Datos biográficos
CAMPELLO TORRES, Carmen (Elche, 16-XII-1928). Hija de Salvador Campello Díez y de María Torres Vicente. Los abuelos paternos fueron durante muchos años los caseros de Villa Carmen, al inicio de la carretera de Santa Pola. En un lateral de aquella casa enorme, había una torreta que le llamaban El Miramar. El recuerdo de aquella niña es que subía por una escalera de caracol y ver Santa Pola con unos gemelos. Su padre sabía leer, escribir y "de cuentas". Su padre tuvo tres hermanos y tres hermanas. La más pequeña, Tonica, murió a los 17 años. Uno de los hermanos, Pepe, se casó y fue Paco el que se quedó con los abuelos en la casa. Ayudaba a limpiar las palmeras y murió por gangrena al pisar un clavo donde se guardaban los animales. El padre de Carmen se hizo carpintero en un taller en el rincón del teatro Llorente. Sus mueblos -que conserva su hija- se los hizo en un taller de ebanista al que pidió permiso. Un aparador, una mesa y una mesita de bordado, todo ello con las iniciales C y T. A su madre la sacaron de la escuela a los siete años y aprendió a leer pero no a escribir. Su hija recuerda la frase de su madre: "Me donaren una granera i un espolsaor", pero Carmen habla de su madre como una mujer de cultura natural, muy valiente, pequeña y regordeta. Fueron los caseros de Villa Carmen y la dueña, la señora Antonia, vivía en Madrid. Un anterior dueño de la finca la perdió en una partida de cartas.
Carmen es la más pequeña: Paco, Manola, Jeromo y Carmen. El primer colegio al que fue Carmen fue el de Margarita Galán, en la calle Mayor de la Vila. Antes de la guerra, al lado del Mercado estaban Margarita, Teresa que era una escuela de párvulos y la de niños de Julio Ramón Segrelles. Carmen recuerda la anécdota de que Julio Ramón recriminó a su hermano porque en un libro había puesto JCT y el maestro pensó que era Juventudes Comunistas de Trabajadores y no Jerónimo Campello Torres, que era lo que significaba. En guerra las escuelas fueron mixtas y ambos maestros intercambiaron chicos y chicas. La sirena de Ripoll servía para avisar en caso de bombardeo. Sonaba y volvía a sonar cuando terminaba la alarma. En una ocasión, sonó y los escolares fueron conducidos hasta el refugio del Mercado pero volvió a sonar antes de que llegaran a entrar. Carmen cuenta que su maestra llevaba un perro con un periódico en la boca. Cuando terminó la guerra, los niños y las niñas volvieron a tener sus escuelas segregadas y la maestra llamaba a dos niñas para arriar la bandera y con el brazo extendido cantaban el himno nacional con letra de José María Pemán.
En 1936 la familia se trasladó a casa de los abuelos en la calle Horno Ciudad. En la pared había pintada una imagen de la Virgen de la Asunción que durante la guerra fue tapada con yeso. Alguien vino a casa y les dijo que la taparan para evitar problemas. En aquella casa con los abuelos vivieron los padres y los cuatro hermanos. En la posguerra la familia se mudó a una casa de la actual calle Almórida, con una tienda de ultramarinos que montó su padre. Carmen comenzó a trabajar a los 12 años en una fábrica de alpargatas de tres hermanas solteras y una nena de 7 años. Carmen hacía los mandados y repartía faenas. Le enseñaron el trabajo de la alpargata. Poco tiempo después trabajó con Candelaria, la dueña de la casa de la esquina, donde comienza el Filet de Fora y era allí donde se distribuía el aceite de las cartillas de racionamiento. Se dedicaba a cortar figues con una navajita para hacer panes de higo.
En 1944 comenzó a trabajar con otras chicas envolviendo caramelos en la fábrica de dulces de Luis Torres Castaño que estaba en la Corredera. Allí trabajó a destajo. Los caramelos podían llevar uno, dos o tres papeles. Después de la confitería pasaron a trabajar en la fábrica que estaba junto a la plaza de España en lo que años después sería la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Algunas de las 50 mujeres que llegaron a trabajar allí seguían diciendo que iban a la confitería en vez de a la fábrica. Recuerda un accidente de trabajo mortal que tuvo lugar cuando se estropeó un perol donde se hacía la pasta de caramelo. Había un taller mecánico en la plaza de España y llevaron a dos para arreglarlo. Explotó y uno de ellos murió. En otra ocasión, se dio el caso de dos hermanas que trabajaban en la fábrica y una de ellas era más pequeña y no tenía experiencia. Faltó una compañera que llevaba una máquina y pusieron a la pequeña a sustituirla. La máquína le cogió la mano y perdió varios dedos. El encargado general le dijo entonces que explicara que había sido ella y no él la que quiso trabajar con esa máquina. Su hermana lo contó y varios militantes de la HOAC fueron a ver a la chiquilla y le recomendaron que dijera la verdad. Ya no volvería a trabajar en la fábrica. Ganó el juicio y le dieron una beca para estudiar y terminó siendo maestra.
Estuvo trabajando 23 años hasta que fue despedida -en torno al año 1967- junto a la delegada María Miguel. Fueron acusadas de "instigar" a dos compañeras para que no aceptaran el tope de sueldo que ofrecía la empresa. Fueron a juicio y Carmen recuerda que tuvo un abogado de apellido Amigo con el que no habló hasta el momento del mismo juicio. El abogado le dijo que no se preocupara y ella le contestó que cómo no se iba a preocupar si su abogado ni siquiera se había entrevistado con ella. María Miguel y ella llevaron como testigos a las dos compañeras, Matilde y Rufina -que fueron castigadas con la pèrdída de tres meses de empleo y sueldo-, que se habían negado a aceptar las nuevas condiciones de trabajo y declararon que no habían sido influidas por nadie. La empresa presentó a un encargado que habló de "rumores". El magistrado llegó a decir que los rumores no servian como prueba. Sin embargo, ambas fueron despedidas y cobraron una indemnización de 50.000 pesetas -María Miguel por ser delegada- y 40.000 pesetas para Carmen. Aunque Damel tenía cerca de un millar de empleados, sirvió que donde estaban ellas eran menos de 50 y se pudo aplicar la ordenanza laboral para pequeñas empresas. Carmen además tardó en cobrar su indemnización y tuvo que presentarse en casa del abogado del Sindicato Vertical, Francisco Sánchez Llebrés. Cuando éste se enteró que no había cobrado, llamó desde su casa a Damel y en los días siguientes Carmen cobró su indemnización por despido.
Áños antes, Carmen conoció al sacerdote Antonio Vicedo quién le aconsejó que fuera a un cursillo de la HOAC en Alicante. Le costó convencerse pero al final fue y, según ella, le cambió la vida para bien. En Alicante esuvo en un cursillo que impartió Catalina Franco, la responsable nacional de HOAC para mujeres, mientras los hombres recibieron un curso del sacerdote Antonio Vicedo. Carmen dejó de ser una chica reservada y pasó a ser una mujer extrovertida. Recuerda que en las horas de trabajo hablaban muchísimo de cine y llegaron a hacer concursos que tenían como fondo las películas que habían visto.
Y de Damel pasó a la fábrica Uniroyal donde estaría otros 14 años. Uniroyal llegó a tener un millar de trabajadores en sus mejores tiempos. Sería en 1968-1969, meses después de su despido en Damel, cuando Carmen comenzó a trabajar alló. El aparado era cosa de mujeres. Fabricaban botas de lona para el ejército. Trabajó en una cadena de producción y su misión era cepillar la zapatilla con un tubo de aire. Su horario era de ocho a 16 horas y había que recuperar los días festivos con horas extras. En invierno el trabajo era pesado y en verano mucho más por el calor. Carmen perteneció primero al Jurado de Empresa en la dictadura y al Comité de Empresa en la Transición. En el Jurado de Empresa estaban dos mujeres, Estrella y ella. En el Comité de Empresa eran 21 miembros, 20 hombres y ella. El jefe de personal de la fábrica era Enrique Mira-Perceval que venía de Alicante. Durante cuatro años fue, por sugerencia de José Plaza de Comisiones Obrera, la que asistió en Madrid al Consejo de Administración en representación de los trabajadores, primero como independiente y luego como militante de Comisiones Obreras. En aquellos consejos en Madrid se hablaba en inglés porque el máximo accionista venía de Suiza, un tal Landsberger. En una ocasión Carmen en ruegos y preguntas porque ella no tenía ni voz, ni voto, planteó al máximo accionista que un compañero suyo, José María Gascón que vivía en una cuarta planta sin ascensor del barrio de San Antón, había perdido una pierna en un accidente de trabajo y había que ayudarle. Se trató de un accidente, cuando intentaron poner en marcha una máquina canadiense que estaba en desuso. La máquina explotó y murieron Javier, mecánico, y Manolo, electricista. Un tercer herido fue un químico al que le saltaron los dientes y hubo que aplicarle cirujía estética (un chico que luego trabajó en Puma). José María perdió la pierna. Aquel jefe le dijo que tenía razón y que cuando volviera a Elche dijera de su parte que el dinero para acción social de la empresa se dispusiera para el herido. Al año siguiente, Carmen volvió a plantearle que no le habían hecho caso y a la segunda si fue la vencida. José María recibió una importante indemnización -unas 300.000 pesetas-, vendió su casa del barrio de San Antón a otro trabajador de la fabrica y se fue a vivir con su familia -su madre era limpiadora de Uniroyal- al barrio de Corea de Dolores. Carmen recuerda también los 15 días de huelga y de ocupación del salón de plenos del Ayuntamiento de Elche en noviembre de 1980, siendo alcalde Ramón Pastor que incluso les puso dos guardias municipales para evitar que pudieran molestarles por la noche. Los compañeros de Carmen, Antonio y Vicente el Navajero (porque era de Albacete), le llamaban "Mamá" y la cuidaron lo mejor que pudieron durante el encierro. Y así hasta que la fábrica cerró en 1983 y ella pasó al paro con 55 años. Todavía recuerda la expresión "a fumar" cuando le daban 10 o 15 minutos para descansar y ser sustituida por una compañera en la cadena de producción. Según ella, aquello estaba muy bien organizado por los americanos que tenían también otra fábrica en Brasil.
Fue a lo largo de toda su trayectoria una mujer comprometida con los movimientos sociales y sindicales que lucharon por la democracia y la mejora de las condiciones laborales. Militante de la HOAC y de Comisiones Obreras. A sus 90 años, el 16 de febrero de 2019, la Corporación Municipal presidida por Carlos González Serna le brindó un homenaje con un jardín del Toscar que lleva su nombre. Con 90 años y 42 años cotizados hoy cobra una pensió de 700 euros.
FUENTE: Testimonio de Carmen Campello Torres, grabado y transcrito por Miguel Ors Montenegro el 15 y 20 de marzo de 2019.
Añadir nuevo comentario