Datos biográficos
GALIANA AMORÓS, Juan (Hondón de los Frailes, 17-VIII-1923 - Elche, 5-II-2021). Hijo único de un jornalero agrícola y una ama de casa. A los 10 años vino con su familia a vivir a Elche. Su padre trabajó en la fábrica de Ripoll hasta su jubilación y en torno a 1934 con 11 años comenzó a trabajar en un taller y recogiendo granadas para unos tíos que tenían una posada. Durante la Guerra Civil siguió trabajando en una fábrica con una máquina de coser zapatillas.
En 1941 tomó la decisión de iniciar su vocación sacerdotal y marchó al Seminario de San Miguel en Orihuela, junto a otros once jóvenes ilicitanos, de los cuales seis culminaron sus estudios y se convirtieron en sacerdotes (Ginés Román, Antonio Poveda Maciá, Miguel Agulló Quiles, Manuel Vicente LLinares, Iván Juan Santos Mollá y el propio Juan Galiana) y otros cinco lo dejaron estar (José María Gras Maciá, Vicente Peral, Alfonso Lag y Pascual Pomares). Al grupo se incorporaría Antonio Hernández que entró tras haber cursado dos años de bachillerato.
Su recuerdo del Seminario como del conjunto de su trayectoria es siempre muy optimista: “La vida me ha tratado muy bien”, a pesar de que los años del Seminario fueron difíciles “venía de pasar hambre” y lo sobrellevó sin problema alguno. Su padre en aquellos años enfermó del hígado al trabajar en el cuarto de mezclas de la fábrica de Ripoll.
El 30 de marzo de 1952 fue ordenado sacerdote y cantó su primera misa en Santa María el 2 de abril de ese mismo año. Su primer destino fue el de coadjutor en Elda durante dos años y tres meses. Recuerda que siendo obispo el donostiarra José García Goldaraz, vino con él un sacerdote, Jesús Aldanondo, vicario de El Salvador de Elche en 1950 ó 1951, que fue el que creó la HOAC (Hermandades Obreras de Acción Católica) en la ciudad. El primer presidente de la HOAC en Elche fue José Sánchez, siendo sustituido años después por Enrique Pérez Tatay. El primer consiliario fue el sacerdote Antonio Rodríguez quien estuvo en contacto con Aldanondo. En Elche estuvo también el hombre clave de la HOAC Guillermo Rovirosa Albet (1897-1964) quien dio un breve cursillo en Elche. Juan Galiana recuerda como pioneros a Enrique Pérez Tatay, Pedro López, Jesús Sánchez –hermano del primer presidente- o Pepe Bañón, hermano del maestro.
La HOAC comenzó su trabajo en Elche con su método analítico habitual: “ver, juzgar y actuar”. El compromiso de los militantes se ajustaba a un plan de tres años, siendo el tercero el de la verdadera implicación. Se creó también un grupo de mujeres con Ignacia Linares como una de las más destacadas. Juan Galiana recordaba también la figura del sacerdote Antonio Vicedo como párroco de San Juan que estuvo hasta entonces regido por los padres paules. Vicedo, según Juan Galiana, fue en la HOAC el alumno que superó al maestro. Otro sacerdote, Antonio Riquelme, fue el responsable de la HOAC en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús.
Siendo obispo de Orihuela Pablo Barrachina y Estevan fue nombrado párroco de San José y consiliario de pastoral obrera (HOAC, JOC y JOFAC) en enero de 1955. Su antecesor, Antonio Rodríguez había sido coadjutor de la parroquia de El Salvador y párroco de nueva creación de San José. Curiosamente, según su recuerdo, el barrio de San José recibió de uñas al nuevo párroco por la labor de su predecesor, que había sacado por la calle a la Virgen de Fátima y que hacía rifas tan bien amañadas que acababa ganando la persona más necesitada. Su recuerdo es el de una especie de sublevación con pancartas de despedida y acusaciones al nuevo cura de no querer celebrar la fiesta de San Pascual. Lo pasó mal aunque no tardó mucho en hacerse con sus feligreses, con los que compartió su trabajo nada menos que 42 años hasta el punto de que la parroquia de San José estará siempre indisolublemente unida a la del sacerdote Juan Galiana. Jubilado, a sus 90 años reside en el Asilo de San José.
Fuente: Entrevista de José Antonio Carrasco Pacheco y Miguel Ors Montenegro a Juan Galiana Amorós en el Asilo de San José (22 de noviembre de 2013).
Homenaje a D. Juan Galiana
Don Juan Galiana, el testimonio de una vida
Manuel Rodríguez Macià 8-II-2021
Don Juan, quién durante cuarenta y dos años regentó la parroquia de San José nos ha dejado en unos momentos en los que debido a las restricciones impuestas por la pandemia, nos ha impedido a mucha gente acercarnos para despedirle; conociéndole, pienso que tal vez es como él lo hubiese querido, pues ciertamente en un mundo en el que vivimos en una clara y trepidante sobreexposición, D. Juan fue un maestro en el arte de la discreción, virtud que tan poco de moda está en nuestros tiempos. Aunque sé que él no quería que se hablase de ello, creo sinceramente que instalado en esa virtud, ha ejercido una influencia decisiva en mucha gente. Nacido en el Hondón de los Frailes, hijo único de una familia humilde que se trasladó a Elche donde su padre se empleó en una fábrica, también él conoció el mundo del trabajo y siempre recordó con orgullo sus orígenes obreros. Terminados sus estudios sacerdotales en el Seminario de San Miguel en Orihuela y ordenado sacerdote, cantó su primera misa en la Basílica de Santa María en el año 1952; después de estar ejerciendo un tiempo su ministerio como vicario en Elda, fue nombrado párroco de San José; hacía pocos años que la Iglesia del antiguo convento se había erigido en parroquia. En poco tiempo debido a su rectitud, su dedicación, su sólida formación, su natural clarividencia, su honradez y austeridad se hizo con el respeto de la gente. Recuerdo una conversación que oí a un vecino, no precisamente muy amigo del clero, decir del nuevo cura “que era un hombre como se debía ser y que causaba respeto” y así era. Siempre estuvo al lado de los más desfavorecidos, su escaso pero bien administrado salario llegó a no pocos necesitados como ayudó también a sufragar los estudios de un seminarista en África; tuvo gran dedicación a los enfermos y siempre estaba abierto a quién reclamaba consejo; jamás aceptó ningún tipo de privilegio y todo eso cumpliendo aquel consejo evangélico de que “tu mano izquierda no se entere de lo que hace tu derecha”. Sin duda él no me dejaría decir todo esto, recuerdo que con motivo de la presentación de mi libro sobre el pensador Emmanuel Mounier hablé de él y enterado, me llamó para regañarme porque me dijo que no tenía que hablar así de él. Lo siento D. Juan ya ve que no le hago caso y ahora que se ha marchado le quiero decir gracias por lo mucho que nos ha dado”.
Hablar de toda su labor sería demasiado pretencioso para mí hacerlo en estas breves líneas, pero quiero poner de manifiesto su trabajo en el movimiento de la HOAC, las hermandades obreras católicas, que tanto significaron en la vida de nuestro país. Una vocación que le venía de la dignidad en la que él tenía al trabajo. En varias ocasiones en estos últimos años he comentado con él la necesidad de llevar a cabo un estudio de lo que este movimiento apostólico que se puso en marcha en España en el año 1946, y que tanto ha significado en la vida de la Iglesia y ha contribuido en nuestro país a la reconstrucción del movimiento obrero y en general a la transformación política de España y en el que D. Juan tuvo un papel especial tanto en nuestra ciudad como en la diócesis. Creo que es de justicia llevarlo a cabo y muy necesario en estos momentos en que hay que poner a punto la memoria democrática de España. Tengo la satisfacción de haber participado en aquel homenaje multitudinario que en el año 1992 se llevó a cabo en el restaurante del Parque Municipal con motivo del cuarenta aniversario de la ordenación sacerdotal de aquel grupo de siete sacerdotes de Elche de aquella promoción de D. Juan y en el que tuve ocasión de agradecer la contribución de todos ellos en el fomento de la amistad civil ejercida desde sus respectivos ministerios, amistad civil que es la esencia de la vida política.
En esos últimos tiempos en las conversaciones que tenía con él, además de interesarse por los temas de la ciudad con la que se sentía tan vinculado, salía a relucir la situación de la Iglesia. Se sentía plenamente identificado con la actitud pastoral del Papa Francisco y se lamentaba de las trabas que desde dentro mismo de la Iglesia dificultan su gestión. La verdad es que siempre me pareció que su personalidad se identificaba con él. La frase varias veces dicha por el Papa refiriéndose al compromiso con la gente, de que el pastor tiene que oler a oveja, ya se la oía a D. Juan cuando yo a mis siete u ocho años ayudaba en la parroquia como monaguillo. D. Juan ha tenido una vida larga y fecunda. Una vida en la que ha llevado a cabo su misión con toda sobriedad y dignidad. Un ejemplo de que el liderazgo más fecundo y duradero no es el del poder, sino el del testimonio. Una lección tan necesaria en nuestro tiempo. Muchas gracias D. Juan. Descanse en paz
Añadir nuevo comentario