su libreta y el sábado repartía las condecoraciones pertinentes. Después del incidente del tintero, pasó por la escuela parroquial de San Juan, con Juan Bañón como maestro y, al parecer, con menor peligro para la integridad física de Manolo. El ingreso lo hizo en el Colegio de la Asunción y pasó un curso en el Instituto Laboral, en su primer emplazamiento junto al Trust. Y sin que, al parecer, tuviera mucho que ver con la decisión, contado con sus propias palabras, “me llevaron” al Seminario, porque no se trataba tanto de hacerse cura como de poder estudiar el bachillerato: la opción del instituto alicantino con el Granadino como transporte no era precisamente la más recomendable y el resto de alternativa (el colegio Santo Domingo de Orihuela o los franciscanos de Onteniente) quedaban sólo para familias adineradas.

            En medio de semejante trasiego escolar, Manolo se convirtió en un lector voraz y se organizó por su cuenta y riesgo su currículo intelectual a base de clásicos: Cervantes, Calderón, el Arcipreste de Hita, Balmes, Ortega, Romano Guardini. Del seminario guarda dos recuerdos entrañables, que se comía fatal –y Manolo se come casi todo- y que tenían una biblioteca y una discoteca –de música clásica, tengan en cuenta la época-  fantásticas. Como el entonces rector del seminario, Juan Martínez, era amigo de la familia, tuvo bula y le dejaron leer y escuchar todo lo que cayó en sus manos. Esto entenderán que pasó con muy poca gente de su generación, dedicada en buena medida a jugar al fútbol y a memorizar sin remedio un compendio de saberes bastante inútiles.

            Total que pasó en el Seminario de Orihuela entre los 11 y los 16 años, leyendo cosas raras como el Antiguo Testamento y San Juan de la Cruz y acabó en Murcia haciendo el Preu.  En torno a 1969 se matriculó en Filosofía en la Universidad Pontificia de Comillas, con una beca del Ayuntamiento de Elche y allí se encontró con uno de los profesores que ejercería sobre él mayor influencia: Martín Velasco. La carrera la tuvo que hacer deprisa y corriendo porque su padre estaba enfermo, con lo que terminó la licenciatura en tres años y realizó no una sino dos tesinas, en la Pontificia que defendió en 1972 y en la Complutense al año siguiente. Su tesis doctoral la defendió también la Complutense en 1979, dedicada a Emmanuel Mounier.

            Sus primeros trabajos fueron los de profesor de antropología en el ICE Pablo VI de Madrid entre los años 1972 y 1975 y como profesor de Psicología de la UNED entre 1975 y 1979. Al año siguiente se hizo cargo de la dirección del centro de la UNED en Elche y en 1981 obtuvo una plaza como profesor titular de Enseñanza Secundaria.

            Y, naturalmente, la política. Militó en las JEC (Juventudes de estudiantes católicos) e ingresó en el PSOE en 1975, aunque sus primeros contactos con el socialismo los tuvo en Madrid, a principios de la década de los setenta, de la mano de la que sería diputada en la primera legislatura democrática, Helena Flores. Lector de Pablo Iglesias, de Julián Besteiro y, puestos a elegir, prefiere a Indalecio Prieto y no tanto a Francisco Largo Caballero, como suele ocurrir con los que frecuentan lecturas de aquel tiempo. Su carrera política comenzó como concejal de Turismo y Cultura entre los años 1983 y 1986, diputado a Cortes Generales entre 1986 y 1989 y alcalde de Elche entre 1987 y 1995. Como alcalde, cabe adjudicarle importantísimas mejoras para nuestra ciudad como la creación del Parque Industrial de Elche, la adquisición del Clot de Galvany, la creación del servicio urbano de autobuses, el plan integral de mejora de los barrios y pedanías de Elche, la rehabilitación del barrio del Raval, la restauración de la Glorieta o de la plaza del Congreso Eucarístico, la compra del Gran Teatro, la creación de la Orquesta de Cámara, el Festival de Teatro y Música Medieval, la colección Temes d´Elx, la revista de la UNED, L´Arrel, entre otras muchas e importantes realizaciones.

            Su obra literaria y periodística es bien conocida por todos. Libros y capítulos de libros, centenares de artículos en revistas de investigación y medios de comunicación y una muy relevante acción en el ámbito de la cooperación internacional, especialmente en Centro América, como Cuba, Costa Rica y Bolivia.

            Debo terminar con mi más sincera enhorabuena a Manolo Rodríguez y agradeciéndole su permanente reflexión sobre en el ámbito de la ciudad y en lo que tiene que ver con la nuestra. Un tiempo especialmente tan difícil como el que estamos viviendo nos obliga a pedirle que mantenga su esfuerzo intelectual y que los demás nos apliquemos el cuento. Quiero también felicitar al Institut d´Estudis Comarcals por su contribución, por mantener una excelente revista como La Rella y por haberme permitido estar con todos vosotros.

Miguel Ors Montenegro

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