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Brotons Oliver, Antonio

Enviado por Miguel Ors Mon… el
Datos biográficos
Fecha de nacimiento
1895
Lugar de nacimiento
Elche
Fecha de muerte
28 de enero de 1976
Lugar de muerte
Elche
Profesión
Empresario
Militancia
FETJONS
BROTONS OLIVER, Antonio (Elche, 2-XI-1894 - 28-I-1976). Uno de los empresarios ilicitanos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX y primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Elche por el tercio sindical entre el 6 de febrero de 1955 y el 2 de febrero de 1958. Impulsó en 1932, como socio fundador, la empresa Fabricantes de Suelas de Caucho Aglomerado (FACASA), conocida en Elche como El Trust, una de las más importantes empresas ilicitanas entre los años cuarenta y setenta del siglo XX, desaparecida en 1976, el mismo año de la muerte de su principal impulsor. Su indudable éxito como empresario en la ciudad no lo rentabilizó en otros menesteres. Aún así parece que quiso iniciar una actividad política que, finalmente, fue muy limitada: fue gestor en la Diputación Provincial (como tal aparece en el diario Información en el año 1948) y concejal del Ayuntamiento de Elche entre los años 1955 y 1958 pero, para ser quizás el industrial ilicitano más destacable desde los años de la posguerra, tuvo escaso protagonismo en la ciudad. Es más, llama la atención que un hombre tan poderoso en el ámbito local a partir de aquellos años tuviera tan escasa presencia pública.  Antonio Brotons Oliver supo consolidar una nada desdeñable herencia empresarial. Hijo de Francisco Brotons Ruiz, empresario propietario de una fábrica de chocolates que se anuncia en la prensa local en 1903 (“Gran fábrica de chocolates movida por fuerza hidráulica de Francisco Brotons”). Gerente también de Antón, Brotons, Arronis “La Electromotora” (S.R.C.),una empresa constituida el 24 de enero de 1907 con un capital inicial de 30.000 pesetas, ubicada en la calle de la Libertad (en el barrio de la parroquia de El Salvador) con el objeto de “fabricar y suministrar fluido eléctrico”. El 31 de agosto de 1910 la empresa pasó a llamarse La Electromotora Equitativa S.A. y junto a los tres socios fundadores encontramos también al médico Manuel Martínez Magro, a los banqueros locales Ramón y Antonio Peral Irles, al industrial José Barceló Bru y al propietario Juan Ibarra Agulló, propietarios a su vez de La Equitativa Eléctrica. En esta fusión de dos fábricas de electricidad, la de los socios fundadores se valoraba en 250.000 pesetas mientras que la de los nuevos socios se cifraba en 118.500 pesetas. La suma de ambos capitales dio lugar a 737 acciones de 500 pesetas. En el primer Consejo de Administración aparecía como presidente Pascual Antón Tarí y como director gerente Francisco Brotons Ruiz. Pascual Antón Tarí, Juan Arronis García y el propio Francisco Brotons Ruiz participaron en otros proyectos empresariales como El Teatro Kursaal (el actual Gran Teatro), empresa inaugurada en septiembre de 1909, resultado de deudas de la empresa propietaria hasta ese momento con el suministro de luz proporcionado por La Electromotora y en la que Francisco Brotons Ruiz sería igualmente gerente. Antonio Brotons Oliver realizó estudios de bachillerato y se incorporó a los negocios de su padre. Creó, con 28 años, su primera empresa el 3 de abril de 1920, La Trenzadora Illicitana S.A., asociado con los industriales José Vaello Blasco y Santiago Bordonado González. Se trataba de fabricar trenza de yute y otras fibras textiles. El capital inicial fue de 10.000 pesetas, dividido en 40 acciones de 250 pesetas, de las que la mitad eran propiedad de José Vaello. Antonio Brotons Oliver fue el presidente del Consejo de Administración. Dos años después, el 13 de febrero de 1922 nacía la sociedad regular colectiva Brotons y Antón, formada por Antonio Brotons Oliver, que ya aparece casado con Pascuala Antón Fenoll, y su suegro, Pascual Antón Tarí. La empresa se dedicaba a la fabricación y venta de chocolates y artículos similares y nacía con un capital de 50.000 pesetas, de las que 40.000 era la aportación en efectivo de Pascual Antón, mientras que el resto eran las máquinas, género, marca (chocolates Brotons, junto al dibujo de una palmera) que Antonio Brotons Oliver había heredado de su padre. Pascual Antón falleció en 1926 (su testamento, fechado en 1918, merece la pena rescatarse: “Al contraer matrimonio aportó a la sociedad conyugal las ropas de su uso personal y 250 pesetas en efectivo metálico”. Vamos, que llegó con lo puesto. Cuando se casaron sus dos hijas dio a cada una 4.000 pesetas en muebles y ropa e ingresó 500 pesetas en el Tesoro para librar a su hijo del servicio militar). Su viuda, Lucía Fenoll Serrano, heredó la participación en la empresa de su marido y, terminada la guerra, concedió poder de gestión a su hijo José María Antón Fenoll y representación a Francisco Antón Fenoll. La empresa estaba radicada en Torrellano Alto, con un capital de 250.000 pesetas en 1942 y se transformó en sociedad limitada el 31 de junio de 1949. Lucía Fenoll Serrano murió en 1956 y su parte en la sociedad pasó a sus cinco hijos. Tres años más tarde, el 18 de diciembre de 1959, desaparecía, después de más de medio siglo, una de las pocas empresas ilicitanas dedicadas a la fabricación de chocolate. En torno al año 1925, según el testimonio del hijo de Antonio Brotons Oliver, Francisco Brotons Antón (Elche, 1927), es también el gerente de la fábrica de suelas de goma, Escobar, Brotons y Fenoll, con unos 80 trabajadores. Siete años después, en 1932, se produciría el nacimiento de FACASA, resultado del acuerdo entre las siete fábricas de suelas de goma que existían en la ciudad (Vicente Sansano Fenoll; Tomás Sánchez Martínez; José Ramón Requena; Ripoll Hermanos y Compañía; Miralles y Sempere; Serrano, Sánchez y Compañía y, por último, Escobar, Brotons y Fenoll). Se asociaron todas ellas con el nombre de Fabricantes de Suelas de Caucho Aglomerado S.A. Era conocida como El Trust, aunque se trataba más bien de un cartel local, con la finalidad de unificar precios y facilitar la comercialización de sus productos. Cada una de las empresas asociadas mantenía su propia producción y FACASA se encargaba de la distribución. Se empezó, pues, con la distribución y pronto se iniciaría la fabricación propia. El objeto de la sociedad era la “Venta de suelas de caucho aglomerado para alpargatas que fabrican todos y cada uno de los individuos y entidades que constituyen esta sociedad anónima, unificando los precios de venta en evitación de competencias y en beneficio además de la industria alpargatera en general”. Nacía por tiempo indefinido y su primer domicilio fue en la calle del Capitán Sediles, nº 12. Sin duda, se trataba de uno de los acuerdos entre empresarios más relevantes que se habían producido en la ciudad. Todos ellos se obligaban a no realizar ninguna venta de suelas de caucho aglomerado que no fuera por mediación de la sociedad: “Los fabricantes asociados no solamente conservarán la propiedad de sus fábricas, sino también su autonomía dentro de ellas para obrar y desenvolverse con la mayor libertad, sin otra limitación que la de fabricar las suelas del color y medida que para cada pedido reclame la sociedad. Había nacido, pues, lo que en Elche se llamó siempre el Trust, o el Trust gomero, con un capital de 150.000 pesetas, dividido en 600 acciones de 250 pesetas cada una. Los máximos accionistas, con 74 acciones cada uno eran las empresas Vicente Sansano Fenoll, Ripoll Hermanos y Compañía, Escobar-Brotons y Fenoll, y Miralles-Sempere. Con 46 acciones José Ramón Requena Plaza y, con 29, Tomás Sanchiz Martínez y Serrano-Sánchez y Cía. Cada uno de los socios conservaría la propiedad de sus marcas y dibujos que no podrían copiar ni imitar los demás asociados. Los beneficios se repartían en dos mitades: el 50% en proporción de lo vendido y el otro 50% entre las acciones. La empresa nacía con una Junta General de Accionistas y un primer Consejo de Administración en el que encontramos como depositario a Antonio Brotons Oliver, como presidente a Diego Ripoll Martínez y como vicepresidente a Santiago Sempere Castaño. En la junta general de 21 de mayo de 1933, presidente y vicepresidente intercambiaban sus cargos y se modificaba el valor de las acciones (596 de 250 pesetas y 100 de 10 pesetas) y el reparto de beneficios (un 10% para el fondo de reserva y un 90% para repartir entre las acciones). También se reorganizaba la empresa: “Para el buen funcionamiento de la sociedad se constituirán 4 secciones que se titularán Almacenes, Personal, Fabricación y Compras y ventas. Al frente de cada una de ellas estará un jefe que será designado por el Consejo de Administración”. En 1935 se aumentó el capital en 2.100.000 pesetas, hasta alcanzar un total de 2.250.000 pesetas, divididas en 8.996 acciones de 250 pesetas y 100 de 10 pesetas al portador. De manera que, en las vísperas de la guerra civil, FACASA cuenta con Ripoll Hermanos como principal accionista (1.650 acciones) y con otros cuatro accionistas por encima de las mil acciones (Vicente Sansano Fenoll, Antonio Brotons Oliver, Santiago Sempere Castaño y José Ramón Requena Plaza). En definitiva la guerra acabaría alterando profundamente la trayectoria de la fábrica. Tanto Ripoll Hermanos como Vicente Sansano Fenoll abandonarían el proyecto que quedaría, a partir de 1939, bajo la exclusiva dirección de Antonio Brotons Oliver. Igualmente, encontramos a Antonio Brotons Oliver como secretario de una sociedad nacida el 15 de abril de 1936, Distribuidora de Suelas de Goma, S.A., en la que FACASA dispuso de 100 acciones de 500 pesetas –la mitad del total-, junto a otros accionistas de Crevillente, Aspe, Albacete y que debió desaparecer en los primeros años de la posguerra. Durante la Guerra Civil se refugió en Madrid y en febrero de 1938 fue absuelto por el Tribunal Popular número 2 de Alicante de la acusación de falsedad y estafa, acusación promovida por el Ayuntamiento de Elche. Tras el paréntesis de la guerra, lo encontramos como gestor de la Diputación Provincial de Alicante  y delegado comarcal de Política Municipal y Fomento (Información, 1-II-1942). En una de las primeras juntas generales de la compañía, Antonio Brotons Oliver aparece ya como gerente y pide la adquisición de maquinaria para la fabricación de caucho aglomerado y para la elaboración de productos de caucho regenerado. Se decidió entonces una nueva ampliación de capital de 2.250.000 pesetas, divididas en 4.500 acciones de 500 pesetas. Entre los años 1941 y 1942 se vendieron 3.600 acciones de 500 pesetas, por un montante de 1.800.000 pesetas. Pero, sin duda, el cambio más relevante de los primeros años de la posguerra fue la venta de acciones por parte de Ripoll Hermanos y de Vicente Sansano Fenoll, lo que permitió que Antonio Brotons Oliver fuera el principal accionista y el hombre clave de FACASA desde el inicio de la década de los cuarenta, de manera que en octubre de 1946 encontramos el siguiente Consejo de Administración: Presidente: Lorenzo Fenoll Serrano; Vicepresidente: Santiago Sempere Castaño; Gerente: Antonio Brotons Oliver; Vocales: José Ramón Requena Plaza, Francisco Escobar Ripoll y Antonio Orts Maciá; Secretario: Pascual Escobar Ripoll. Cinco años más tarde, el 15 de abril de 1951 se configuraba un nuevo Consejo que, con muy pocos cambios, coincidiría con el final de la empresa en 1976. A partir de este momento, la presidencia estaría siempre en manos de Antonio Brotons Oliver: Presidente: Antonio Brotons Oliver; Vicepresidente: Santiago Sempere Castaño; Secretario: Pascual Escobar Ripoll (vicepresidente desde 1955); Gerente: Antonio Ceva García (vicepresidente desde 1971).  Vocales: Francisco Brotons Antón (consejero delegado), Francisco Escobar Ripoll, Antonio Orts Maciá, José Díez Sánchez (nombrado en 1955 vocal y secretario), Pedro Montes Fenoll (nombrado en 1967 para cubrir la vacante por el fallecimiento de Antonio Orts. Ocuparía la presidencia del Jurado de Empresa). Julio Jiménez Navas (nombrado en 1967 como representante del personal en el Jurado de Empresa), Pedro Laporta Carrasco (nombrado en 1970). Francisco Ripoll Selva (nombrado en 1971). Las sucesivas ampliaciones de capital marcan el crecimiento de la empresa y, en buena medida, anticipan su esperanza de vida: FECHA           CAPITAL                   ACCIONES DE 500 PTAS.                 TOTAL                                                                                                                       (millones) 27-I-1946          3.500.000                                  7.000                                      8 15-IV-1951        7.000.000                                  14.000                                   15 9-XII-1956         5.000.000                                  10.000                                   20 26-IV-1959        5.000.000                                  10.000                                   25 25-V-1965         2.500.000                                  5000                                      27,5 Llama la atención las tres ampliaciones de capital de la década de los cincuenta frente al escaso entusiasmo inversor de la década de los sesenta. En cualquier caso, en 1962 FACASA obtenía un préstamo del Banco de Crédito Industrial de 14 millones de pesetas –se había solicitado en un principio 20 millones-, con cargo a los fondos procedentes de las ayudas de Estados Unidos. El préstamo se suscribía con un interés anual del 5,87% y se garantizaba mediante la hipoteca de los bienes inmuebles de la empresa (“un edificio industrial sito en la ciudad de Elche, Avenida del general Primo de Rivera que ocupa una superficie de 9.811 metros con 20 decímetros cuadrados, y está compuesto de varias naves industriales de una sola planta y algunas de planta y piso. Dichas naves industriales constituyen tres cuerpos del edificio; en el primero se encuentran las oficinas, laboratorio, talleres mecánicos y eléctrico, almacenes, comedores y clínica; en el segundo se encuentran la fabricación de calzado vulcanizado, aparado de calzado, fabricación de cajas de envase, prensas de vulcanizar calzado, prensas de vulcanizar pisos, transformadores, cilindros mezcladores, almacén de goma, calderas, autoclaves, almacén de suelas, almacén de barnizado, carpintería, taller de preparación de materiales, almacenes de suelas, prensas, almacén de calzado, duchas y servicios; y en el tercero se encuentran cilindros refinadores, garajes y almacén de mezclas”, además de toda su maquinaria. Y dos edificios más: “un edificio industrial sito en Elche, en Avenida de Santa Pola en el que existe otra maquinaria variada. Y otro edificio industrial sito en Elche, carretera de Alicante a Murcia, con sus instalaciones de maquinaria”). Esta sería la última inversión importante de la empresa. A partir de entonces podemos hablar de envejecimiento, tanto en las personas y en las ideas como en la tecnología, en la mano de obra y en la organización, hasta convertirse, en la década de los setenta, en un ejemplo de empresa incapaz de renovarse y, en consecuencia, con un final anunciado. Más de cincuenta años de trayectoria empresarial se echaban por tierra. Al margen de FACASA, Antonio Brotons Oliver puso en marcha en octubre de 1955 una empresa de materiales de construcción, Cerámica La Asunción, S.A., junto a sus tres hijos, los hermanos Bordonado Navarro y otros nueve socios, con un capital inicial de 2 millones, dividido en 2.000 acciones de 1.000 pesetas. Según recoge el diario Información, la empresa seguía funcionando a principios de la década de los setenta.   FACASA como modelo de empresa en el Franquismo (1939-1976)   Unos 500 trabajadores en los años de la II República y cerca de un millar a partir de los años cuarenta. El estudio, publicado en 1957, de la entonces profesora del Instituto Laboral de Elche, Jacinta Gomara Dalló, nos permite conocer el número de trabajadores, la edad y la proporción de hombres y mujeres de FACASA en ese año, al margen del trabajo a domicilio que suministraba la empresa. Un total de 903 trabajadores repartidos entre Piel (165) y Químicas (738), con una importante presencia de mujeres y una población laboral muy joven, con la mitad de los 903 trabajadores por debajo de los treinta años. FACASA distinguía también entre el personal “enturnado” (turnos de cinco de la mañana a una de la tarde, de una a nueve y de nueve a cinco, rotatorios semanalmente hasta cumplir las 48 horas preceptivas) y aquellos trabajadores no sometidos a turnos. Con tal sistema, no dejaba de ser lógico que familias ilicitanas de clase media amenazaran a sus hijos, en el caso de que fueran perezosos en sus estudios, con el siguiente anatema: “Si no estudias, a trabajar al Trust”. La empresa publicó memorias anuales –que no hemos localizado-, aunque hemos podido consultar las actas del Jurado de Empresa de FACASA entre los años 1963 y el cierre de la empresa en 1976, documentación conservada hoy en el Archivo Histórico Municipal de Elche que permite contemplar la evolución de la empresa a lo largo de sus últimos trece años. El gerente fue Antonio Ceva García, doctor en Ciencias Químicas, cuya muerte, como la de Antonio Brotons Oliver, coincidió también con el cierre de FACASA y la empresa contó con médico e ingeniero propios: Antonio Bonete Antón y Pedro Alemañ Amorós. El presidente del Jurado de Empresa y hombre de confianza de la Dirección fue Pedro Montes Fenoll quién tenía además el cargo de contramaestre, encargado de los cronometrajes de los trabajos de la mayor parte de las secciones, hasta un 80% aproximadamente de los trabajadores, salvo aquellas como patio, oficinas o talleres mecánico y eléctrico que no pudieron ser incluidas dentro del sistema de remuneración por incentivos, con arreglo a la fórmula tayloriana de productividad puesta en marcha por la empresa. En su organización aparece siempre la figura del encargado general, como coordinadores del trabajo de los capataces de cada sección. El primero que encontramos es Manuel Bordonado Antón y, desde noviembre de 1968 en las actas, Manuel Gomariz López. La empresa contó con clínica propia –médico y practicante-, Economato y Comedor. A través de esta misma fuente nos encontramos hasta 25 secciones en los que estaba organizada FACASA Las actas nos ofrecen también, entre 1963 y 1970, año en el Comité de Empresa ya no recibe este tipo de informes, la tipología de los expedientes a los que eran sometidos los que durante el régimen de Franco se llamaron “productores”. Hemos encontrado los siguientes:             FACASA: expedientes a trabajadores (1963-1970) Amonestaciones Amonestación escrita 49 Advertencia verbal 10 Suspensiones de empleo y sueldo          Tres meses 2 Cinco días 1 Tres días 2 Dos días 6 Un día 18 Despidos 3 Fuente: Actas del Jurado de Empresa. Elaboración propia. A.H.M.E.    De la misma manera que era muy frecuente la condonación de las sanciones económicas e incluso, entre los tres casos de despido que recogen las actas –por agresiones o faltas muy graves- en dos de ellos la empresa, a petición del Jurado de Empresa, aceptó la readmisión y en el tercer caso el despido coincidió con la baja voluntaria del trabajador. Bajas voluntarias que son igualmente muy frecuentes y que obligan a la empresa a una contratación permanente. No debía ser muy complicado encontrar otro trabajo con mejor salario que el que ofrecía FACASA. De manera recurrente nos encontramos con una combinación de rígida disciplina junto a un talante paternalista tan característico de aquel régimen político. Por ejemplo, respecto a la puntualidad de los trabajadores ocurría lo siguiente: “Si se llega tres minutos tarde al trabajo, no se permite iniciarlo hasta transcurrido una hora, y si la demora es de media hora no se permite empezar hasta transcurridas cuatro horas”, lo que lógicamente acarreaba importantes reducciones salariales. Otra muestra más de paternalismo laboral eran las colectas navideñas para productores necesitados o enfermos, con donativos en dinero o en especie a través del Economato de la empresa, omnipresentes en las actas. Cabría hablar incluso de un sistema de beneficencia organizado entre empresa y Comité que estuvo siempre en funcionamiento y que se explica además por los salarios tan bajos (el salario mínimo era de 60 pesetas / día en 1963 o de 96 pesetas / día en 1968) con los que difícilmente se podía mantener una familia –éste es sin duda otro de los milagros de los años del desarrollismo franquista- o hacer frente a cualquier contingencia extraordinaria, de manera que cualquier desgracia familiar acababa necesariamente con las ayudas facilitadas por el Comité de Empresa a través de su fondo social, en el que también colaboraba la empresa con unas 25.000 pesetas anuales de su cuenta de beneficios y, en alguna ocasión, hasta del propio Gobierno Civil de la provincia. Las mismas actas ponen de manifiesto que podía resultar frecuente que un “productor”, realizadas sus ocho horas diarias en FACASA, fuera a otro centro de trabajo a rematar su jornada laboral, costumbre muy extendida en la industria ilicitana en la década de los cincuenta y sesenta como demostró la profesora Begoña San Miguel en su libro Elche: la fábrica dispersa. La alta siniestralidad de la empresa está ampliamente recogida en las actas. El caso más grave es la muerte en accidente de trabajo de Norberto Ramón Vidal el 15 de marzo de 1966 pero, pese a la existencia de un Comité de Higiene y Seguridad en el Trabajo integrado como comisión dentro del Jurado de Empresa, los accidentes laborales son muy frecuentes, especialmente en el turno de la noche y entre los llamados “pinches” o “pinchas”, es decir, los trabajadores más jóvenes, aunque se trate más bien de pequeñas lesiones. Se recogen también tres incendios (en junio de 1965 en la fábrica número dos, en mayo de 1967 en la fábrica principal y en mayo de 1969 en la nave de forrado) y actuaciones consideradas como actos de heroísmo por parte de algún empleado en accidentes diversos como en la explosión de una caldera reflejada en el acta de enero de 1971.   Nota: Sobre el envenamiento de trabajadores de FACASA por benzol en 1959 ver en elche.me en el apartado de publicaciones, el artículo de Juan Martínez Leal "La ciudad convulsa: La intoxicación del benzol de 1959 en Elche", Festa d´Elx, 2018, nº 59, págs. 31-45.   Un líder obrero en FACASA: Antonio Morante Miralles   El seguimiento de las actas nos ha permitido también encontrarnos con un líder obrero, Antonio Morante Miralles, un trabajador afiliado a la HOAC y cuyo esfuerzo dentro del Comité de Empresa le convierten en pieza clave en la evolución de FACASA. Su prestigio ante los trabajadores -desde 1963 ostentó ininterrumpidamente el cargo electivo de vocal titular del Jurado de Empresa y vocal social de la Junta Local del Sindicato de Industrias Químicas-, hacen de él una pieza esencial en la historia de la empresa. Según nos relató el abogado Luis Verdú, que intervino en el cierre definitivo de FACASA, el liderazgo moral de Antonio Morante fue decisivo incluso para encontrar una solución definitiva: que se aceptaran las indemnizaciones ante la realidad de una empresa que moría de pura vejez. Antonio Morante trabajó en FACASA casi treinta años: “(...). En marzo o abril de 1947 me fui a FACASA. Tenía lo menos 800 operarios. Me eligieron jurado de empresa para defender los intereses de los trabajadores. Se trabajaba con tres turnos. En la transformación de la goma y la fabricación de calzado de goma se trabajaba con tres turnos. De cinco a una, de una a nueve y de nueve a cinco. Era una empresa que pagaba los salarios más bajos. En 1947 ganaba, no me acuerdo bien, creo que unas 17 pesetas diarias, pero claro, trabajaba toda la semana. Trabajábamos los sábados hasta cumplir las 48 horas semanales. Los enturnados de tres turnos terminábamos a las cinco de la mañana del domingo. Una semana por la mañana, la siguiente por la tarde y la tercera por la noche. De noche era lo más duro. El lunes a partir de las cinco de mañana se ponía la fábrica en marcha. Había muchas mujeres para repasar la faena, recortar los pisos. Muchas mujeres. Había también taller mecánico propio. En el año 1958 ó 1959 se dio un caso muy lamentable allí. Murió primeramente un encargado. Certificaron la defunción como normal. Se hacía un calzado que resultaba muy económico con piso de goma con una plantilla y había que ponerle mucha cola para que se pegara bien. Como llevaba tan poca cosa se vendía muy barato. Hicieron una nave para eso y la fabricación se duplicó. El encargado murió en una sección pero los médicos dijeron que fue muerte natural. Después murió una mujer, semanas después, y uno de los médicos del seguro tuvo sospechas. A la gente que trabajaba en esa nave, sobre todo a las mujeres, comenzó a salirles unas manchas oscuras por todo el cuerpo. Yo estuve trabajando allí un par de semanas y me noté muy flojo y comí huevos crudos, que no había tomado nunca. Cuando murió la mujer, la gente se asustó y murieron cuatro o cinco personas. Entonces intervinieron organismos como la delegación de Trabajo, Sanidad. Pusieron comedores que no había, taquillas para la ropa que no había. Todo a resultas de aquellas muertes. Los enturnados no teníamos comedor y después de cuatro horas de trabajo teníamos derecho a comernos un bocadillo, teníamos media hora de descanso. Las inspecciones no eran como debían de ser. Con lo del benzol pusieron extractores para el vapor. Mascarillas no se usaban (...) El seguro proporcionó un medicamento para las personas que tenían las manchas. Recuperaba los glóbulos rojos. Les dieron el alta para poder trabajar y un tiempo después volvían a necesitar medicamentos y entonces los proporcionaba la Seguridad Social.       (...) La empresa perdió mercado. Estuvo mal dirigida. Primero fue el cierre provisional hasta que a última hora cerraron. Hicieron una votación para ver que queríamos: si la indemnización por despido o hacer una cooperativa. La gente prefirió lo primero. Íbamos a trabajar y aunque no hacíamos nada se nos pagó. Eso durante unos meses. La empresa nos ofreció un 70% más de lo que marcaba la ley por tiempo trabajado. La cantidad mínima era 100.000 pesetas y así hasta 300.000 ó 400.000 pesetas. La empresa cerró con unos 400 trabajadores (...) Una noche no quisimos salir y a las cinco de la madrugada nos vimos rodeados por guardias y coches. ‘Estos se creen que vamos a hacer la revolución’. Magistratura decidió lo que le correspondía a cada uno, Antonio Brotons Oliver ya había muerto entonces, cuando cerró la fábrica. Yo me salí llorando de allí. Estaba desde el año 1947. Tenía 59 años más o menos y dónde iba yo (...)”.   También nos ha llamado la atención la existencia de plantes por parte de los trabajadores cuando la aprobación de un nuevo convenio colectivo se eternizaba. Las actas muestran una disminución de la producción realizada a propósito el 26 de mayo de 1964 y otra los días 13 y 14 de octubre de 1966. Reflejan igualmente las tensiones, frecuentes, que se producían entre capataces y trabajadores.   El cierre   En los inicios de la década de los setenta, las actas reflejan una cierta normalidad. La empresa se queja del incremento de las bajas por enfermedad y los trabajadores reclaman la supresión del turno de noche (lo consiguieron en junio de 1971, pero sólo hasta septiembre de ese año y exclusivamente en la fábrica principal, pero no en la fábrica dos). Los informes de la Dirección que llegan al Jurado de Empresa, por ejemplo en mayo de 1971, mencionan la competencia inmensa, el cierre de importantes fábricas en Elche (en alusión a Ripoll) o a la desventaja respecto a otros convenios provinciales del caucho de otras zonas productoras. La memoria de 1971 reflejaba buenos resultados y además, por fin, se pasaba de la semana de 48 horas a la semana de 45 y a los 22 días de vacaciones anuales. Resulta llamativo que todavía en 1973 la empresa contratara a nuevos trabajadores (20 en marzo, tres en abril o 15 en agosto de ese año), aunque continuaban con la misma frecuencia las bajas voluntarias y la empresa se quejaba habitualmente del fuerte absentismo laboral por bajas de enfermedad.. En julio de 1974 se producía el primer desencuentro relevante entre la Dirección de la empresa y los trabajadores. De un total de 618 trabajadores, 91 impugnaban las fechas de vacaciones ofrecidas por la empresa. Meses después, en diciembre, 101 trabajadores reclamaban ante la dirección que se volviera a definir, caso por caso, la clasificación profesional de cada uno de ellos. FACASA entraba de lleno en el contexto general de conflictividad laboral que crecía en España, coincidiendo con la agonía del Franquismo. Terminaba de forma súbita aquel ambiente de supuesta armonía impuesto por el régimen. Y la empresa contestó, y rápidamente: en febrero de 1975, solicitó la suspensión temporal de parte de la plantilla, hasta alcanzar los 50 “productores”. Se argumentaba la medida con diversas circunstancias adversas: la crisis energética, el mayor costo de materias primas, el encarecimiento de la mano de obra, el retraimiento de la demanda y, sobre todo, el gran stock de productos de invierno... Hasta las “pertinaces sequías” servían para justificar la medida. Meses después, en mayo la Dirección de la empresa hacía llegar al Comité un informe en que, pese a todo, se daba una imagen de normalidad, con una campaña de invierno pobre y una campaña de verano con mejores perspectivas: “La empresa sigue una marcha, si no boyante tampoco tan negativa”. Sin embargo, el siguiente informe ya anunciaba males mayores: “Lamentamos tener que informar al Jurado el que las previsiones que en cuanto a fabricación hicimos en el informe del pasado trimestre, la realidad las ha agravado y con ello la estabilidad financiera de la Empresa, evidenciado en el estado de falta de disponibilidad de su tesorería. Desgraciadamente y como ustedes han podido apreciar por la cantidad de trabajo afectivamente realizada, los pedidos de nuestro calzado todo goma no han llegado al 20% de la cantidad manufacturada en la misma temporada del año anterior, y aunque la de calzado con tejido ha sido sensiblemente igual, ello nos ha llevado a la falta de ingresos en tesorería que nos impedían cumplir nuestros compromisos de pago tanto con nuestros proveedores como ante nuestros obreros. Afortunadamente la obtención de un crédito hipotecario sobre una de las fincas de la Sociedad que nos permitió el pago de las obligaciones del verano, y posterior venta del inmueble, que nos permite el hacer el pago de lo que resta de año, nos proporciona un tiempo de espera, en la confianza de que la situación del mercado mejorará y con ello la de nuestra Empresa, pues de no ser así, la situación de crisis en el trabajo será irremediable. No es necesario recordar el que la situación crítica actual de falta de pedidos tiene la causa directa de la sequía que viene soportando el país estos tres últimos otoños, y que al ser nuestro calzado todo goma de uso exclusivo en tiempo lluvioso, al no producirse éste, se reduce hasta límites extremos de demanda, y como que este tipo de calzado es la base y nervio de nuestra empresa, al fallar sus pedidos, sitúan a la Empresa en la crisis que ustedes ya conocen como venimos soportando desde hace un año, y a costa de que sacrificios económicos. Para superar este momento crítico tenemos en movimiento toda nuestra organización de ventas con precios tan ajustados al coste de los mismos que, prácticamente no tenemos beneficio comercial, y, que tenemos que hacer así, es espera, trabajando, de una coyuntura que normalice la venta y por consiguiente la producción y trabajo de la Empresa, ya que, también y lamentablemente, no parece que se obtengan los frutos esperados. Elche y noviembre de 1975”. En pocas palabras, tenía que llover para que 524 trabajadores en nómina (octubre de 1975) y una empresa con cerca de medio siglo de vida pudieran continuar. Por fin, un acuerdo del Consejo de Administración del 5 de enero de 1976 marcaba el inicio del final, mediante un expediente de regulación laboral en el que se solicitaba la suspensión de actividades laborales por un plazo de seis meses, lo que sería desestimado por la Delegación Provincial de Trabajo. Los diarios La Verdad e Información recogieron a partir de entonces el camino hacia el cierre: intentos de entrevista con el ministro de Trabajo Solís Ruiz, las negociaciones sobre las indemnizaciones o los debates públicos entre los propios trabajadores. Así, el 13 de abril de 1976, 234 trabajadores de FACASA firmaban un escrito dirigido al Delegado Provincial de Trabajo en el que denunciaban que la empresa les seguía pagando manteniéndoles inactivos y que la dirección estaba “fomentando la quiebra de la entidad”. Curiosamente, junto al Banco de Crédito Industrial, el principal acreedor era el propio Antonio Brotons Oliver, que, hasta su muerte, había puesto buena parte de su patrimonio al servicio de la empresa. Cinco días después, Información publicaba que la Delegación Provincial de Trabajo desestimaba la petición de la empresa de extinción de relaciones laborales para los 486 trabajadores que permanecían en nómina. El 22 de abril, el jurado de empresa publicaba una carta dirigida a los accionistas de FACASA para que consideraran la continuidad de la empresa y de los puestos de trabajo, así como la necesidad de una nueva dirección. El 28 de mayo, 113 trabajadores votaban a favor de una alternativa de continuidad en forma de cooperativa. Esta solución se modificaba de nuevo el 29 de junio cuando 271 trabajadores decidieron la rescisión del contrato frente a sólo seis que se mantenían por la continuidad. El 8 de julio, por fin, la Dirección General de Trabajo autorizaba la rescisión de los 486 contratos de trabajo. La empresa ofrecía una mejora sustancial de las indemnizaciones hasta alcanzar los 112 millones de pesetas: un mínimo de 100.000 pesetas y un máximo cercano al medio millón. FACASA dejaba entonces de ser noticia. El 2 de octubre el periodista de Información Rodríguez Martín publicaba un rumor que circulaba por la ciudad “¿800 millones por los terrenos de FACASA?”. Así terminaba la trayectoria empresarial de Antonio Brotons Oliver. Una historia paralela a la de las grandes empresas de calzado ilicitanas que, en los primeros años de la década de los setenta, irían desapareciendo una tras otra: Ripoll, Viuda de Pérez, Hiladora Ilicitana o la propia FACASA. Empresas familiares que no encontraron ni el recambio generacional ni la forma de adaptarse a los nuevos tiempos.   Bibliografía Actas del Jurado de Empresa de FACASA (1963-1976). Archivo Histórico Municipal de Elche. GOMARA DALLÓ, Jacinta (1957), Estudio demográfico de la industria en Elche. Alicante, Instituto de Estudios Alicantinos. MIRANDA ENCARNACIÓN, J. A (1991), Hacia un modelo industrial, Elche 1850-1930. Alicante, Instituto de Estudios Juan Gil Albert. ---(1995), Elx i la industria espanyola del calçat. Elx, Ajuntament d´Elx. Col. Temes d´Elx, nº 21. SAN MIGUEL DEL HOYO, Begoña (2000), Elche: la fábrica dispersa. Alicante, Instituto de Estudios Juan Gil Albert. Entrevistas: Francisco Brotons Antón Antonio Morante Miralles Luis Verdú Agradecemos al profesor José Antonio Miranda que nos haya facilitado su documentación procedente del Registro Mercantil de Alicante.    

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