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Balaguer Maciá, Milagros

Enviado por Miguel Ors Mon… el
Datos biográficos
Fecha de nacimiento
21 de marzo de 1935
Lugar de nacimiento
Elche
Fecha de muerte
28 de junio de 2018
Lugar de muerte
Elche
Profesión
agricultora

BALAGUER MACIÁ, Milagros (Elche, 21-III-1935 - 28-VI-2018).

"Nací el 21 de marzo de 1935 en Elche. Fui hija única por parte de mi madre, Encarnación, ya que ella murió pocos días después de traerme al mundo. MI padre biológico, Domingo, buscó a una familia que acabase de tener un hijo, para así poderme amamantar durante mis primeros meses de vida. Después de pasar por dos familias que no pudieron acogerme porque mi padre no tenía suficiente dinero para pagarles, llegué a una familia que vivía en una localidad de la provincia llamada Catral. Inés y Francisco, los padres de aquella familia que me crió en aquel pueblo, ya tenían tres hijos varones: José, Jesús y Paco. Estas cinco personas son las que yo he considerado toda la vida mi familia, puesto que ellos fueron los que me educaron y me dieron de comer cuando mi padre biológico no pudo hacerlo. Cuando mi padre me entregó a ellos, la familia puso una condición: me amamantarían a cambio de poder estar conmigo cuando ellos quisieran, ya fuesen vacaciones, fechas especiales o algún día normal. Mi padre accedió. 

Cuando yo apenas tenía un año estalló la Guerra Civil y perduró hasta que cumplí cuatro años. Mi hermano Paco perteneció al ejército republicano y en uno de los permisos que le dieron vino a nuestra casa a visitarnos, aunque ya estaba herido de un brazo. Recuerdo que me preguntó qué quería de regalo para esas navidades y yo le dije que una muñeca. Al día siguiente se marchó a Guadalajara, donde combatía, pero nada más llegar murió y nunca supimos nada más. El día de Reyes había una muñeca debajo del árbol de Navidad para mí. 

Mi padre biológico se casó con la prima de mi madre y tuvieron siete hijos, los siete hermanastros a los que yo nunca he considerado de mi familia. Mi madrastra María siempre me pegaba. Lo cogió como costumbre, ya que día tras día lo hacía, sin venir a cuento. Sin ningún cargo de conciencia. A todos sus hijos les hacía regalos y les compraba cosas excepto a mí. Recuerdo que un día le regaló a una de mis hermanastras una falda de cuadros a conjunto de una camiseta. Yo me pasé todo el día llorando porque quería una igual y no la podía tener, por eso además me pegó una paliza literalmente, dejándome toda la cara llena de hematomas y heridas por todo el cuerpo. Una hermana de la madrastra llamada Verónica utilizó toda una botella de alcohol de romero tratando de aliviar el dolor que yo sentía. 

No he recibido formación alguna, ya que mis padres no podían permitirse el lujo de llevarme a la escuela. Con tan solo siete años ya iba al campo a trabajar recogiendo algodón y así fue durante toda mi adolescencia hasta que me casé con mi marido, Manuel Lidón. Trabajaba de sol a sol, y no es un decir, yo veía cada día desde las tierras como amanecía y cómo se escondía el sol. Mi salario dependía de los kilos que recolectara cada semana, aproximadamente unas 25 pesetas semanales (quince céntimos de euro en la actualidad). En el momento en que me casé, dejé el trabajo y me dediqué a las tareas del hogar, a criar a mis hijos y a ayudar a mi marido en la agricultura y la ganadería. 

Desde pequeña he tenido muy presente el catolicismo. No solía ir a misa, excepto la noche del 24 de diciembre. Esa noche de Nochebuena me despertaban a las doce para que fuera a la Misa de Gallo, misa a la que asistía únicamente por obligación. A pesar de pertenecer a una familia religiosa no pude hacer la Primera Comunión. Cuando era muy pequeña mis aficiones eran las típicas de una niña de miedad, cantar canciones como la del Patio de mi casa o jugar a la comba. Cuando crecí seguía haciendo actividades sencillas, pero nunca cosas como ir al cine, al teatro, leer libros o prensa, ya que no sabía leer. Esas cosas era para otro tipo de personas. El único entretenimiento moderno que tenía era la televisión en blanco y negro que había en el salón de mi casa donde veía películas, anuncios y noticias. 

En agosto de 1955 me casé con mi novio Manuel. Fue una ceremonia sencilla en la cual recibimos algún que otro regalo por parte de familiares y amigos. El ajuar me lo fui haciendo poco a poco cuando empecé a trabajar. No tuve viaje de novios. Mi luna de miel la pasamos, tanto mi marido como yo, trabajando en el campo como un día cualquiera. Nos fuimos a vivir a una casa de alquiler, pero pocos años más tarde pudimos comprarnos nuestra propia casa de campo en la que había tres dormitorios, un aseo, el salón, la cocina y otros dos habitáculos más que pertenecían a la cochinera y al gallinero, donde estaban los animales que criábamos. A los nueve meses de la boda nació mi primer hijo, Paco, y tras él vinieron cinco más: Fini, Encarni, Milagros, Susi y Manuel. Ellos, al igual que yo, crecieron en un país gobernado por la dictadura fascista del general de España Francisco Franco, hasta que murió en 1975, un país en el que se respiraba miedo y a la vez seguridad.

En cuando a la alimentación, los platos que cocinaba eran platos sencillos, como hervidos, arroces, carne o pescado. Cuando se acercaba una fecha señalada o se celebraba algo especial, hacía paella o cocido, que eran los platos típicos de esos días.

El 18 de abril de 2014 falleció otro de mis hermanos, José. Me lo comunicaron mientras yo estaba en la celebración de la Primera Comunión de una de mis nietas, por lo tanto tuve que marcharme de allí e ir a darle el último adiós a mi hermana. El único hermano (o el único al que yo considero hermano) que aún vive es Jesús, que sigue viviendo en el pueblo en el que crecimos, Catral. 

El 2 de enero de 2014 falleció también mi marido, Manuel, el hombre con el que compartí casi toda mi vida. Ahora soy una viuda de 80 años que no tiene jubilación, únicamente una pensión de viudedad de 600 euros que me ayuda a pagar el piso en el que ahora vivo, en el barrio del Plá. En cuanto a mi estado de salud, he padecido fatiga del corazón desde hace muchos años  y por ello estuve ingresada varias veces en el hospital .

También quiero decir que he tenido la suerte de poder conocer a mis doce nietos y cinco biznietos ¡y los que me queden! A grandes rasgos, este es el resumen de lo que yo he vivido. A partir de ahora no sé qué más me deparará la vida".

Entrevista realizada por Nerea Soto Lidón, estudiante de Periodismo de la UMH.

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