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Burló Vera, Eloy

Enviado por José Filiu Casado el
Datos biográficos
Fecha de nacimiento
15 de enero de 1918
Lugar de nacimiento
Málaga
Lugar de muerte
Elche
Profesión
Vendedor de prensa y escritor

Propietario junto a su hermana Paquita de un kiosco en la calle Empedrat. Publicó en los semanarios Gaceta Ilustrada (1963) y Elche (1969). También en la revista anual Festa d'Elig.

 

ELOY BURLÓ VERA

Entrevista de Jaime Gómez Orts:

Eloy Burló Vera es uno de los ilicitanos más populares. Pese a no recibir enseñanza en ningún colegio ni escribir jamás una sola letra a máquina, de su mano han salido infinidad de artículos para periódicos locales, comarcales y nacionales. Su paso rápido, apaciguado por el transcurso de setenta años de profesión, repartiendo periódicos puerta a puerta, constituye la imagen entrañable de este personaje.

Eloy Burló Vera nació en Málaga el 15 de enero de 1918, y llegó a Elche ocho años después. A esa edad comenzó a ganarse la vida. Su único bagaje escolar fue “unos pocos meses en la escuela Carrer Conde, debido al legado de un señor que debió ser muy corto, para pagar estudios a niños pobres”. Tras un intento como menador, que no fructificó, empezó a vender periódicos, labor a la que se entregaría de pro vida, y que en principio alternaba con trabajo en fábricas. Por sus propios medios, se enseñó a leer y escribir, habiendo colaborado con un considerable número de publicaciones regionales y nacionales. Decano de los vendedores de prensa, su quiosco en la Glorieta, llegó a ser un auténtico foro intelectual, punto de reunión de todas aquellas personas con inquietudes culturales y deportivas de Elche, y parada de intelectuales forasteros cada vez que venían a Elche, casos como los de César González Ruano y Wenceslao Fernández Flores, entre otros muchos. Durante 20 años escribió el guion semanal Don Severo y Doña Gertrudis, emitido por Radio Elche.

Pregunta: ¿Cómo se inició su andadura en la venta de periódicos?

Repuesta: Apenas llegado a Elche, por el año 1926, con ocho años, me llevaron a menar. No había más remedio, en casa no entraba más sueldo que el de mi padre, cinco o seis pesetas, y éramos siete hermanos. Pero la cosa no cuajó: cuando empezó a decir palabrotas el filaor, pese a que no entendía el valenciano, simplemente por el tono, decidí que a mí no me iba aquello. Como había que ganarse el pan de alguna manera, acudí al tío Dositeo, que vendía el periódico El Día, una publicación de derechas, que por cierto se venía muy poco. Le pedí que me diese para vender, y tras mucho insistir, me dio cinco ejemplares, me fui a Casanova y los vendí. Un auténtico milagro, que me abrió el camino para convertirme en vendedor.

P: Dado el primer paso, ¿cómo se desarrollan los próximos acontecimientos?

R: La cosa fue muy comentada y el tío Ramón Maciá me llamó para preguntarme si sabía leer, y le dije que no, pero que aprendería en quince días. El hombre, al ver mi osadía, le caí simpático, y tras mirarme a la cara me dio un puñado de ejemplares. Tenía lo menos cuarenta chiquillos vendiendo, y rápidamente me convertí en el que más vendía de todos, por lo que me puso el número uno. Había que vender lo menos doscientos ejemplares, que valían a diez céntimos. Y lo primero que hice fue intentar la promesa de aprender a leer.

P: ¿Cómo se las ingenió?

R: Mi primer paso fue le ABC y tras enseñarme esas tres letras, seguía con cualquier otro nombre o cartel de la calle, hasta el extremo que en unos días iba deletreando los nombres. Cuando hice la prueba con el tío Ramón, me preguntó por el maestro que me daba clases, y al decirle que ninguno, no salía de su asombro. Me tomó tanto cariño que los domingos iba a comer a su casa, arroz con costra. Y en el verano, me cargaba en un taxi, ya completo, pero haciendo un hueco, a Santa Pola, para vender en las barracas.

P: ¿En qué otras tareas trabajaron?

R: La verdad es que era muy espabilado, y en aquellos primeros años me buscaba la vida como fuese. Empecé a trabajar en la fábrica de Roldán y después en la de Ramón y Francisco Segarra Agulló, naturalmente alternando con la venta de periódicos. A las 6 de la mañana limpiaba la fábrica; a las 9, acudía a vender periódicos, a las 2, otra vez a la fábrica y a las 6 de la tarde, de nuevo a la venta de las ediciones vespertinas. Así estuve hasta el inicio de la guerra. En principio, El Día, y El Luchador, después, El Sol, Campeón. Entonces no había televisión y prácticamente ni radio. Cuando había una noticia importante, avisaban al tío Ramón y ponía una pizarra en el quiosco avisando para la edición de la tarde. Recuerdo en el año 30, cuando la sublevación de Franco y Galán y García Hernández, que hicieron una hoja especial, y por la noche apoya en la pared de Casanova, vendí 500 ejemplares. La calderilla, que era de cobre, pesaba una barbaridad. Por entonces salió el periódico Ahora, de Madrid, en cuya portada venía el general Las Heras, que aplastó la sublevación. Aquí hubo detenciones de gente de izquierdas, entre ellos don Julio.

El quiosco de la Glorieta

P: ¿Cuándo se independizó, estableciéndose por su cuenta?

R: Fue en septiembre de 1939, en que conseguí el quiosco de la Glorieta. En aquellos tiempos, en Elche solamente había como puntos de venta los cuatro quioscos de la Glorieta, regentados por Maciá, Rico, Verdú y el mío. Llegué a llevar también el de Verdú. En la Plaça de Baix, el del partido socialista, que lo llevaba Manolo soler, pero después lo cerraron, y más tarde lo abrió el tío Quito. En principio se vendía muy poco, ya que a la gente lo que le preocupaba era comer, llenar la barriga, pues no en balde era la época del hambre. Poco a poco se fue normalizando, saliendo algunas revistas y sobre todo tebeos. La primera deportiva fue Gol, y en cuanto a tebeos, además de TBO, que les dio nombre a todos, Flechas y Pelayos, Monito y Fifí, Rabanito y Cebollita, Roberto Alcázar y Pedrín, El Hombre Enmascarado. Ya después el Capitán Trueno, El Jabato, El Guerrero del Antifaz. En cuanto a periódicos, ABC, Pueblo, Madrid, Ya, La Gaceta de Alicante -después Información- y La Verdad de Murcia.

P: ¿Cuándo nació su afición literaria?

R: Allá por los años 50. Comencé por la sección Salto por la grada, en Murcia Deportiva, que mantuve a lo largo de veinte años, extendiendo la colaboración a Informaciones, Madrid, Levante, El Faro de Vigo, La Verdad, y algún otro. Por otro lado, desde 1969 y hasta 1989, estuve escribiendo el guion de Don Severo y Doña Gertrudis, para Radio Elche, al que daban voz Paco Alcaraz y Reme Sanz. La gente no sabía que era cosa mía, y cuando iba repartiendo los periódicos, al coincidir con la emisión, había gente que me decía: “Escucha Eloy, mira que majo es esto”. Yo me hacía el zompo y lo escuchaba sin más comentario.

P: El quiosco fue un hervidero.

R: Sí, realmente era un punto de reunión y tertulia para mucha gente. En principio, al estar cerca del primer ambulatorio, se reunían allí los médicos de guardia, y la tertulia se fue incrementado con poetas, pintores, aficionados al fútbol, ciclismo. Hombre, recuerdo aquella época de Bernardo Ruiz, el Pipa, cuando intervenía en el Tour y yo sintonizaba con una emisora italiana, de la que podía sacar datos de las etapas. Cogía unja pizarra y escribía llegadas, clasificaciones y algunos datos. Aquello fue un éxito y acudían centenares de personas para enterarse de las últimas noticias. Lo firmaba como Agencia PP.

P: ¿Qué otras actividades se organizaron?

R: Hicimos un homenaje a Machado y Juan Ramón Jiménez, y trasladamos las reuniones al Pasapoga. Allí dio una conferencia el doctor Ruiz Rey, y días antes, le dijo al llorado Pin: “Lo siento por ti, Tonico, pero voy a decir que el fútbol es el opio de la sociedad”. Pin con toda su chispa, le inquirió: “¿Qué cosa ha dicho?”. “El opio”, le repitió. “Ah!, me saca un peso de encima. Creí que decía el apio”. No veas la que se armó, Ruiz Rey se enfadó, y no quería dar la conferencia, pero se solucionó.

P: Se está recuperando la Glorieta, en parte. ¿Volverá a su antiguo quiosco, y qué le pareció la anterior transformación?

R: El cambio fue un desastre, pero había algo que debió conservarse, la fuente, aunque naturalmente dotándola de materiales nobles. La de extranjeros que se habrán fotografiado en esa fuente. En cuando a volver al quiosco, si me hubiera cogido con 30 o 40 años menos, sería toda una ilusión, pero ahora, realmente ya no la tengo. Además, su espacio es hoy totalmente insuficiente para el material que se maneja en cualquier punto de venta que se precie. Por otra parte, los tiempos han cambiado y por mucho que se quiera ni las costumbres ni las circunstancias pueden ser parecidas. ¿Dónde está el Marfil, el Plata, el bar Pepe, el bar Enrique, el Siglo, el Comercio, el Dorado o Florida, Coral Ilicitana en su antigua configuración, Acción Católica, el Hogar; el templete, con sus conciertos de jueves, sábados y domingos; ¿la costumbre de los paseos, todo ello comprendido dentro de la Glorieta?

Extraído de ‘Ilicitanos de siempre’, de Jaime Gómez Orts.

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