Pasar al contenido principal

Pomares Agulló, Juan Jerónimo

Enviado por José Vte. Castaño el
Datos biográficos
Fecha de nacimiento
14/10/1910
Lugar de nacimiento
Elche
Lugar de muerte
Elche
Profesión
Comerciante, constructor

<Un hombre pequeño pero grande de corazón" 

Memorias de:  Juan Jerónimo Pomares Agulló  Mayo de 2000 

 

Nací el viernes 14 de Octubre de 1910, día de San Calixto y Santa Fortunata, en Torrellano, pedanía de la Ciudad de Elche, hijo de Juan y Antonia, un matrimonio de agricultores afincado en esta pedanía. Fui pequeño pero grande de corazón y durante el transcurso de mi vida creo que he sabido, en cada momento, estar en el sitio que me correspondía. En mi infancia, y a muy temprana edad, me llevaron a trabajar en la agricultura, cosa que recuerdo no me gustaba. Ante ello, a los 7 años mis padres decidieron mandarme a Elche a casa de un tío que era el Vicario de la Iglesia de El Salvador con quien estuve unos años.  Durante este tiempo asistía al colegio y le realizaba a mi tío todos los encargos. Recuerdo que me dijo todos los sitios donde tenía que efectuar las compras, para lo cual mi tío me daba 2 ptas., y con este dinero debía comprarlo todo. Transcurrieron los años y al morir mi tío debí volver al campo, reincorporándome a los trabajos de agricultor con mis padres. 

 

Seguía sin gustarme este trabajo, por ello decidí buscar otra ocupación y regresar al pueblo. Eran días difíciles, pero finalmente conseguí colocarme de dependiente en casa de D. Rafael Penalva Blasco, que tenía una tienda de bar y comidas en una que esquina de la plaza de abastos, antes de llegar a la pescadería. Estaba situada en la zona que hoy conocemos como "Plaza de las Flores". Durante un tiempo estuve trabajando con el Sr. Penalva, intentando aprender el trato con la clientela y el funcionamiento de la casa. Cuando cumplí los 16 años, decidí ingresar en la marina de guerra, donde pasé tres años de mi vida, durante los que realicé multitud de cursillos hasta que decidí estudiar para torpedero. Tenía clase todos los días en los barcos que se habían habilitado para ese menester, finalizando los estudios con éxito y siendo nombrado torpedero. Embarqué en el destructor "Gravina", buque de guerra muy bien dotado de armamento y una tecnología bastante avanzada para la época, poseedor de un gran poder de fuego y con una dotación de hombres muy preparados. Estaba destinado a labores de control por el Mediterráneo, cuya jurisdicción correspondía a la base de Cartagena. También cumplía funciones de adiestramiento avanzado de personal altamente especializado convencionales, de uso en todo tipo de buques y fundamentalmente en torpedos. Fui destinado al Grupo de Torpedos núm. de D. Manuel Pulido, que posteriormente fue nombrado profesor instructor de alumnos para esa convocatoria de especialistas. Al comenzar las clases me pude dar cuenta rápidamente que este señor estaba muy "verde", pues desconocía muchas de las cosas que yo tenía, al mando en torpedos, a la que pertenecía mi grupo, aprendidas anteriormente.  Como anécdota podría contar lo ocurrido un día en una de sus clases: este señor (el Sr. Pulido) salió a la pizarra y puso una parte de un torpedo que estaba mal, yo al percatarme de ello no me pude contener y le dije "D. Manuel eso no es así", visiblemente enfadado me contestó "Venga usted Sr. Pomares y hágalo de forma correcta". Me dirigí a la pizarra, borré todo lo realizado por él y lo hice de forma correcta y volví a mi sitio. Al terminar la clase me indicó que quería hablar conmigo. Cuando se marcharon todos los alumnos me llamó al orden, indicándome que debía haber sido más prudente y no corregirle delante de todos los alumnos, que podía haber esperado al final de la clase, a lo que yo le contesté "Perdone, pero no me he podido contener, no volverá a ocurrir ". A los cuatro meses finalizó el curso y se convocaron los exámenes, que se celebraron en el "Libertad". Ese día, ante la junta calificadora, D. Manuel extendió un croquis de carga de profundidad, que sabía perfectamente que yo desconocía, pues jamás había visto una. Antes que pudiera preguntarme, le dije que recogiera el croquis pues era imposible que conociera las leyendas del mismo y su interpretación, si deseaba que le hablara de la carga de profundidad estaba dispuesto a hacerlo pero no sobre un croquis que no había visto jamás. A nuestro regreso al buque el Comandante estaba en cubierta y le preguntó a D. Manuel qué tal había ido el examen y la actitud de los alumnos. Entonces el Sr. Pulido, con sinceridad, le contestó: "Mi señor, si hubiera habido puntuación, el Sr. Pomares habría obtenido un 10 y sin lugar a dudas el número 1 de la promoción. 

 

Terminada la guerra civil, la escuadra fue destinada a Viserta (Túnez). Marchó con toda su dotación de hombres al completo. Una vez en puerto llegó una nueva orden, siendo destinada al Sahara. A los pocos días se publicó una disposición de la Junta Militar Central, firmada por el Generalísimo Franco, autorizando a todo el personal militar que no estuviera implicado en delitos de sangre y en acciones antigubernamentales, tras una breve prueba pericial, a retornar a la península. Como yo no incurría en ninguno de los casos contemplados por la Disposición, pude retornar, volviendo a la base de Rota en Cádiz. Allí me juzgaron y como no había nada que condenar, pues durante toda la contienda mi conducta, pienso, fue intachable, fui absuelto y me concedieron la libertad. Por tanto me podía incorporar de nuevo a la marina. Entonces ingresé en la Escuela Naval de Cádiz, donde, por entonces, estaban realizando simulacros de desembarco a diario. Me ordenaron incorporarme a un batallón que tenía que realizar un desembarco en una isla, cosa que no me resultaba nada atrayente. Por este motivo me dirigí a mi superior para comunicarle mi decisión de no asistir a esta maniobra. Esto ocasionó que tuviera que abandonar la Escuela. Al día siguiente me hicieron entrega de mis documentos, cargué con todas mis pertenencias y regresé a Elche. 

 

A mi regreso a casa, y teniendo en cuenta que entre todos los trabajos que había realizado, el que más me gustaba era el de atención al público, fui a ver a D. Rafael Penalva que tenía una casa con tres locales y le pedí que me alquilara uno, con la intención de montar un  pequeño negocio de ultramarinos que pensaba  gestionar por mi cuenta. Me alquiló un local en la plaza de Abastos, donde comencé mi pequeño negocio con muy pocos medios, pero que en muy poco tiempo se hizo muy popular, ya que comencé a traer productos que hasta entonces solo se encontraban en Alicante. Supe enfocarlo de tal manera que me llevé toda la clientela del comercio de la zona. Todos los lunes, cuando cerraba la tienda, a las dos de la tarde, me iba a Alicante. Cogía el autobús que realizaba el trayecto entre Elche y Alicante el coche de Mollá, en el Paseo de Francos Rodríguez, situado en lo que hoy es Eres de Santa Llúcia, sobre las tres de la tarde llegaba a la capital y empezaba mi recorrido, primero a Casa Bardisa, seguidamente visitaba la Aceitunera Alicantina, de ahí me acercaba a Monerris, después iba a a Vda. de Tomás Rodríguez. Realizados los pedidos visitaba a José Moyá, desde allí marchaba a Cafés Jurado y finalmente realizaba las últimas compras en Mollá y Bonmati. De todos estos proveedores me traía algún pequeño paquete que podía transportar en el autobús. El resto de los pedidos me los de mandaban al día siguiente por medio de Transportes Sansano, que era el recadero que hacía el servicio de Alicante a Elche.  El negocio fue creciendo. En poco tiempo ya tenía dos mostradores y cuatro empleados atendiendo a los clientes y entre todos no podíamos con el trabajo. El establecimiento se hizo muy popular y era conocido por la "tenda de Juanito el de la plaça". 

El aumento de ventas hizo que pudiera empezar a suministrarme directamente de fábrica a través de diversos representantes. Pude entablar gran amistad con algunos de ellos, como Masanet y Grau que me suministraba quesos, D. Isidro Avellanet de la firma Productora Tocinera al que le compraba sobrasada, el representante de Mantequerías Arias que me vendía la mantequilla. El salchichón se lo compraba a la empresa Vda. de Pablo Riera; las conservas eran de Conservas Martínez Rodenas y los salazones los traía de Molla y Bonmati. 

En aquellos años no existían las grandes productoras de aceite actuales, a excepción de Ybarra, que fue una de las primeras grandes del sector, que solo vendía a empresas mayoristas. Por ello, me suministraba el aceite de oliva de la firma alicantina Gaspar Peral, a quien le podía comprar las cantidades que necesitaba para la venta semanal. 

Guardo un especial recuerdo de las llamadas del Sr. Masanet, que solían ser siempre a partir de las 12 de la noche, porque el coste de la llamada era más barato. Cuando escuchaba el sonido del teléfono a esas horas, ya me imaginaba que el Sr. Masanet me anunciaría el envío de una partida de quesos, que, aunque yo no le había pedido, el sabía que los vendería, como en realidad sucedía; pues era un queso de una gran calidad que solo en mi establecimiento se podía comprar. Mi gran temor ante sus podía llamadas era encontrar el lugar adecuado donde almacenar tantas cajas de queso, ya que sus envíos, en algunas ocasiones, podían alcanzar las 400 cajas. De todos modos, es cierto que mi en establecimiento se vendían diariamente entre 10 y 15 bolas de queso. Gracias al Sr. Masanet y sus envíos de queso obtuve grandes ganancias que pude invertir en mejorar el establecimiento y conseguí un gran prestigio entre la clientela por la calidad del producto y por tener siempre existencias de un bien muy escaso en la época.

Toda la burguesía del momento era cliente del establecimiento. Familias tan conocidas como los Brotons, los Samper, y los Ripoll, que iban a comprar incluso los domingos aunque el comercio estaba cerrado. Recuerdo que D. Antonio Ripoll solía llamarme por teléfono a casa para que abriera la tienda porque se iba a pasar el día al campo y necesitaba unos fiambres. Solía venir a las 9 de la mañana a la puerta de la tienda con su tartana y un gran cesto de mimbre que llenábamos con fiambres tales como: jamón, queso holandés, salchichón de "La Viuda", chorizo pamplonés y salazones. 

De estos años de contacto con el público podría contar muchísimas más anécdotas como: "Un día se presentó un guardia civil y me pidió un Kilo de azúcar, que le entregué al momento, lo recogió y hizo mención de marcharse sin pagar, ante lo cual le indiqué que me lo pagara y se molestó, abonándome el precio oficial del azúcar no el que le había pedido, lo que le recriminé indicándole que yo lo compraba mucho más caro como el muy bien debía saber, ante lo que hizo caso omiso y saliendo del establecimiento, desde la puerta me dijo: "le costara muy caro ". Días más tarde recibí la visita de la "fiscalía" por indicación de este señor, y efectivamente me  costó más caro pues tuve que pagar una sanción  totalmente arbitraria muy cuantiosa y además se me hizo la recomendación de que a partir de ese  momento atendiera "correctamente" a los  miembros de la autoridad". 

Durante estos años, conseguí situarme en una posición económica cómoda que me permitió contraer matrimonio con Teresa, la que sería la mujer de mi vida. Nos casamos el 25 de julio de 1946 a los 33 años. Como anécdota podría contar que el día anterior a mi matrimonio (el 24 de julio) todavía no había dado los datos en la iglesia. Aproximadamente a las 11 de la mañana, de ese día se presentó el señor cura en la tienda que se encontraba abarrotada de clientes, y delante de todos dijo en voz alta: "este señor se casa mañana y todavía no me ha dado los datos. Me hace madrugar para decir la misa a las 6 de la mañana para poder irse de viaje y no tiene tiempo de ir a la parroquia" y allí mismo cogió un papel de los usados para envolver los fiambres y se tomó nota de los datos que necesitaba diciendo: "todos los presentes son testigos que he tenido que venir personalmente". 

Actuó de padrino D. Julio Mompó Catalá; a quien por cierto se le hizo tarde, por lo que, ante su ausencia, al comenzar la ceremonia tuvo que suplirle D. Manuel, propietario de Maderas Cantabria, realizando el cambio mediada la Misa a la llegada de D. Julio, quien visiblemente afectado pidió disculpas. La madrina fue Dª Carmen Martínez Albert, quien al finalizar la ceremonia y en tono de humor recriminó a D. Julio su tardanza: ante ello nuevamente pidió disculpas y agradeció a D. Manuel su disposición. 

Fruto de mi matrimonio tuve tres hijas. La primera nació el día 21 de Diciembre de 1948 y acordamos ponerle por nombre Antonia María, en recuerdo de mi madre; la segunda hija vino al mundo el día 28 de Agosto de 1955 y por deseo de ambos fue bautizada con el nombre de María Teresa, como su madre; ocho años después, el día quince de Febrero de 1963, tuvimos nuestra tercera hija, María Asunción, nombre que le impusimos en honor a la patrona de Elche, la virgen de la Asunción 

En el año 1991 tuve la desgracia de perder lo que más quería, mi esposa que me había dado 45 años de felicidad. La mujer que fue para mi una bendición de Dios, quien siempre estuvo a mi lado en todos los momentos difíciles y cuya ausencia dejó un gran vacío en mi vida. 

En la década de los cuarenta, establecí mi domicilio en la calle del Doctor Caro, muy cerca del entonces popular Cine Ideal. Era un edificio de planta baja y tres alturas que yo había reformado. La primera planta o bajo la usaba como almacén de la tienda, tenía una cámara de frío y varias dependencias. Desde allí y a medida de las necesidades, trasladaba los géneros a la tienda. El queso holandés muy escaso en aquellos años, ya que se importaba bajo cupo, solía almacenarlo en grandes cantidades, con lo cual conseguía que no me faltara y toda la gente sabía que en casa de "Juanito" podía encontrar queso holandés de primera calidad. 

A comienzos de los años 50 compaginé mi actividad en el negocio de comestibles con el de la construcción. Había comprado a D. Eduardo Verdú Quiñonero, empresario de la conocida firma ilicitana ‚"La Zapatillera", una extensión de terreno que ocupaba desde las casas de Román hasta el entorno popularmente conocido como San Crispín. 

Comencé a construir pequeños bloques de viviendas para gente humilde y el beneficio que obtenía lo iba reinvirtiendo en la construcción de nuevos edificios cada vez mayores.  Por esta época, mi situación económica fue lo suficientemente buena como para permitirme nuevas inversiones. Entonces compré una parcela en la partida de Alzabares, en la zona conocida como de Hogar Jardín. Su costo se elevó a 15.000 ptas. de la época. Un tiempo después decidí construir una casa y entonces me di cuenta que la edificación se quedaría muy pegada a las casas colindantes. Fui a ver a D. José Agulló, el de la imprenta, a quien le había comprado la parcela para que me vendiera la que estaba junto a la mía al sur de la misma. Este señor estaba dispuesto a venderme la parcela pero ya no por el mismo precio que la primera, esta segunda parcela me costaría 16.000 ptas., a lo que accedí comprándola por este importe. Después comencé a construir la casa primitiva que con el transcurrir de los años reformé hasta quedar tal como está en la actualidad. La plantación de todo el arbolado existente en la parcela, tanto de frutales, como de sombra y jardinería la realicé poco a poco durante los primeros años, aprovechaba el poco tiempo que me quedaba libre los fines de semana para dedicarme a este este  menester. 

Para la confección de los proyectos de la mayoría de las viviendas que construí conté la inestimable colaboración del Dr. Arquitecto Don Francisco López, gran profesional y mejor amigo con quien compartí muchísimos de los problemas derivados de sacar adelante tan ingente cantidad de viviendas edificadas en los 35 años que estuve dedicado a esta actividad. Durante todos los años que me dediqué a la construcción conseguí levantar alrededor de 600 o 700 viviendas; que son 600 o 700 amigos que he tenido, pues desgraciadamente ya han  desaparecido muchos de ellos. 

Siempre intenté que todos pudieran hacer frente a sus pagos. Para ello les facilitaba la mejor financiación posible en el momento, con subrogaciones de préstamos que yo conseguía y mediante financiación por mi parte.  Dentro de las posibilidades existentes, siempre intenté dotar a las viviendas que construí con los mejores materiales posibles para proporcionarles las mejores condiciones de habitabilidad al menor coste. Siempre construí pensando en el poder adquisitivo de las personas a las que iban dirigidas: trabajadores con un poder adquisitivo bajo y que en su gran mayoría procedían de la inmigración, que en esta época fue muy importante en nuestra ciudad.  Toda la infraestructura de la zona, tanto sanitaria como de servicios (alcantarillado, agua, luz, asfaltado...), la hice cubriendo yo todos los gastos, desde la "Yesería de Román" hasta San Crispín, ya que de otro modo el ayuntamiento no me daba los permisos para construir.  Por este motivo, cuando una familia compraba una vivienda en la zona (tanto de las que construidas por mí como por otros constructores) yo debía de autorizarles, mediante un escrito, después de abonarme la cantidad correspondiente, para que el ayuntamiento les concediera la acometida del agua. 

Recuerdo un caso ocurrido en aquellos años: Se había construido el grupo de viviendas conocido como "EI Toscar" situado al margen izquierdo de la carretera de Aspe del momento. Dos días antes de su inauguración no tenían la correspondiente dotación de agua y me llamó el Alcalde diciéndome que el Ministro de la Vivienda venía al acto inaugural y que por favor les firmara el documento para que les pudieran dar agua, ante lo cual yo, muy tranquilamente, le indiqué que el promotor no me había abonado el importe de la acometida por carecer de dinero para ello. Entonces, con el Alcalde de intermediario, llegué al acuerdo con el promotor, que tenía una fábrica de bloques de hormigón, que me pagara con materiales de construcción, por lo cual estuvieron durante dos noches y un día de forma ininterrumpida, trayendo camiones de bloques a uno de mis terrenos, esta forma, una vez cobrada la deuda, yo les firmara la autorización para que de les  de  la  acometida,  procediendo al enganche a la red horas antes de  la llegada del Ministro. 

Debido a esta actividad inmobiliaria hice gran amistad con los alcaldes que estuvieron al estos años. Entre los que podría destacar a Vicente Quiles y Ramón Pastor, con los que tuve una relación más estrecha.  Recuerdo que D. Vicente Quiles, cuando que tenía que solventar algún tema, me hacía madrugar a las 6 de la mañana pues siempre me citaba a las 7 de la mañana en la obra y previamente debía ir al comercio a abrir y dejarlo todo a punto. Recuerdo perfectamente su inconfundible figura a las 7 de la mañana, en invierno todavía de noche, puesto de gabardina y sombrero esperándome en la obra y con su habitual saludo: "Juanito dóna't presa que tenim que treballar". Y yo siempre le contestaba:  "Vicente ja saps que tenia que passar per la plaça a obrir la tenda ".  Con Vicente compartí multitud de anécdotas, por citar una: Cuando construí el edificio de Plaza Parque un día me llamó y me dijo: "Juanito a les 2 en el Passeig de l'Estació", ante esta llamada, a las 2 de la tarde me presenté en el Paseo de la Estación y allí se encontraba el Alcalde que me cogió por los hombros colocándome de frente al edificio y  me dijo: " Juanito tens que canviar-li la façana de I'edifici, no pega amb el del costat" que era donde el vivía y vive todavía. Tras una breve discusión él se mantenía en sus trece de que debía cambiar la fachada y yo seguía decidido a no efectuar cambio alguno, diciéndole: "Vicente jo no tinc la culpa que al teu edifici li hagen fet una façana tan lletja i poc original, aquest edifici l'ha dissenyat el millor arquitecte que hi ha a Elx en aguests moments, per tant no pense fer cap canvi". Acabada la construcción, un día me encontré con Vicente y me dijo: "Juanito, t'has eixit amb la teua, però s'ha quedat un un pegat". 

Estando al frente de la Alcaldía D. Ramón  Pastor y ya en  mis  últimos años como  constructor, entablé una sincera y gran amistad  con él; solía venir por la tienda se sentaba en una  silla y pasábamos largo tiempo charlando. Muy  frecuentemente me decía "Juanito vengo aquí  la  porque me encuentro muy a gusto contigo, la gente que dicen ser mis amigos vienen  al Ayuntamiento a pedirme cosas que saben de antemano que no puedo hacer con lo que me ponen en el compromiso de tener que negárselo. No quieren entender que estoy para servir al pueblo y no para favorecer a mis amistades". Jamás tuve la tentación de aprovecharme de esta situación y todos los favores que le solicité fueron causas de justicia. Más bien salí perdiendo en mi relación de constructor con en Ayuntamiento, pues nunca me negué ante cualquier petición de la Concejalía de Obras. 

 

Durante muchos años seguí compaginando el comercio y la construcción y un buen día decidí constituir una sociedad junto otros comerciantes del sector de la ciudad  Tras realizar todos los trámites pertinentes se constituyó la mercantil ADUSSA, compuesta por 122 socios y dedicada a la compra-venta al mayor de todo tipo de ultramarinos, bebidas, detergentes, conservas. En fin todo lo que se pudiera vender en una tienda de comestibles. Se convocó la primera junta y a mi llegada a la reunión pude apreciar que estaban Pepito Villalobos y José Castaño y junto a ellos una silla que había quedado vacía y que todos por unanimidad dijeron que era para Juan Jerónimo Pomares. Por mayoría absoluta fui elegido  primer Presidente de la Sociedad.

  Este primer consejo de administración estaba formado por: 

PRESIDENTE: Juan Jerónimo Pomares Agulló 

VICE-PRESIDENTE: Leonardo Alonso. 

 SECRETARIO: Marcos Ramírez 

CONSEJEROS: José Castaño, Lorenzo Román, Andrés Guilló,  Pedro Antón . 

ASESOR FISCAL: Luis L. Valls Trives. 

La sede de la sociedad quedó establecida en un local de alquiler que tenía una superficie de 300 m2 y con no muy buenas condiciones. En muy pocos meses resultó insuficiente para el auge que estaba adquiriendo el negocio. Le propuse a la Junta la compra de un solar existente en el "barrio de La Rata", allí se podía construir un edificio de viviendas quedándose la sociedad sede los bajos que nos servirían de nueva sede y almacenes. Con mi ayuda, la sociedad compró un solar de 2.500 m2 compuesto de planta baja para local comercial y cuatro alturas. Todo el proyecto se llevó a efecto bajo mi dirección y ayuda, tanto económica como material y ciertamente no fue una empresa dificil. Todo transcurrió de acuerdo con lo previsto y un año y medio después eran inauguradas las nuevas instalaciones de Adussa. La marcha de la empresa era inmejorable y nuevamente en poco tiempo estas instalaciones se quedaron insuficientes. Se había alcanzado un volumen de operaciones muy grande para la infraestructura y logística de la que disponíamos y de nuevo tuve que decidir, con la ayuda de toda para la Junta, el futuro de expansión de la sociedad. Decidimos seguir creciendo y conseguir un mayor tamaño de empresa y para ello fue necesario dotarnos de nuevos almacenes. 

Fue adquirida una finca de 5.000 m2 en la carretera de Matola, lugar que se consideró idóneo al estar en una zona cercana al núcleo urbano y tener un precio asequible el metro cuadrado.  Además estaba convencido que en unos años se revalorizaría de forma ostensible. Construimos una nave de 1.500 m2, con una planta alta para oficinas. Estaba dotada de planta, muelles de carga y descarga, rampas, instalaciones frigoríficas, etc.; que transcurridos breves meses nos vimos necesitados de ampliar, con 500 m2 más, dado que el negocio seguía creciendo de forma consolidada. 

Durante cuatro años ostenté la presidencia de la sociedad y en este tiempo los beneficios fueron en aumento ejercicio tras ejercicio. Estos beneficios no eran excesivos, pero se consolidó de forma firme la sociedad, tenía un patrimonio saneado y todos los miembros podíamos disfrutar de unas condiciones de compra que de otro modo hubieran sido imposibles de conseguir y además obteníamos un servicio y una financiación muy buena. Hubo  un  momento que,  ante  la  imposibilidad de poder atender la administración  como era debido, decidí dimitir dejando la presidencia en manos de otro socio que pudiera dedicarle más tiempo, pero esta dimisión no me fue aceptada por la Junta, indicándome que ellos pondrían todos los medios para que pudiera seguir desempeñando el cargo. 

Con el fin de facilitarme, en la mayor medida, mi asistencia a las juntas, se acordó que las reuniones de la Junta se celebrarían en mi despacho particular, a lo que accedí. Durante un tiempo celebramos las reuniones en mi casa, pero esta situación no era viable por multitud de motivos, era pero fundamentalmente por las molestias que causaba a mi familia y por los mismos motivos que en mi anterior dimisión le había expuesto a la Junta. Por ello nuevamente presenté mi dimisión, en este caso irrevocable; comprometiéndome a ayudarles en todo cuanto estuviera a mi alcance. 

 Con el paso de los años y tras la desgraciada desaparición de muchos de los socios  que fueron el embrión y los impulsores de la sociedad y mi total desvinculación de la misma desde que dejé mi negocio de comestibles, a pesar de no haber dejado nunca mi participación accionarial, la sociedad fue gobernada con unos criterios comerciales y financieros muy distintos de los instaurados por los creadores. Su política de ventas y su afán por crecer a cualquier coste, aun a base de un fuerte endeudamiento, la llevó a un callejón sin salida. Los embargos se sucedieron, los socios no hacían frente a sus compromisos y todo ello, agravado por una falta de tesorería, abocó a la sociedad a la suspensión de pagos y la muerte. 

 

En el año 1975 decidí emprender una nueva  faceta comercial y constituí  la  mercantil  PARROT, S.L., con sede en la Plaza del Parque y  dedicada a la venta al menor de artículos de  regalo y decoración. Al frente este negocio estuvieron durante unos años mis hijas Antonia y  María Teresa, secundadas por dos empleadas, mientras yo  me hacia cargo de la gerencia, que desempeñé hasta que cedí el negocio a mi hija Antonia, quien lo continua en la actualidad con la  ayuda de su marido, habiendo conseguido gran renombre y popularidad en toda la Ciudad por su seriedad, atención y compromiso de calidad; no faltando en sus estantes los mejores artículos de las más afamadas marcas mundiales. 

No quisiera pasar por alto mi amistad con D. Pedro Bardisa, resultante de nuestras relaciones comerciales, que poco a poco se fue estrechando. Como consecuencia de esta relación conservo un recuerdo material muy entrañable para mi; mi vehículo Mercedes Benz que en los fue primeros años setenta le adquirí a D. Pedro. 

Un día se presentó en casa, sin previo aviso  y me dijo "Juanito sal un momento a la calle, que quiero que veas una cosa" allí estaban dos flamantes Mercedes Benz, "He venido para que pruebes el mejor coche que jamás se ha construido; una joya de la ingeniería Alemana. Te puedes quedar cualquiera de los dos, el que más te guste y no me vale que digas que no necesitas un coche de estas características; pues solo uno de los dos volverá a Alicante".  Realmente me encontraba bastante aturdido, jamás me había planteado adquirir un "Mercedes", pero D. Pedro estaba firmemente decidido a dejar uno de ellos en mi poder, así que sin mediar más conversación señaló con el índice el que debería quedarme diciendo "Quédate este que te costará más barato y es Diesel", acto seguido me hizo entrar en casa, pasamos al despacho, se acordó la operación y cerramos el trato. Se valoró en un millón de pesetas a pagar a mi comodidad.  Charlamos unos cinco minutos de otros temas y se marchó de nuevo hacia Alicante dejando en la puerta mi flamante nuevo vehículo, que, justo es reconocer, en todos estos años nunca me ha dado ningún problema. 

 

Una de mis últimas actividades ha sido la  creación del "Club de la tercera edad San Crispín"  Una mañana de Julio, del verano del 81, había ido a realizar una visita en uno de los edificios que estaban en construcción en la zona de San Crispín y me llamó poderosamente atención ver a cuatro hombres, ya muy mayores, bajo uno de los pocos algarrobos que aun quedaban en la zona, jugando naipes. Me acerqué y les pregunté porque estaban allí y me contestaron "Hemos estado toda la vida vida trabajando y ahora que está llegando el final de nuestras vidas, cuando estas jubilado no tienes donde poder ir a jugar una partida de cartas". Sin dudarlo ni un instante les contesté, tengo un local en esa calle, señalando hacia la calle Ant. García Cayuelas y desde este instante esta a disposición de Vds. para lo que haga falta; dentro de tres días les espero en el local.  El día acordado me presenté en el lugar de la cita, ante la sorpresa de los allí presentes, que, la verdad sea dicha, no esperaban que yo asistiera. Reunidos de forma informal les comenté mi proyecto de acondicionar el local y crear un club para la tercera edad para la gente de la zona, sufragando por mi cuenta todos los gastos que ocasionara. Me sentía muy agradecido, yo era y aun lo soy  muy popular en el barrio y eso se lo debía a todos ellos, por la confianza depositada en mi, al  comprar las viviendas que construía. Nunca nadie dijo nada negativo de mi, al menos que yo sepa y todos estaban orgullosos de poder contarme entre sus amistades. Me puse en contacto con mi abogado y gran amigo D. Julio Mompó Català, con el fin de que me ayudara a constituir el Club, dotarlo de personalidad jurídica, confeccionar los Estatutos y realizar todo lo concerniente a su legalización  en la Conselleria, el Ayuntamiento, etc. 

Mientras tanto, mandé acondicionar lo que iba a ser la sede del mismo, procedí a la compra del mobiliario y enseres necesarios, mesas, sillas y juegos de mesa. Después paulatinamente se fueron adquiriendo más juegos, tapetes. Se vio la conveniencia de montar una pequeña cantina para servicio de los socios, con el fin de que les fuera menos gravoso para su economía, que en una inmensa mayoría era bastante precaria (por ello solo alguno algunos socios abonaban una cuota mensual  de 100 ptas.) a la vez que no tuvieran que tuvieran desplazarse a los bares de los alrededores

 Compré vasos, copas, jarras, una cafetera, una vitrina frigorífica. En fin todo lo necesario para su buen funcionamiento. También consideré oportuno instalar unos ventiladores y un aparato de TV y así sucesivamente se fue reponiendo y actualizando todo el inmovilizado e incorporando nuevas demandas que los socios me hacían. 

En 1999, al haber procedido el Ayuntamiento a la apertura de un Centro Municipal, se procedió a la clausura del Club de la Tercera Edad "San Crispin", que durante más de quince años, todos bajo mi Presidencia y sin coste alguno para los afiliados, ya que las 100 pesetas mensuales que algunos socios abonaban eran gestionadas por ellos mismos, destinándolas a lo que consideraban oportuno. 

Todos los gastos durante estos años fueron sufragados por mí, con gran satisfacción personal, sin ayuda alguna del Ayuntamiento. Salvo los dos últimos años que, gracias a María Teresa Sempere, con la que me unía y me une una gran amistad, tras mucho insistir, nos concedieron una subvención de aproximadamente 250.000,-pts.,que sirvieron para poder organizar algún que otro viaje y que no resultara tan gravoso. 

De todas las actividades exteriores llevadas  a cabo en este en este tiempo en el club, la más popular  fue el campeonato de fútbol sala: en el cual participaba un equipo patrocinado por el club, que estaba integrado por familiares de socios y que de igual forma competía en los torneos locales de la especialidad. 

 

En 1972 en sociedad con varias personas procedí a realizar la compra de la finca "El Vincle", que era propiedad de la Cooperativa del Campo de Elche, la misma ocupaba una superficie de alrededor de 750 tahullas, un tiempo después compré parte de la finca, 120 tahullas , a mis socios y las inscribí a nombre de la sociedad que tenia constituida, Parrot,S.L., para posteriormente solicitarles la división de comunidad, separándome de ellos y quedándome en pago de mi parte la casa de la finca y 100 tahullas de terreno baldío.  Con la agrupación de los dos terrenos decidí proceder a realizar un desmonte de la finca, el 90% de la superficie eran lomas y vesantes, efectué una adecuación del terreno para proceder a efectuar una plantación de naranjos; igualmente llevé a cabo una rehabilitación  a  fondo de la antigua casa Solariega, que era una típica construcción del campo de Elche de  principios de siglo.  

Ya con todas las obras terminadas y la plantación en su segundo año, comprobé la necesidad de disponer de agua en abundancia y racionalizar su consumo, me puse en contacto con expertos en este campo y decidí construir un embalse, con capacidad para 120 horas de agua e instalar un sistema de riego por goteo que abarcara la totalidad de la finca y que garantizara el abastecimiento de agua durante todo el año. 

Me estaba convirtiendo en agricultor, cosa que como ya indiqué nunca me había atraído, por lo que mis conocimientos de este duro y sacrificado menester, eran más bien escasos y mis otras actividades comerciales seguían su curso normal; por ello contraté una persona que se encargara de realizar todos los trabajos agrícolas. 

 

Retirado ya de mis actividades comerciales, a finales de los ochenta y primeros de los noventa era un agricultor de espíritu; todos los días acudía y acudo a la finca acompañado por mi chofer y amigo Ginés, a quien considero un miembro más de mi familia y al que agradezco mucho la dedicación que me ha prestado y me presta.  Con la plantación en plena producción y debido a la continuada y grave sequía que sufríamos, me vi obligado a tener que extraer agua del subsuelo, los arboles tenían una necesidad perentoria de ella, llevaban dos años bajo mínimos. Pero para desgracia mía el agua que se empezó a extraer tenía un índice de salinidad muy alto y no era apta para el riego prolongado.  Con el fin de poder aprovechar el agua y sacar adelante la plantación, importé desde Alemania una planta desaladora, que se instaló en el patio de la casa; desde donde y una vez tratada, el agua resultante se bombea al embalse y la que no se puede utilizar por contener la sal extraída se vierte en un pozo, que se realizó para ello.  Salvada la plantación, en la última campaña de cítricos se han cosechado alrededor de 400.000 kg. de naranjas de una calidad de inmejorable, de lo que me siento muy orgulloso, pues todos los esfuerzos realizados y la gran inversión económica que ello me ha supuesto empiezan a dar sus frutos y espero que siga así en años venideros

 

 Llegado ya al final de estas  breves memorias, en las que no deseo extenderme más para no aburrir a sus posibles lectores; no quiero terminar sin dedicar un cariñoso recuerdo a todos mis amigos y conocidos. A mis hijas les digo que su llegada ha sido lo mejor y más bonito que ha ocurrido en mi vida, me han colmado de felicidad y amor. Siempre han conseguido que me  sintiera estimado. Dentro de mi corazón guardo su cariño y mi amor por ellas que será eterno.  A mis nietos les diré que tomen ejemplo de sus padres, que intenten no hacer daño a nadie y respetar a los demás. Que tengan siempre a presente que la vida es dura pero con esfuerzo y amor todo se supera.

Estas memorias de "un hombre pequeño pero grande de corazón", se terminaron de escribir en Elche el día quince de Mayo, día de San Isidro Labrador del año del Señor de dos mil. 

Añadir nuevo comentario

Texto sin formato

  • No se permiten etiquetas HTML.
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.
  • Las direcciones de correos electrónicos y páginas web se convierten en enlaces automáticamente.