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Campello Esclapez, Manuel

Enviado por Miguel Ors Mon… el
Datos biográficos
Fecha de nacimiento
26 de agosto de 1879
Lugar de nacimiento
Elche
Fecha de muerte
17 de diciembre de 1965
Lugar de muerte
Elche
Profesión
agricultor

CAMPELLO ESCLAPEZ, Manuel (Elche, 26-VIII-1879 - 17-XII-1965). Agricultor. El 4 de agosto de 1897 trabajando como agricultor en La Alcudía descubrió el busto de La Dama de Elche. Tenía entonces 18 años y volvió a verla en 1958 en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y en en Elche, en octubre de 1965 cuando estuvo expuesta en el Parque Municipal. Dos meses después murió, a los 86 años.

Antonio Teruel, Información 20 de mayo de 2016

Manuel Campello Esclapez nunca habría dejado de ser un vecino más del Elche donde la vida agrícola coexistía con la modernidad burguesa, entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, de no haber sido por una casualidad. Una de ésas que alcanzan la categoría de hecho histórico. En la mañana del 4 de agosto de 1897, el joven Manolico se entretenía con un pico mientras los obreros de la finca agrícola de La Alcudia, a los que había ido a llevar agua, se tomaban un respiro. La herramienta dio con una superficie dura y, al excavar un poco, salió a la luz un busto femenino de piedra, a la postre considerado el más representativo del arte íbero y el icono ilicitano por antonomasia, con el permiso del Misteri y del Palmeral.

Manolico siempre dijo que tenía 14 años aquel 4 de agosto de 1897, aunque según lo que consta en su partida de nacimiento debía tener 18. Poca trascendencia tiene este detalle, en todo caso; nadie pudo quitarle ya el mérito de haber descubierto la escultura que pasaría a la historia con el nombre de Dama de Elche. Eso sí, el reconocimiento tardó bastante tiempo en llegarle. Como es sabido, el busto –al que llamaron en un principio "Reina Mora"– fue depositado en casa del propietario de la finca, el médico Manuel Campello Antón, quien vendió la pieza pocos días después al anticuario francés Pierre Paris por 5.200 pesetas –el equivalente a 31 euros actuales–, para que éste a su vez la ofreciera al Museo del Louvre. La Dama regresó a España en 1941, instalándose de manera definitiva en el Museo Arqueológico Nacional 30 años más tarde.


Manuel Campello Esclapez y su familia en el Museo del Prado en 1959, en el primer 'reencuentro' de la Dama de Elche con su descubridor. Foto: INFORMACIÓN.


Manuel Campello Esclapez, aquel peón agrícola que halló de manera fortuita la Dama de Elche, llevó una existencia discreta, y sólo siendo ya muy anciano se reconoció su mérito. La prensa fue testigo de su reencuentro con la escultura en 1959, en el Museo del Prado, y también de su expectación, seis años más tarde, cuando la Dama iba a ser expuesta en Elche durante dos semanas, con motivo del séptimo centenario del Misteri. El octogenario –cuyo carácter de campo parecía querer enfatizarse al reproducir buena parte de sus palabras en valenciano– mostraba su ilusión por volver a ver a su "dona", como se refería de manera habitual a la escultura. El sueño se cumplió el 24 de octubre de 1965: la Dama se expuso en el Parque Municipal y él fue de los primeros en acudir a verla.

Aquel segundo reeencuentro vendría a ser poco menos que un último deseo. La salud de Manuel Campello Esclapez, que tenía ya 86 años, se encontraba muy deteriorada, y falleció apenas dos meses después de ver de nuevo la Dama, el 17 de diciembre de 1965. No obstante, se marchó habiéndosele reconocido el honor de haber descubierto uno de los símbolos más representativos de Elche, al darle presencia en los actos más destacados que se celebraron con motivo de aquella visita de la escultura en el otoño de 1965, y también de una manera más institucional, al ser nombrado Caballero de la Real Orden de Alfonso X el Sabio. También se ensalzaron cualidades de su persona, como su sencillez, humildad y nobleza.

Necrológica de Manuel Campello Esclapez publicada en INFORMACIÓN el 18 de diciembre de 1965.


La familia de Manuel Campello Esclapez sigue llevando con orgullo el hecho de ser allegados del descubridor de la Dama de Elche, y de alguna manera sienten también un vínculo especial con la escultura. Su hija Margarita, la única que aún vivía en 2006 (falleció en 2012, con 95 años), pudo ser también de las primeras en contemplar el busto cuando se inauguró la exposición temporal de la Dama, que permaneció seis meses en la ciudad. Recientemente, con motivo de la donación de varios documentos de Manuel Campello a la Universidad Miguel Hernández, una de sus nietas comentaba cómo seguramente él nunca imaginó que su propia memoria se mantendría tan viva más de 50 años después de su muerte, hasta el punto de estar considerado como un personaje de gran trascendencia histórica en Elche.

El misterio del hombre que encontró la Dama de Elche

Dos estudios de la Universidad de Alicante cuestionan la versión oficial, construida en los albores del franquismo, de quién halló y dónde el gran icono de la cultura íbera en 1897

Vicente G. Oyala, El País, 30 de agosto de 2019

Lo único seguro es que la Dama de Elche -escultura icónica de la cultura ibérica fechada entre los siglos V y IV antes de Cristo- fue descubierta el 4 de agosto de 1897. Todo lo demás está en duda: la hora, el lugar y hasta el nombre de quien la encontró. Los estudios Memorias de una dama. La Dama de Elche como lugar de Memoria, de Sonia Gutiérrez Lloret, catedrática de Arqueología de la Universidad de Alicante, y Revisión de los testimonios y documentos sobre el lugar del hallazgo de la Dama de Elche, de Ana María Ronda, arqueóloga de la Fundación Universitaria de Investigación Arqueológica La Alcudia, revisan cómo se realizó este espectacular hallazgo. En ellos aparecen múltiples personajes que ofrecen versiones diferentes de lo ocurrido y que se adjudican el descubrimiento. Gutiérrez Lloret remacha: “Se ha idealizado que fue encontrada por un muchachito en un relato oficial asumido por todos”. Aquel chico se llamaba Manuel Campello, Manolico, y fue inmortalizado en películas, calles, documentales, artículos, homenajes… Pero la realidad parece muy distinta.

La Alcudia era a finales del siglo XIX una finca pedregosa situada a unos dos kilómetros de Elche. Su dueño, el doctor Manuel Campello y Antón —que, de ahí la confusión, se llamaba como el muchacho que después se haría famoso como el descubridor del busto, pero no tenía relación con él— ordenó allanarla y limpiarla para cultivarla con alfalfa y granados. Aquellas piedras correspondían a una desaparecida y amurallada población íbera (posiblemente Heliké), luego convertida en la romana Colonia Iulia Illici Augusta. Entre ellas apareció la pieza escultórica. La cuadrilla, encabezada por el capataz Antonio Galiano Sánchez, se puso a cavar. Según las primeras versiones, la escultura fue hallada por el bracero Antonio Maciá, aunque el capataz se arrogó su cuidadosa extracción y dejó en segundo plano al trabajador. Una vez localizado el busto, Galiano avisó al dueño de la finca, quien, a su vez, se lo contó al tío de su mujer, Pedro Ibarra, un erudito local, que se aprestó a acudir para ver si encontraba más cosas. ¿Y a qué hora ocurrió el descubrimiento? Pues no se sabe, más allá de un vago “antes de oscurecer”, que podría corresponder con las 21.00 en una España que aún no había adoptado el horario de Greenwich.

El médico expuso en el balcón de su casa la escultura, como si fuese un trofeo de caza, para que todos los del pueblo admirasen su descubrimiento. Una semana después apareció en escena otro personaje fundamental, el hispanista francés Pierre Paris. Convenció al doctor para que le vendiese la Reina mora, como se conocía ya la escultura. Pagó 4.000 francos y unos días después tomó un barco rumbo al Museo del Louvre. Escribió ufano: “La Dama de Elche, tranquilamente, en mi camarote”. Mientras, Pedro Ibarra se tiraba de los pelos y se preguntaba cómo era posible que algo así sucediese en España.

Columna conmemorativa

Un año después, Paris volvió a Elche para colocar, con Ibarra y Galiano, un monolito que señalase el lugar del hallazgo: una columna de 1,20 metros que se había encontrado labrando la zona. El famoso epigrafista alemán Emil Hübner redactó una inscripción latina conmemorativa que, por diversos avatares, no llegó a ser tallada. En 1923, el numismático Antonio Vives volvió a abrir los terrenos donde, supuestamente, se había encontrado el busto, pero el monolito le molestaba, así que lo removió y se supone que lo volvió a colocar en el mismo lugar, donde permaneció hasta 1965.

En 1941, la Dama regresó a España por un acuerdo entre los Gobiernos del general Francisco Franco y del francés Philippe Pétain. En esos 44 años de ausencia, habían muerto ya los principales protagonistas y aparecido otro, Alejandro Ramos Folqués, nuevo dueño de La Alcudia y con ganas de seguir las excavaciones.

Lo primero que hizo Ramos en 1944, tras la expectación que había causado el regreso de la Dama, fue buscar a testigos del hallazgo, y así apareció un anciano llamado Manuel Campello, que, recordemos, compartía nombre (y nada más) con el dueño original de la finca. Dijo ser quien encontró el busto cuando ayudaba a sus padres en la finca. Pero este Manuel Campello Esclápez, Manolico le llamaban, no aparece en los relatos de Ibarra y, además, ofrece datos distintos a los recopilados: contó que la escultura la halló él con 14 años a las 10 de la mañana (su partida de nacimiento demuestra que, en todo caso, tendría 18 años), utilizando una herramienta de Maciá, y lo más sorprendente: según su relato, la escultura fue encontrada a 50 metros al sur del lugar donde indicaba la columna conmemorativa. Ramos intentó afanosamente encajar los datos de Manolico con los que había anotado Ibarra, por lo que redactó una versión ecléctica y conciliadora en la que aparecían todos los personajes al tiempo en la finca (el propietario, el capataz, el niño, sus padres, el bracero..). Realizó, además, una réplica de la Dama, que hoy se puede ver en el yacimiento, y la colocó donde el anciano le dijo que apareció: a 50 metros del mojón.

Manolico, un humilde arriero que solo hablaba valenciano, comenzó entonces a recibir visitas de medios de comunicación de todo el país. Sus relatos eran cada vez más floridos y ofrecían más “detalles”. Comenzaron los reconocimientos oficiales y hasta se le dio su nombre a una calle de Elche. Dibujo de Pedro Ibarra realizado en 1897.

En los años sesenta, la primera columna conmemorativa se desplomó, quizás Vives no la cimentó bien, y rodó ladera abajo. Desde entonces solo perdura la memoria de Manolico, materializada en un pórtico monumental levantado en los años noventa, donde se conmemora anualmente el descubrimiento. Ana María Ronda la ha encontrado ahora en un terraplén, como símbolo de una historia con muchas grietas.

Sonia Gutiérrez Lloret lo explica así: “En torno a la Dama se ha construido un relato que ha soslayado las obvias incertidumbres, cuando no verdaderas contradicciones, pero que a fuerza de transmitirse a las generaciones venideras ha terminado por convertirse en la memoria histórica dominante, tenida por veraz, tradicional e incuestionable”. Y se encoge de hombros.

 

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