Datos biográficos
GUILLEN BUENDÍA, Antonio (1926-2002).
Todos los profesionales que le conocieron coincidían en considerar que fue el creador, pionero en poner en marcha el sistema de distribución de calzado conocido como “almacenistas, mayorista de calzado” nunca le conocieron por Guillén, todo el mundo se dirigía a él como señor Buendía, don Antonio, “Buendía”, así le llamaban todos los que le conocían o comerciaban con él, solo algunos amigos le llamaban Antonio, tal vez porque ya desde sus inicios comerciales utilizó Calzados Buendía, el apellido materno.
Con sus padres Jacinto Guillén Pedreño e Inés Buendía García junto a sus hermanos Máximo, Hilario, Jesús, María y él (el cuarto), vinieron en busca de mejor fortuna desde su pueblo natal Balsicas-Torrepacheco-Campo de Cartagena (Murcia), en la posguerra (1938-40). Hizo la mili en artillería, en Cartagena estando muy orgulloso de ello.
El padre, carnicero y experto capador de cerdos, tenía un estuche de cuero con cuchillas al efecto con filo envidiable, en su última etapa se encargaba de cuidar los cerdos que para el engorde compraban sus hijos Hilario y Máximo. Era parco en palabras, pero siempre dedicaba una sonrisa a los nietos junto a un tironcillo de orejas. A la madre sus hijos la llamaban “madre”, pero para los nietos era una abuela auténtica, como si toda la vida hubiera sido abuela, vestía siempre de negro con delantal de cuadritos negro-blanco-gris, verruga en rostro y moño típico de abuela con sus correspondientes ganchos y peineta carey todo envuelto con colonia aderas de Oriente.
Tuvieron los cinco hijos ya mencionados. Los dos mayores Máximo e Hilario siguieron la tradición del oficio del padre, carniceros, tenían un puesto en el Mercado Central de Elche. Jesús era cortador en una fábrica de calzado, María aparadora y Antonio zapatero, el protagonista de esta historia.
A mi padre le gustaba aprender, por la noche en la academia estudió contabilidad, mecanografía, correspondencia, caligrafía…, vendió libros, estilográficas y pronto entró a trabajar de “escribiente” en varias fábricas, en una de ellas vio la oportunidad y demostró tener buenas dotes como viajante vendedor de zapatos, fue progresando y en un momento dado a los 19 años (1944), formó una sociedad con el señor Francisco Miralles Yuste que tenía una fábrica inoperativa (le interesaba alquilarla), también con don Bibiano Alarcón Lucas este hombre conocía todos los entresijos para la fabricación de calzado, así se formó el triunvirato, un capitalista, un artesano y un administrativo-vendedor, fabricaban zapatos de mujer, la fábrica estaba ubicada detrás de la Iglesia de San José detrás del Asilo. Con el tiempo, vio claramente y consideró era más provechoso salirse de la sociedad y funcionar solo, pidió su parte y se la dieron iniciando su etapa.
Casó con María Agulló Adsuar y compraron un piso a plazos con un bajo, en la esquina de la gasolinera Mora de la carretera de Crevillente, calle Espronceda nº 30 (aquí nacimos los cuatro hijos mayores), iniciando su labor de comercialización de calzado, también montó ahí mismo un negocio de alimentación pero al no funcionar se centró en el calzado, en la esquina de esa vivienda pared mediera vivía Tonica y Ambrosio Bernabeu Maciá con sus hijos Mariano y Rafael Bernabeu Moya, estos tenían en el “terrao” un taller y hacían zapatos, estas personas posteriormente tendrían mucho contacto y serían con sus fabricaciones, pilares del progreso de Buendía y como no del auge de toda la industria del Calzado Ilicitano con sus innumerables empresas (Siober, J´Hayber…).
De acuerdo con su diario de contabilidad figura en el 14/8/54 un capital inicial de 340.665.37 ptas., incluyendo el valor del inmueble Espronceda por valor de 109.143.50 pts., también 125.000 pts., parte de la amortización de su empresa con Bibiano Alarcón Lucas. Figuran como proveedores en esas fechas “La Alpargatera Artesana”, “La Curtidora”, “Curtidos Levante”. Conservó y añadió apuntes toda su vida a un diario y libro de mayor desde 1954 hasta el fin de sus días, tenía una letra caligráfica excepcional.
Inició 1956 con un capital de 479.229,38 pts., compró un 2cv Citröen su coche preferido, el cual renovaría constantemente a causa de sus continuos viajes comerciales. Pronto necesitó ampliar, necesitaba un local más grande para lo que construyó un edificio con dos pisos, en la calle Santa Ana, 31, el solar de esta edificación lo compró el 6 de febrero de 1.956. En los bajos construyó el almacén, la vivienda en el primero y el segundo lo dejó pendiente aunque fue utilizado como almacén. Antes cuando vendía calzado, cursaba los pedidos a los fabricantes y finalizados los englobaba para facturarlos directamente de las fábricas con sus etiquetas de envío a los clientes, operativo el almacén ya centralizó ahí la facturación, contrató una línea telefónica en 1957 con el número 3276.
En el almacén tuvo que rodearse de personal que le ayudaran en las labores, incluso un contable, no por ello dejó nunca de supervisar. Dentro del personal que trabajó con él la mayoría luego opinarían que esa etapa fue de gran aprendizaje creando escuela, entre ellos algunos serían relevantes, Pepe Quiles fue empleado y su hermano Diego representante, ambos luego fundaron el almacén “Quiles hermanos” y luego la creación de KELME como marca deportiva, después ambos fueron presidentes del Elche C.F., Pascual Ros Aguilar, empleado, luego fundó su propia empresa con la marca “MUSTANG”, Jesús Andreu mozo de almacén que luego ocupó el puesto de Jefe de la Policía Local y muchos otros que se trasformaron en fabricantes y mayoristas.
Contaba muchas anécdotas en cuanto al trato con los clientes a los que visitaba para intentar venderles cargado de maletas, Madrid fue su plaza preferida y donde centró sus esfuerzos, muchas veces no querían verle las muestras y dice provocaba el desparrame de la maleta como por accidente, quedando las muestras por el suelo y al tiempo que las recogía aprovechaba para enseñarlas. Hablaba mucho de don Isidro Sánchez de “Calzados Los Guerrilleros” en la Puerta del Sol, Timoteo Casas de “Calzados La Fábrica”, Julio Calleja, Ignacio Redondo, Salustiano Martinez…, y otros grandes compradores madrileños. Acostumbraba a parar en una pensión y luego se hizo asiduo del Hotel Paris cuando las cosas mejoraron.
En los últimos años de los 60 empezó a comercializar unos zapatos muy innovadores, no se despegaban y valían la mitad, eran inyectados con cortes electrónicos, los fabricaba AmbroSIO BERnabeu Maciá “SIOBER” con sus hijos Rafael y Mariano. Años atrás un buen zapato se caracterizaba por ser de piel, resistente, artesano pero caro. Ellos consiguieron popularizar una zapato asequible y resistente.Tuvieron mucho éxito, mi padre desde el principio fue distribuidor de este artículo consiguiendo ser el principal de ellos, y pronto vio la necesidad de trasladar el almacén a otro más grande.
Entre el 69-70 se construyó el almacén de la calle Cristóbal Sanz, 5, a este efecto. El 28/2/70 inició el proceso de mecanización contable con una máquina Phillips de fichas perforadas, siempre le gustó dotarse de los últimos avances si podía, también tuvo una de las primeras fotocopiadoras y todo tipo de máquinas contables.
Tanto éxito tenía este artículo que incentivó a Buendía a ofrecerlo en el mercado norteamericano, para ello al más puro estilo aventurero preparó junto a un fabricante amigo suyo Francisco Díez López “el bosera”, un viaje a Puerto Rico, pensando desde esta plataforma de habla hispana sería el mejor trampolín, se lo pasaron genial pero las expectativas de negocio fueron nulas, ahí y más en el resto de USA, el Siober era un producto sin calidad (plástico 100%), barato sí, pero con escaso mercado.
Con el tiempo vino el declive de este artículo por la demanda de artículos más elaborados e higiénicos, pues Siober no dejaba de ser 100% plástico con sus inconvenientes de uso, al igual que la línea COLEGIAL de iguales caracteristicas fabricada por el alcalde don Vicente Quiles. Con mi padre entre a trabajar en 1.972 en el nuevo almacén, la empresa se llamaba Calzados Buendía , pero al poco se transformó en una S.A. luego paulatinamente fueron también incorporándose mis hermanos al tiempo en que fuimos desplazando al resto de empleados transformándonos en lo que se conoce como una empresa familiar. Durante los cambios de temporada mi padre solía salir de viaje para colocar los excedentes y cobrar a los morosos. Nuestro padre fue desligándose de responsabilidades con nuestra incorporación, ofreciéndonos siempre su apoyo, enseñanza y consejo, incluso cuando fue prescindible él siempre aparecía y le encantaba puntear los libros de caja y saldos bancarios, nunca se acopló a los medios informáticos ni al Plan General Contable, siguió con la antigua usanza.
El negocio de la banca le apasionaba, las acciones, sus cotizaciones, derechos, los intereses, valoraciones, cálculos, me lo explicó mil veces y al final tengo interés en el tema heredado de él. Tenía líneas de descuento de papel en todos los bancos, en su esquema de negocio no se veía ni un duro, todo eran letras y talones, tanto para cobrar como para pagar, cuando los hijos tomamos las riendas optamos por vías de venta-contado o garantizada abandonando la venta a crédito que tanta incertidumbre creaba.
Por los morosos fue muy apreciado, pues eran continuas las negociaciones para renegociar deudas y todo por los problemas que siempre acucian a los zapatos, que si son sandalias no se venden cuando llueve y si son botas, no se venden cuando hace sol.
Fue una persona muy apreciada y querida tanto por clientes, proveedores, banqueros y por cualquiera que le hubiera conocido, a muchos se les veía orgullos de conocerle, y se dirigían a él como señor Buendía, coincidían en apreciar su saber. Carecía de estudios universitarios pero nunca había dejado de formarse, leía mucho, todo le interesaba, eran un torrente cuando hablaba, sabía de todo, historia, religión, era católico apostólico romano, monárquico, asiduo de las adoraciones nocturnas junto a elitistas ilicitanos, política, comercio, banca, teatro, cine, prensa, especialmente ABC y La Codorniz, comentaba de todo y lo hacía con mucha gracia, intercalando frases, sentencias, historias que le hacían ameno y todo el mundo le tuviera en gran estima. Recuerdo algunas de estas frases, historias y chistes que utilizaba, no importa si no eran de cosecha propia, pero su forma de trasmitirlo era siempre genial:
-Decía que “tenía cuenta en todos los bancos y dinero en ninguno”.
-Decía que “cuando algo era gratuito la demanda llegaba al infinito”.
-Decía que un día fue al banco y vio como el botones abrió la puerta a un señor al cual le habían dispuesto una alfombra roja hasta el despacho del director, mi padre preguntó al chaval, ese ¿qué tiene, mucho dinero?, no, respondió, pero “empezó de cero y ya debe más de 100 millones”.
-Perdone, ¿La calle Balmes?, la que viene, ¡ah! entonces la espero.
-Hacía un frío tremendo y un hombre en camisa esperaba en el semáforo, otro se le acerca y le dice ¿no tiene frío?, para que lo quiero si no tengo abrigo.
-En una comunidad judía un padre con siete hijos fue a ver al rabino para exponerle necesitaba una vivienda más grande pues con una solo habitación y tanto crío era imposible vivir, el rabino sin recursos le dijo que la solución era meter una gallina, el hombre se marchó y al día siguiente volvió al rabino quejándose, la situación había empeorado con la gallina saltando y cagándose por todos lados, entonces el rabino le dijo mete una cabra, y lo mismo, al otro día expuso el doble problema con la gallina y la cabra comiéndose todo y creando mucha suciedad, entonces le propuso meter un cerdo, ni que decir al otro día expuso al rabino la total debacle, suciedad e imposibilidad de poder vivir, entonces le dijo el rabino saca el cerdo, al otro día agradecido volvió el hombre diciendo la cosa había mejorado mucho pero que la cabra y la gallina seguían provocando problemas, bien le dijo saca la cabra, al otro día le dijo el hombre al rabino, ahora estamos mucho mejor solo molesta la gallina, bien pues sácala, al otro día el hombre muy agradecido se presentó muy agradecido, ya podían vivir a gusto con sus hijos, con orden y limpieza.
-En cuanto a los precios decía “debían ser rentables para el que produce y asequibles para el que consume”.
-Hay que pedir y seguir pidiendo.
-Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar.
-El sastre pregunta: señor, ¿quiere que le ponga bolsillos para poner dinero? No, mejor deme dinero para poner en los bolsillos.
-Un conocido, Jordi Montoya recuerda le dijo: Como te ves, me vi, como me ves te verás.
-Me gusta mis amigos tengan dinero, no para que me den, sino para que no me pidan.
-Decía que cuando alguien se le acercaba con intención de pedirle dinero le decía ¡Buenos días amigo!, no llevo dinero, ¿querías algo? Y le decían no nada, buenos días.
-Un día vino su hermano, mi tío Hilario y trajo una poesía, dice que un tunante estaba en plena faena con la mujer del herrero y oyendo que este se acercaba, la mujer le dijo se escondiera tras una cortina, sin percatarse fruto del frenesí la erección le delataba con un bulto en la misma y al acercarse el herrero abrió la cortina apareciendo el pieza que dijo: “Del cielo celeste el mismo dios me envía a ver si en esta herrería hacen un clavo como este, con la cabeza partía.” El herrero respondió: “Aunque soy viejo en el arte, y entiendo de arquitectura, en mi vida he visto un clavo de tal figura.”
-Alguien llamó a la abadía. ¿Está el padre prior?—No, está mijor.
-Evaristo Valls (Calzados Ola-Vulcasa),me contó una anécdota de mi padre, dice que se lo encontró en la calle Reina Victoria y le dijo, vamos a tomar un café al cercano Bar Mundo, luego dijo, mejor un té (siempre le gustó el Hornimans), entró en la tienda de “Bernabeu Pic” (enfrente), compró un paquetito y fueron al Bar, allí Evaristo se pidió un cortado y mi padre un vasito de agua caliente, destapó el paquete y sacó una bolsita de té al tiempo que pedía un azucarillo al camarero, en ese momento Evaristo rompió a reir y dice no ha dejado de hacerlo durante 40 años cada vez que lo recuerda.
-Decía que un papel sin fecha era un papel higiénico.
Y muchas más que denotan su gran sentido del humor y personalidad.
En 1990 junto a una serie de personajes relevantes de nuestra ciudad decidió unirse al proyecto de creación del altruista Rotary Club de Elche, él fue integrado en calidad de mayorista-almacén de calzados. Siempre estuvo orgulloso de ser miembro Rotary, luciendo un pin en su chaqueta, acudía a las reuniones que normalmente eran una comida en el Huerto del Cura. En general apreciaba a todos, pero tenía especial afecto por el notario don Alberto Cordero. En un viaje que proyecto a Brasil no dudo en informarse, y a su llegada visitó a los Rotarios de Río de Janeiro, fue muy bien atendido y trasmitió la conexión con Elche, volvió muy satisfecho por haber comprobado el concepto de Rotario es algo más que ser un miembro local.
Cuando decidimos expandirnos mediante depósitos nos apoyó y también en la adquisición de la nueva nave en Carrús aunque ya jubilado, su presencia fue desapareciendo dedicándose a sus aficiones, también estuvo presente en el proceso de puesta en marcha de nuestro Centro Comercial Shoppy para lo que el día de la inauguración no dudó en traernos a un amigo suyo cura del Asilo, el cual con agua bendita bendijo todas las instalaciones, no sin pedirnos mil durillos.
A nivel empresarial inicio en el 1944 y nosotros finalizamos nuestras actividades en 2017, en total la empresa familiar estuvo activa durante 73 años de actividad comercial ininterrumpida durante la cual se vendieron ingentes cantidades de mercancía creando el trabajo y riqueza preciso para ello, en trabajadores, fabricantes, transportistas, asesores, banqueros, mantenimiento, materiales, todo un compendio del que lógicamente se beneficiaron toda la sociedad, aportando su granito de arena que ayudó a que Elche llegara a ser lo que fue en el momento más álgido de su historia hasta la fecha.
Biografía escrita por Antonio Guillén Agulló, uno de sus hijos.
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