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Marchante González, Ana María

Enviado por Lorena García … el
Datos biográficos
Fecha de nacimiento
1944
Lugar de nacimiento
Hellín (Albacete)
Militancia
PSOE

Mi nombre es Ana Marchante y nací en Hellín, un pueblo de la provincia de Albacete, en 1944. En el seno de una familia humilde, de izquierdas, los tiempos de posguerra convertían la vida en una auténtica película de terror en la que reinaba la ley del silencio. Pero vine al mundo para ser revolucionaria. De hecho, cuando era todavía una niña, salí a la calle y grité: “¡Viva la República!” sin importarme apenas los problemas que podría acarrear. Mi hermana, que era mucho mayor que yo, fue corriendo a comentárselo a mi padre y este me hizo prometer que no lo diría nunca más. Obedecí. Desde luego, por aquellos tiempos solo se practicaba el arte de saber callar.

Pero tiempo atrás, mi casa y más concretamente uno de sus entrañables habitantes pasó a la acción. Mi padre, Luis, decidió alistarse en las filas del bando republicano para combatir en la Guerra Civil Española. Mientras, mi madre, María del Carmen, estaba en vilo, en una casa con cuatro hijos y trabajando como modista en un pequeño taller de costura. Aunque yo era muy pequeña, me daba cuenta del sufrimiento y de la angustia que nos rodeaban e intenté ayudar en lo que podía.

También necesitaba mis momentos de elusión y solo los tenía cuando jugaba entre niños y niñas en el colegio Isabel la Católica de mi pueblo. Bien es cierto que en esta escuela nos hacían cantar el himno de la Falange Española de las JONS, llamado “Cara al Sol”, en el hall justo en el instante de entrar, de buena mañana. Tanto alumnos como profesores. Todos. Y si llegabas tarde y no hacías el canto a la bandera, que se denominaba, te prohibían la entrada. En contraste, mis padres se compraron una radio y por las noches venían mis tíos y vecinos a escucharla, ya que no todas las personas podían permitirse tenerla. Escuchaban una emisora que se llamaba “La Pirenaica”[1] y cuando terminaba el programa exclamaban: “¡Viva la República!”. Esas disparidades las viví con naturalidad, sin ir más allá. Pero cuando te haces mayor y conoces la historia, sus causas y consecuencias, es cuando verdaderamente te duele.

Así pasé parte de mi infancia, hasta que con 11 años me vine a Elche. Mi padre, que era albañil, se trasladó el primero con mi hermano mayor Antonio; mi madre se quedó en el pueblo, pero cayó enferma desde muy joven, ya que con 37 años sufrió un infarto y eso le llevó a estar delicada de salud. Por ello, al cabo de un año, se mudó con mi otro hermano, Enrique. Todos esperábamos que cambiando de aires, se le fuese la preocupación y, quizá, mejorase su salud. Al año siguiente, puse tanto empeño que logré marcharme a la ciudad ilicitana. También poseía el aliciente de ser el ojo derecho de mi padre. Así pues, me instalé en un piso muy acogedor que teníamos entre la zona del Sector V y el Plà, cerca de las vías del tren que había en la ahora conocida como Avenida de la Libertad, dejando a mi hermana Manuela en el pueblo con su novio y cuidando a mi abuela. Sabía que todo estaba en buenas manos.

Una vez en dicha ciudad, me apuntaron al colegio de la Asunción donde estuve poco tiempo, puesto que solo cursé estudios primarios. Aunque era una persona bastante calmada y buena estudiante, con memoria privilegiada, me aparté y enseguida empecé a trabajar en el calzado, sector en el que había muchas vacantes. Pero eso no ha sido inconveniente para seguir cultivándome y hacerme a mí misma. Me encantaba leer y jugar en la calle, pero sobre todo leer. Todo lo que caía en mis manos lo “devoraba”. Por entonces, contaba con recopilaciones de cuentos de hadas, cómics, tebeos…también me gustaba la poesía de Machado y Lorca. Además, aún conservo una colección de poesías de la lengua castellana. Pero la necesidad llamó a mi puerta y, como ya he dicho, me fui a trabajar para ayudar a la familia, ya que no gozábamos de grandes recursos económicos.

Hasta que con 24 años me fui a Francia, con mi amiga Asunción, de “turismo” y no volví. A la semana ya estaba trabajando en el sector servicios en París y enseguida conocí a Manuel, mi marido, que en ese momento se encargaba de supervisar el aterrizaje automático de los aviones en los campos de aviación, en concreto hacía la instalación eléctrica de estos, lo que nos hizo viajar por varias ciudades francesas como Pau, Tours, Grenoble, Arbonne, Carcasona o Perpiñán. Eso nos ayudó a conocernos más, aprendimos francés, nos aportó ingresos suficientes para subsistir y nos permitió estar durante 15 años en el país galo.

Durante todo ese tiempo conocí a un hombre por cuyas venas corría política pura. De hecho, como su familia era de izquierdas, incluso mi suegro fue capitán de la República, se llegó a implicar tanto en esta que fue encarcelado en España por ser maqui, un conjunto de movimientos guerrilleros antifascistas que empezaron en la Guerra Civil española. Es más, fue condenado a muerte, pero el juez impuso una condena de 15 años de prisión y gracias a los trabajos sociales realizados se le redujo la pena a 6 años. Salió con 26 años del centro penitenciario, pero nadie le prohibió seguir con sus ideales socialistas.

Aunque yo ya era partidaria de la izquierda desde la cuna, con opiniones claras, Manuel, que por cierto era masón, me influyó hasta el punto de meterme de lleno en política y afiliarme al Partido Socialista francés. La mujer en este campo lo ha tenido difícil durante años, pero gracias a estas fuerzas políticas ha ido evolucionando. Por ley de partido, las listas del PSOE han de ser cremallera, igualitarias. Respeto que se ha llevado hasta el actual Gobierno de Sánchez, que es paritario. Pero volviendo a mi época en la región gala, he de decir que allí viví uno de los momentos más importantes para la historia de España: la Transición.

El hecho de que se lograse dejar atrás el régimen dictatorial de Franco y entrar en un período constitucional y democrático fue una alegría bien grande y una victoria para todas las personas en general. Nos enteramos en París y al instante de conocer la noticia, lo celebramos con champán. Después nos fuimos a un “tablao” flamenco que se llamaba ‘El Barcelona’. En ese momento la sensación de júbilo me llegaba por todas partes; tenía mi hermano mayor en Suiza, mi hermana en Alemania; mi otro hermano en España; mis padres en Elche; la comunicación era constante e intensa por carta, por teléfono…fue histórico y vivirlo en Francia, por ciertas circunstancias, fue especial.

En Perpiñán también conocimos otra de las partes de la historia española que mantuvo durante 24 horas en un inquieto suspenso al país: el Golpe de Estado del 23F. Estábamos viviendo en el edificio de mi cuñado y entré corriendo a avisarles de lo que estaba sucediendo. El momento fue caótico e incierto. Nosotros mirando la televisión expectantes, pero todo acabó como esperábamos: se impuso la democracia.

En el año 1985 nos trasladamos a Cataluña, ya casada y con un hijo, Luis, a quien le hemos inculcado valores transcendentales como la honestidad y la lealtad. Quizá eso le ha ayudado a estar donde está, trabajando como ingeniero técnico en la empresa Siemens en Getafe. Igualmente mis nietas, Laura y Silvia de 20 y 19 años, han recibido una educación similar y ahora están estudiando Economía y Comercia, y Criminología respectivamente.

En el pueblo en el que nos reubicamos cerca del Pirineo catalán, Sort, localidad conocida por haber sido agraciada en tres ocasiones con El Gordo de la Navidad, todo contrastaba con lo que habíamos vivido antes. Pasamos por allí como un correcaminos, puesto que en pocos meses decidimos mudarnos, ya que teníamos una casa construida en Aramunt, población donde había nacido mi suegra, y de esta forma nos ahorrábamos el alquiler. En un principio íbamos a pasar las vacaciones allí, sin embargo tiempo después montamos un restaurante y un negocio dedicado al turismo rural. Pero no nos olvidábamos de la política, compaginábamos ambas cosas. Así estuvimos durante 14 años hasta que en 1999 oficialmente nos fuimos a Elche, porque prácticamente me siento ilicitana aunque no naciese en este lugar. Es tanto lo que me une a la ciudad que no podía aguantar mucho tiempo más fuera de ella.

En el siglo XXI empecé a desarrollar mi carrera política con más fuerza. Ayudé al Partido Socialista en lo que podía; en las elecciones siempre estaba en la mesa electoral –menos en las últimas del 24 de mayo de 2015, ya que mi marido estaba enfermo y solo acudí para votar-. Esta es la tercera ejecutiva de la que formo parte y gracias a los votos de 263 militantes ocupo el cargo de la presidencia del PSOE ilicitano.

Estoy orgullosa compartiendo mis ideales con gente afín a mí. Ver cómo la política española ha cambiado (a mejor) me envanece aún más. El 15M fue un presagio de lo que hacía tiempo que la sociedad pedía: mayor implicación de todas las personas, incluyendo con mayor valor a los jóvenes, en unas manifestaciones en contra de las políticas que se estaban llevando a cabo. De ese movimiento social tan importante surgió Podemos, partido de izquierdas, con los que intercambiamos algunas –no todas- propuestas. Somos partidos diferentes, que quede claro, pero gracias en parte a su apoyo se produjo la moción de censura, la primera que ha prosperado en España, al Partido Popular salió adelante. Fue muy rápida, nadie lo espera, pero era muy necesaria, puesto que nos encontrábamos en un punto complicado con todas las tramas de corrupción que se estaban destapando.

Disfruto de y con la política. Prácticamente me paso el día en la sede del PSOE en la calle General Cosidó. No miento. Mi marido, que en paz descanse, me decía: “¡Solo hace falta que te pongan una cama!”. Venía por la mañana, comía en mi casa, volvía y me iba a las tantas de la noche. Pero yo ya tengo una edad. Aunque me encuentro fuerte y gozo de buena salud, yo creo que esta será mi última ejecutiva. Bien es cierto que me veo en política hasta que mi cabeza dé para ello. Nadie quiere que me vaya. Me siento muy querida por mis compañeros, me brindan un cariño inmenso. Se respira un ambiente muy familiar creando un vínculo muy fuerte, difícil de romper y abandonar. De hecho, tengo compañeros que se han convertido en amigos, con los que dentro de poco me voy de crucero. Ahora mismo puedo decir que soy muy feliz.

He pasado por momentos duros, relajados…pero, en general, puedo afirmar que he tenido una buena vida. No me permitiría quejarme. He sido muy querida y protegida tanto por mi padre como por mi marido. Siento que he llevado una vida privilegiada a pesar de los primeros años que fueron ásperos, y de escasez, por la posguerra española. Pero he logrado hacerme a mí misma, me he ido formando y si ha habido una cosa que me ha dado todo ha sido la política porque gracias a ella he conocido a gente que se ha convertido en un pilar fundamental para subsistir. Compensa, y mucho. No hay mejor forma de describir mi vida: una lucha permanente dentro de un camino de rosas.

 

[1] Denominación que recibía Radio España Independiente (1941-1977)​, que fue una emisora creada por el Partido Comunista de España como una vía de información y propaganda, ya que este tenía prohibida su actividad dentro de las fronteras españolas.

 

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