Datos biográficos
ANTÓN SERRA, Mariano (Elche, 1860- I-1932). En el padrón de. 1910 aparece domiciliado en el número 3 de la Corredera, junto a su esposa Asunción Asencio García-Magán y la sirvienta de Crevillente Aurora Valero Abad, de 20 años. Su padre había sido sastre. La gente que lo conoció recuerda un hombre afable y bondadoso al que le gustaba la lectura. Con respecto al anterior pintor, José Gonzálvez, aunque no haya mucha diferencia de edad, sí la hay cultural; esta generación intermedia, marcada por el realismo y el cientificismo, vivió cierta estabilidad política debido a la Restauración borbónica, no exenta sin embargo, de grandes insatisfacciones sociales. Muy temprano despertó en él su vocación artística, en la doble faceta de músico y de pintor, pues se dice que de joven practicaba el violín, y también tenía una fuerte inclinación por el dibujo. Ese interés por la plástica le motivó a ingresar en la Academia de Aureliano Ibarra, donde coincidiría con Pedro, el hermano del maestro, y con Asunción, la hija; siendo consumado pintor, hizo un retrato de Asunción Ibarra al lado de su marido, notable pintura que podemos ver en la lámina. A la música dedicó muchas horas de su vida llegando a ser un profesional del violín, tanto es así que durante un tiempo tocó dicho instrumento con un grupo musical en el cine Coliseo, que estaba en la calle Corredora, y en el teatro Kursaal, estos músicos amenizaban los entreactos. Además, para ganarse otro sueldo, daba clases de violín en su casa. Poco se sabe de sus estudios superiores en pintura, aunque con certeza se tienen algunos datos aparecidos en un listado de matrículas de la Real Academia de San Fernando durante el curso de 1878 a 1879, donde está matriculado en la denominada Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, en las asignaturas de Dibujo del natural, Colorido y Composición, y Dibujo y modelado del antiguo y ropajes; en las dos primeras asignaturas obtuvo buenos resultados pues le dieron una medalla en Dibujo del natural, y un accésit en Colorido y Composición, y en esta última asignatura, en 1881, le dieron una medalla. En el curso se ofertaba también Paisaje, pero no sabemos si se matriculó; a la vista del listado de matrículas, los alumnos preferían principalmente Dibujo del natural o Dibujo del Antiguo, el paisaje, no había calado suficientemente. No obstante ya existían expectativas; en 1844 se creó la Cátedra de Paisaje, fue su primer profesor el pintor Genaro Pérez Villamil; pero en aquellos tiempos los alumnos no copiaban al aire libre, excepto en contadas ocasiones, pues los modelos solían ser láminas de grabados; se entiende que este método debía resultar poco grato a los alumnos cuando no monótono y de escaso atractivo. Por la época en que Mariano Antón está en San Fernando, ejercía de profesor un pintor que tuvo especial significación en la evolución del paisajismo español, era Carlos de Haes, el cual ocupó la Cátedra en 1857, de él existen tres paisajes de Elche en la Colección del siglo XIX del Museo del Prado; el método que implantó fue calando en los estudiantes ya que debían copiar del natural; el apunte tomado al aire libre podía ser tan importante como el realizado en el estudio. Yo creo que a Mariano Antón, las propuestas innovadoras sobre el efecto lumínico del color básico, de trazo espontáneo y mirada rápida, no le interesaban suficientemente; él era compositor de figuras interesado por los efectos de los contrastes entre luces y sombras, aunque hizo algunos paisajes. Esa inclinación y gusto que tenía por la figura se aprecia en una de sus primeras obras, Testamento de Isabel la Católica, 1883, copia homónima del pintor madrileño Eduardo Rosales. Gracias a nuestro ilustre cronista Pedro Ibarra (Actas, 4 septiembre 1874) sabemos que en 1874 solicitó la ayuda que concedía la Diputación de Alicante para estudiar en Madrid; esta ayuda significaba recibir anualmente 1.000 pesetas, se desconoce si se la dieron. Falto de recursos y decidido a seguir estudiando, vuelve a repetir la solicitud en 1883 y ahora sí sabemos que se la concedieron; la ayuda seguía siendo de 1.000 pesetas anuales, así nos lo dice el Libro de Actas, 1883, de la Diputación alicantina. Un saludable respiro para su economía porque además estaría finalizando sus estudios. La pintura anterior debe corresponder a los ejercicios impuestos que mostraran habilidad y avance en los estudios, es propiedad de la Diputación alicantina. Como su vocación de pintor era fuerte, sintiendo la necesidad de perfeccionar su técnica y conocer el arte original que veía en los libros, abrigó la esperanza de ir a Italia, punto de mira de los artistas de aquella época; además la Diputación de Alicante también concedía pensiones de mayor cuantía para estudiar en Roma (ayuda creada hacía dos décadas, la primera se concedió a Francisco Bushell). Tenían una duración de cuatro años y el pensionado adquiría el compromiso de enviar sus trabajos, previamente convenidos con la institución benefactora. Era reciente la creación de la Academia Española de Bellas Artes en Roma cuyo proyecto, ya comentado, se gestó durante la Primera República. O sea nueva petición oficial en 1886, para ampliar conocimientos en Roma, otros solicitaban lo mismo, además de él: Pedro Ibarra, Pedro Serrano, Fernando Cabrera, Heliodoro Guillén, Mariano Ruiz Olivares, Mariano Garriga Soler, Pedro Sanira, y José Puigcerver. Una sencilla instancia cumplimentada era el método habitual, pero dado el número cada vez mayor de solicitantes los diputados provinciales plantearon ese año convocar un concurso-oposición, al entender que aquella anterior manera de seleccionar, podría resultar arbitraria. Por eso se creó un tribunal calificador con los siguientes miembros: Joaquín Agrasot, Lorenzo Casanova y Joaquín Rojas; tenemos constancia por el Libro de Actas que uno de los requisitos para pasar el examen era realizar una pintura sobre un modelo del natural, representando el busto desnudo, en tres cuartos, de un hombre joven. Mariano Antón quedó en tercer lugar, detrás de Pedro Serrano y Fernando Cabrera; luego, se concedieron compensaciones para los no ganadores, Fernando Cabrera recibió las 1.000 pesetas para ir a Madrid y a Mariano Antón le compraron su pintura José en la cárcel por un valor de 1.000 pesetas. Afortunadamente la Pinacoteca Provincial conserva las tres pinturas de los que ganaron la prueba, y la de nuestro pintor se exhibe en el Palacio Provincial. Un poco aburrido, no volvió a solicitar más ayudas oficiales, y además ya no era tan joven; quizás pensó encauzar su profesión por otros caminos. Él estaba seguro de sus cualidades, y las tenía sin duda, pero abandonó aquel futuro incierto, demasiado inseguro, el caso de Fernando Cabrera (Alcoy 1866 - 1937), fue distinto, pues insistió hasta obtener la ansiada pensión a Roma, era más joven desde luego. Durante todo este período de formación, acudió a dos importantes exposiciones provinciales celebradas en Alicante, auspiciadas por la Sociedad Económica de Amigos del País, dichas exposiciones provinciales tenían el objetivo de fomentar los productos agrícolas e industriales, pero también mostraban obras de Bellas Artes y Arqueología. Una fue en 1879, en cuya convocatoria, ya está dicho, se dio una nutrida y selecta participación ilicitana; esta tercera Exposición Artística e Industrial, se ubicó en tres lugares distintos: Pabellón de la Plaza Alfonso XII, Ayuntamiento y Consulado del Mar. Mariano Antón presentó su pintura, Descanso de un armero de la Edad Media, tenía veintidós años, y consiguió un Diploma de Primera Clase (la misma categoría que tuvo Aureliano Ibarra para sus “objetos prehistóricos”; Pedro Ibarra y Jaime Lafuente, tuvieron un Diploma de Segunda Clase.). Los comentarios de la prensa son halagadores, y es muy probable que esta pintura la hiciera en Madrid, es de sus primeras obras, de momento en paradero desconocido; su sobrina Asunción Buigues, recuerda Dos cabezas de toros, pintadas anteriormente cuando estaba en Madrid de hacia 1875. El periodista de El Graduador de Alicante decía: “Antón exhibe su “herrero” en un momento de descanso: la naturalidad de la figura llena de gracia y dignidad, su buen colorido, y la corrección de su dibujo hace que éste sea uno de los lienzos más elogiados”. No fue por tanto un mal año para Elche -contaba más de 20.000 habitantes- pues quedó en muy buen lugar, ya que sus representantes fueron distinguidos y mencionados gratamente en la prensa. Lo resalto como un hecho significativo pues no cabe duda que había inquietudes y personalidades para crear un interesante ambiente artístico; no se entiende muy bien que no tuviera mayor repercusión, ni que estos éxitos alentaran con mayor ímpetu a la sociedad ilicitana. Mucho más tarde irá dándose un progresivo interés por la pintura. La otra fue en 1894, la cuarta exposición, con el título de Exposición de Bellas Artes; a ella presentó tres pinturas: José en la cárcel, Paisaje de Elche, y Una alpargatera. El presidente del jurado fue el pintor alcoyano Lorenzo Casanova y entre los vocales estaba Francisco Bushell, pintor probablemente nacido en Torrellano. Como veremos enseguida, José en la cárcel, había sido comprada anteriormente por la Diputación Provincial. Le faltaba poco para cumplir 37 años, y hacía unos diez que había acabado sus estudios pictóricos. Ante sus infructuosos intentos por salir de España, elige una vida más convencional y sosegada. No obstante, la experiencia adquirida en Madrid, y estos pequeños aunque escasos éxitos, le dieron esperanzas de ser pintor en Elche. Aunque de inmediato no pudo desarrollar su profesión como quería, y armándose de paciencia, de nuevo recurrió a la música para ganar algún dinero; prosiguió las clases de violín en su propio domicilio, y posiblemente por esta época, hacia 1887, contrajo matrimonio con Asunción Asencio-García Pagán, muy conocida por ser una modista de alta costura y con prestigio. Residieron en una vivienda de la calle Corredora, actualmente donde está la Imprenta Agulló, la casa tenía planta baja y dos plantas más. En la primera, en un amplio salón, su mujer había instalado el taller de costura, mientras que Mariano Antón daba sus clases de violín en otro lugar de esta planta; en la segunda instaló su estudio. Ocurría a veces que ayudaba a su mujer realizando patrones y diseñando bordados y vestidos. El matrimonio era aficionado a conservar muebles antiguos. No tuvieron hijos, si bien hacia 1924 fue a vivir con ellos una sobrina de unos tres años de edad llamada Asunción; conocí a esta señora, que recordaba con gran cariño al pintor, y lo consideraba una bellísima persona, ella misma amablemente me contó los detalles de la casa. Durante el último tercio del siglo XIX, Elche no disfrutaba de un ambiente artístico especialmente vanguardista, más o menos la situación era parecida en el resto de otras poblaciones; si bien hay un hecho importante que conviene sopesar en sus justos términos, como era el descubrimiento de piezas arqueológicas que permitían ensalzar la historia local y atesorar un patrimonio cultural genuino y de remotos orígenes. Y ciertamente, porque tenemos testimonio de ello, se recuerda a la generación anterior; por ejemplo, al núcleo que se formó alrededor de Aureliano Ibarra, muy admirado por su talla intelectual y su saber humanístico, y que precisamente da un impulso capital a la arqueología ilicitana, luego, las expectativas creadas en torno a su Academia de Dibujo. Y un poco más allá la memoria de José Gonzálvez triunfando en Zaragoza, y la aventura ultramarina de Manuel Pérez; todos ellos se alejaron de Elche, pero su recuerdo estaba vivo como hemos tenido ocasión de comprobar. Y quedaba en activo otro pintor, Pedro Pérez Baeza, si bien con un carácter artesanal y sin la entrega de los otros. Aunque el ambiente artístico ilicitano iba ofreciendo más pintores y un panorama que se vislumbraba con mayores posibilidades, en la práctica estaba todo por hacer. Cabe contar con ciertas voluntades personales, entre las cuales, la excepcional de Pedro Ibarra que con su talante erudito y su afán de investigación abrió una brecha de futuro para los historiadores: ejercía una gran labor de difusión publicando sus conocimientos sobre el patrimonio cultural ilicitano y además estaban sus ilusiones por la creación de un museo en Elche y su apoyo incondicional a la creación de otro en Alicante. Bien es verdad que faltaban, en el ámbito plástico muchas cosas, posiblemente una Escuela de Artes y Oficios. Alcoy ya tenía la suya desde 1886, esta población de la montaña alicantina constituye dentro de la provincia alicantina, la escuela pictórica más fructífera del siglo XIX. En Elche las aspiraciones por parte de algunos sectores siempre estaban a la expectativa, y muchos años después, en el periódico Elche de 1927, se recoge este interés por la creación de una institución artística semejante a Artes y Oficios. En Alicante las cosas tampoco iban mejor, en todo caso la creación del Ateneo en 1885 con el respaldo de la Sociedad Económica de Amigos del País y ubicado en uno de los salones de dicha entidad; en esta joven institución cultural colaboró el pintor Lorenzo Casanova encargándose de la Comisión de Arte. Quiero hacer una pausa aquí para exponer que no es mi intención asociar, a cuanto mayor número de centros, mayor calidad en el nivel cultural de los individuos, yo creo más en la proporción cualitativa que cuantitativa; pero en definitiva es razonable pensar que si se hacen cosas es porque hay interés, y si hay interés colectivo, es porque en definitiva el bien y la mejora serán para todos. Los artistas locales que deseaban exponer no tenían más remedio que acudir a las poco pródigas Exposiciones regionales, o bien presentar sus cuadros a las famosas Exposiciones Nacionales de Bellas Artes las cuales funcionaban desde 1856, durante el reinado de Isabel II. Nuestros artistas carecían de lugares donde discutir o teorizar sobre su Arte; no existían galerías comerciales, ni marchantes, se carecía por tanto de ambiente artístico, tanto de crítica como de público. Recordaremos como particular excepción las tertulias que se organizaban en casa de la familia de D. Julio López Martínez, del cual era amigo Mariano Antón y al que le hizo un retrato en 1892. Es en este ambiente donde se les ocurrió a los contertulios pintores plasmar en un mismo lienzo diversos asuntos de género en pequeño formato, algunos participantes no eran precisamente de Elche, como Heliodoro Guillén y Joaquín Agrasot. En realidad apenas se hacían exposiciones particulares, nadie se arriesgaba a ofrecer otras alternativas, de manera que el que era rechazado en los circuitos oficiales, tenía la opción de seguir su camino en solitario enfrentándose a un futuro incierto. Por lo demás, viajaban poco nuestros pintores; hay que anotar, como signo de modernidad, el que Carlos de Haes desde su Cátedra de Paisaje en San Fernando, recomendara a sus alumnos, sobre todo a los aventajados, que viajaran y conocieran la geografía española. Difícilmente una idea se concreta si no es asumida finalmente por la colectividad -gracias previamente a la tenacidad de unos pocos- así ocurrió en nuestra historia con la escuela de Bellas Artes. No se tienen, hasta el momento, muy claros los orígenes oficiales de una Academia Artística en Elche; se sabe por Pedro Ibarra en sus Actas que en 1825 existía una Real Academia de Nobles Artes, aunque desconocemos sus actividades. Al poco se produjo la desamortización de bienes eclesiásticos que en Elche afectó a dos conventos: el de La Merced y el de San José, cuyas pertenencias pasaron al Patrimonio Municipal. Desde el principio, una de las mayores inquietudes de nuestros pintores se dirigía a la creación de una Academia con el fin de dar clases de pintura, y me imagino que también con la aspiración de ir haciendo un pequeño ambiente; así ocurrió desde Manuel Pérez y Aureliano Ibarra. Pero el panorama pictórico no acababa de desarrollarse plenamente y por otra parte era nulo el interés oficial. Las cosas cambiarán algo en las primeras décadas del siglo XX. Se sabe que en 1919 hay un “traslado de Academias” (Pedro Ibarra, Actas de 1919), hacia un local situado en la Plaza de la Merced. Como sería necesario ocupar bastante espacio, la Sociedad Cultural y Artística Blanco y Negro, ofreció al Ayuntamiento su local de la Glorieta para que se instalaran allí las “Academias”; con propiedad estas denominadas “Academias” protegían la enseñanza de Dibujo y los ensayos de la Banda Municipal. Al sufrir una remodelación las Academias Municipales hacia 1920 o 1922, Mariano Antón fue nombrado Director de la Sección de Dibujo; en el mismo edificio seguía ensayando la Banda Municipal, por esta época uno de sus directores, Alfredo Javaloyes, tocaba el Himno a la ciudad de Elche, composición suya, y letra de J. Ferrer Orts, que se interpretaba mucho por aquellos años. En la práctica, la enseñanza de la Academia de Dibujo municipal poca incidencia tuvo en el acontecer artístico de Elche, por un lado, los métodos eran rigurosamente académicos sin salirse de la copia de láminas, por otro, una adecuada falta de promoción. No obstante conviene reseñar que muchos alumnos pasaron por sus aulas, y que futuros pintores ya reconocidos, se iniciaron en el dibujo asistiendo a sus clases. En alguna ocasión se dejó fotografiar junto con sus alumnos y por separado con sus alumnas. Los resultados de la Academia iban dando sus frutos, y en 1926, con el júbilo de todos los responsables se organizó una exposición, a través de la cual nos podemos imaginar la clase de enseñanza mirando los dibujos que cubrían las paredes del salón de exposiciones (reproducciones del periódico Levante del 25 de agosto de 1926), basados en copias de figuras clásicas. El 25 de agosto de 1926, la Banda Municipal daba un concierto por la noche en la Glorieta, las gentes se sentían alegres pues se iba a inaugurar el templete o kiosco en la plaza de La Glorieta, construido para los conciertos de la banda municipal. Este templete, muy unido a la historia de Elche, se demolió en 1969 para remodelar esta popular plaza ilicitana, hubo una fuerte oposición por el derribo; en tiempos recientes se construyó uno lo más parecido posible ubicado en el Parque Municipal. Reseñemos que Elche en aquella época, vivía un fecundo momento musical, baste reproducir un detalle del Programa de Fiestas de 1926:
Sábado 14.- A las nueve de la mañana, entrada de la notable Banda de Música del Regimiento de Infantería de España nº 46. A las diez y media Misa Rezada en Santa María, durante la cual la Banda del Regimiento de España interpretará selectas obras. De once a una, Concierto en el Kursaal por “Coro Clavé”. A la misma hora Concierto Musical en el Casino, por la Banda Municipal.
En música de voces, además del Coro Clavé, estaban el Popular Coro Clavé y el Orfeón Ilicitano. Los programas de mano nos indican un tipo de música eminentemente popular, y desde luego la gran afición que había por la música, sobre todo por el canto coral. Y esta tradición perdura y resalta el sentimiento musical ilicitano, presente siempre en su Festa, antiguo drama saco, escenificado en la iglesia de Santa María; espectacular por todos conceptos: la maquinaria y vistosidad de su tramoya, y los cantos de punzante emoción. Precisamente en esta época el prestigioso compositor alicantino Oscar Esplá (1886-1976) restauró en 1924 algunas partituras desvelando con su trabajo el extraordinario contenido musical de este teatro. Con su amigo el escritor Gabriel Miró (1879-1930) acudió a la representación general el día 13 de agosto de 1927. También es evidente el auge de la prensa local, así como el resurgir de asociaciones culturales. De 1917 es la formación de la Sociedad Cultural y Artística Blanco y Negro que contaba con una Junta de Gobierno y tres Secciones de Música, Pintura y Literatura, su portavoz era la revista semanal Nueva Illice; Mariano Antón fue Presidente de la Sección de Pintura. En 1926 existen las siguientes: Coro Clavé, El Porvenir, Círculo Obrero Illicitano, La Unión Feminista, y Comunidad de Labradores. En 1927 hay otra, la Federación de Sociedades de Elche que se agrupó para editar la importante revista local Elche (surgida de la fusión de Nueva Illice y Levante); esta revista Elche es interesante para nosotros, pues por primera vez encontramos alusiones a los temas pictóricos, nació simpática de ideas, con un carácter cultural y liberal sin distinción de castas ni de ideologías, tenía buen papel y buena impresión en el encabezado con estilo, la fotografía ovalada de la ciudad entre dos cintas. Durante estos años la pequeña ciudad de Elche iba cohesionando su identidad, dos acontecimientos culturales de primordial importancia daban orgullo a sus habitantes: La Festa, y la Dama de Elche, famoso busto ibérico (en la Glorieta precisamente se emplazó una réplica exacta del busto de la Dama, estaba todavía en París), asimismo la defensa de los Palmerales, tan tenazmente reivindicada por Pedro Ibarra. Y para mayor orgullo de la población, El Misteri y el Palmeral ilicitano, han sido recientemente reconocidos como Patrimonio de la Humanidad. Tenía Mariano Antón de ayudante en la Academia, a Ildefonso Cañizares, el cual más tarde fue director; del primer hijo de Cañizares hizo un bonito retrato El niño Ildefonso Cañizares Botella. Es lógico pensar que la Academia Municipal de Dibujo despertara interés entre los ciudadanos, según el periódico Amanecer, en 1928 habían matriculados alrededor de 70 alumnos, en la lista de nombres que da figuran a la cabeza las chicas como más aventajadas. De los primeros en pasar por sus aulas fue el pintor Pedro Pérez Doló, luego pasaron por sus aulas Pepe Cañizares Botella, Albert Agulló y Tomás Almela. Mariano Antón prosigue su apacible vida de pintor, está al final de su vida, y junto con Pedro Ibarra, constituyen los dos respetables próceres de la cultura. No obstante, a diferencia de su compañero de generación, se prodigó muy poco públicamente. El único escrito que se conoce de Mariano Antón es de 1928, apareció en El Ilicitano el 1 de julio, número que se dedicó al pintor Manuel Pérez Baeza con motivo del 72 aniversario de su muerte (también colaboró Pedro Ibarra. Muy breve, escribió lo siguiente: “Seguramente no podré expresarme según mis deseos por mi absoluta carencia de escribir para el público; sin embargo, tengo que manifestar, que Pérez ha sido el último pintor de Historia que ha tenido Elche. El cromo, primeramente y la fotografía después, han viciado el ambiente de tal manera que me hace pensar no han de pasar muchos años, sin que no se encuentre un pintor de Caballete. A los piés del insigne Illicitano D. Manuel Pérez, deposito una corona de pensamientos más propios para reverdecer un buen deseo de resurgimiento artístico, cuando veo la desvalorización de lo que pintamos, honrando la memoria del que nos dejó en sus lienzos, preciadas sensaciones de un arte superior”. De interés la alusión crítica que hace del presente artístico apuntando a la pérdida de una pintura tradicional de figuras, clásica en la composición con estudios de luces y sombras. El término que utiliza de pintor de Historia creo que se ha de entender como de pintor de figura, de pintor que ejecuta elaboradas composiciones ya que en realidad se hizo muy poca pintura de historia en Elche y con frecuencia era copia de obras conocidas. El mismo Mariano Antón hizo muy poca pintura de historia que tan de moda estaba entonces, sobre todo entre los que viajaban pensionados a Roma, pues la elaboración de estas retóricas composiciones se consideraba muestra de buen oficio y maestría. Voy a reseñar una coincidencia histórica entre este pintor y Vicente Albarranch, tan distintos en técnica e interpretación de la realidad. Sucedió que en 1928 estuvo de presidente en el jurado del concurso que organizó la Federación de Sociedades en pro de la Cultura, a este concurso se presentó Albarranch con Nubes, un cuadro de pequeño formato, tenía 27 años y vivía en Granollers; las obras se expusieron en uno de los salones de Blanco y Negro. Creo que Nubes destacaría entre los cuadros colgados, pues en él predominan las masas de color, resaltando la atmósfera palpitante y el luminoso color, consecuencia de su aprendizaje impresionista en la escuela catalana; por eso es divertida la sorpresa de que se llevara el primer premio, y se agradece, pues aparentemente los gustos de aquellos jurados iban por un prudente y contenido cromatismo. Finalmente, se dirá que en la modalidad de dibujo se presentó un Retrato de Mariano Antón por Rafael Canales, que ganó el primer premio, según deja constancia Elche del 22 de enero de 1928. No dejó nunca de pintar, instalado en el estudio de su casa trabajaba por encargo, fundamentalmente retratos de las familias de clase media. Uno de sus últimos cuadros fue para la Familia Llofriu, oriunda de Barcelona. Pepe Cañizares me recordaba la ejecución de esta pintura pues acudía siendo pequeño al estudio del pintor, el cual estaba ya muy delicado de salud; necesitaba apoyar su brazo izquierdo en un bastón, y en esta posición apoyaba el brazo derecho ayudándose para pintar. En 1933 el Ayuntamiento le dedicó la plaza que hasta entonces se denominaba Plaza de la Merced, colocando en la misma un pequeño busto del pintor. Dotado de indudables aptitudes, se aprecia en las composiciones de Mariano Antón un toque especial que revela su gran oficio y madurez de estilo, no obstante, y a pesar de los buenos cuadros que conocemos, tengo la impresión de que no acabó de desarrollar suficientemente estas cualidades. Pintó temas de diversa índole, tales retratos, bodegones, asuntos de género, paisajes y temas religiosos; siempre con igual fortuna, sobre todo en los retratos. Vista su obra en conjunto se pueden distinguir dos grupos diferenciados: en uno, las obras se caracterizan por una pincelada matizada y cromatismo apagado; en el otro, el tratamiento de la pincelada surge más suelto y con mayor empaste, como es el caso de alguna de sus últimas obras. Mariano Antón dominó el color y el dibujo, siempre al servicio de la composición narrativa que tenía que contar, no se dejó llevar por abstracciones, ni gestos de autonomía técnica; le costó trabajar los colores luminosos y puros, aunque hay detalles de su pintura excepcionales, como es el caso de Escena galante, y en algunas obras más de esta segunda etapa, como El niño Ildefonso Cañizares Botella. Componía muy bien, incluso a veces observamos un punto de vista forzado para dar realce al personaje o a la escena. Hoy pasado el tiempo podemos considerar su pintura con gran interés. Hizo retratos de políticos, se conoce el de Práxedes Mateo Sagasta, presidente del partido Liberal Fusionista y jefe de gobierno de Alfonso XII, de ejecución académica; es de suponer que lo hiciera en 1899, cuando el político visitó Elche. Se reprodujo por primera vez en el catálogo de la exposición Siglo y medio de Pintura Alicantina. Hay constancia de que pintó el retrato de José Canalejas, político progresista y jefe de gobierno de Alfonso XIII, probablemente hacia 1910; este ministro de tendencia liberal era querido y respetado en Elche, que le dedicó un puente; también admirado en Alicante, que le erigió un monumento escultórico realizado por Vicente Bañuls. La localización de muchas de sus obras es un trabajo de ardua búsqueda dada la dispersión en distintos hogares. Toda esta pintura que estamos viendo, al menos en la mayor parte, se encuentra en ámbitos familiares y de amistades, apenas ha entrado en el mercado de la oferta y la demanda. Luego, el desconocimiento de la misma y la insuficiente valoración, ha hecho que permanezca en el olvido. No es tan así actualmente, ya que se da un interés gradual por el patrimonio pictórico propio.
OBRA
Academia, 1886, óleo / lienzo, 110 x 70. Firmado ángulo inferior derecha: “M. Antón”. Pinacoteca de la Excma. Diputación de Alicante.
Busto desnudo de hombre. Fue uno de los ejercicios impuesto por la Diputación en 1886 para aspirar a la pensión de Roma; el pintor quedó en tercer lugar.
D. Julio Mª López Martínez, 1892, óleo / lienzo, 53 x 74. Firmado abajo derecha: “M. Antón / 1892”. Colección particular, Elche.
Don Julio María era abogado, y padre del conocido doctor ilicitano Julio Mª López Orozco. Casó en 1884 con Herminia Orozco profesora de primera enseñanza. En la casa familiar se reunían personalidades de las artes y las letras; fruto de estas tertulias es el lienzo que ejecutaron diversos pintores, entre ellos, José Gonzálvez, el propio Mariano Antón, Pedro Ibarra y Jaime Lafuente.
Huerto de palmeras y acequia, hacia 1900, óleo / tabla, 24 x 15. Firmado y dedicado, ángulo inferior derecha: “A. M. Rico su amigo / M. Antón”. Colección particular, Elche.
Representa un rincón de huerto conocido como “Els Chorrets”. En primer término las acequias, el resto, la frondosidad del huerto de palmeras.
Huerto de palmeras: acequia y casa, hacia 1900, óleo / tabla 23 x 15. Firmado abajo derecha: “M. Antón”. Colección particular, Elche.
No se le ve muy entusiasmado con el paisaje al pintor, pese a ello, se observa en estos dos paisajes una interesante gama de verdes que, aún con pincelada muy matizada, denotan gran personalidad, el estudio de las palmeras resulta casi preciosista en los detalles. Esta pintura, como la anterior, fue comprada por su propietario en Alicante.
Cabeza de mujer, hacia 1900, óleo / lienzo, de formato muy pequeño. Firmado en el embozo de la mujer: “M. Antón”. Colección particular, Elche.
Este motivo pictórico forma parte con otras pequeñas escenas que se pintaron en un lienzo, en el mismo que pintó también como se ha visto José Gonzálvez y que pintarán pi y Jaime Lafuente; recordemos que pertenecía a la familia López Martínez. En esta pequeña cabeza femenina Mariano Antón anuncia un importante cambio en la manera de tratar el color, pues aquí es vivo y claro, de pincelada más suelta.
Escena galante, hacia 1910, óleo / tabla 15 x 23. Firmado y dedicado, abajo derecha: “A. Dn. R. Ramos / su amigo M. Antón”. Colección Rafael Ramos, Elche.
Representa un majo tendiendo su capa a los pies de una maja que se cubre coquetamente la cara con su abanico, mientras otro majo, a la derecha, toca la guitarra. Al fondo un pequeño jardín lleno de flores. Excelente composición. Se aprecia una pincelada más viva y espontánea de lo que es habitual en su pintura.
La tempestad, 1912, óleo / lienzo, 33 x 54. Firmado y fechado, abajo derecha: “M. Antón 1912”. Colección Rafael Espuche, Elche.
Con un fondo de cielo preludiando tempestad, un pastor camina fatigosamente detrás de un asno que porta las alforjas repletas de viandas, y de un rebaño de ovejas. El contenido visual es de personajes aislados y colores oscuros; muestra soledad y pesadumbre.
El monje, 1916, óleo / lienzo, 147 x 82. Firmado y fechado, abajo izquierda: “M. Antón, 1916”. Colección particular, Elche.
VER Destaca en primer plano un monje canoso, de pie y en actitud de oración, coge un libro en su mano derecha y con la izquierda abraza un crucifijo. Fondo muy oscuro del cual emerge una escena conventual, posiblemente la nave de un templo, se ve una reja, una lámpara y una larga columna salomónica.
Dª Asunción Ibarra y D. José Revenga, 1924, óleo / lienzo, 250 x 155 aproximadamente. Firmado y fechado: “M. Antón / 1924”. Colección particular, Elche.
Escena ambientada seguramente en el despacho de La Calahorra con librería repleta de libros y dos cuadros fragmentados a la derecha. José Revenga sentado ante una pequeña mesa auxiliar, va vestido con un terno oscuro y corbata, sus manos descansan sobre un libro dispuesto en un pequeño atril; su gesto va dirigido a su mujer Asunción Ibarra (hija de Aureliano Ibarra) colocada muy próxima a su izquierda, vestida sobriamente con un traje largo oscuro cerrado al cuello. La alfombra de colores claros y toques sueltos de pincelada, el resto con colores matizados, sobrios, pero de gran elegancia y excelente factura. Además de ser un buen cuadro, tiene interés por los personajes representados, los cuales pertenecieron a la burguesía culta de Elche. Revenga compró La Calahorra (cuya estructura formó parte de la puerta principal de la ciudad medieval, aún se conserva parte de la torre de defensa) al marqués de Lendínez, e introdujo mejoras en su acondicionamiento. Constituye un buen ejemplo de casa acomodada de finales del siglo XIX. Probablemente en el salón principal de la planta baja se celebraron reuniones de la logia masónica ilicitana. Asunción Ibarra Santamaría tuvo como su padre, aficiones por el dibujo; en La Calahorra se conserva uno suyo fechado en 1878, representa un paisaje idílico con vacas y mujeres lavando en un río. Por el Diario de su padre sabemos que le gustaba mucho dibujar y hacer retratos. Casó en primeras nupcias con el doctor Manuel Campello muy conocido porque en una de sus fincas, la Alcudia -antigua Illici- se descubrió el famoso busto de la Dama de Elche en el verano de 1897. El Obrero de 1928 le dedicó estas palabras: “Dama Predilecta de la clase trabajadora illicitana, que por sus virtudes y merecimientos, cuenta con las simpatías de Círculo Obrero Illicitano y de las demás organizaciones obreras”.
Portada programa de Fiestas, 1926
Dibujo el programa de mano de las fiestas de agosto en honor de la Virgen de la Asunción. A pie de foto se indica: “Portada del Programa de Fiestas, dibujada por nuestro ilustre colaborador D. Mariano Antón”. Mariano Antón eligió uno de los momentos brillantes del Misteri cuando la Virgen es coronada por el Padre Eterno; al fondo el ineludible paisaje de palmeras y la basílica de Santa María, en primer plano una matrona portando una palma, alegoría de la ciudad ilicitana. En este programa se anunciaba entre otros actos, que el día 12 jueves a las siete de la tarde se inauguraba la “Exposición de Dibujos de los alumnos de la Academia Municipal, en la Sociedad “Blanco y Negro” y reparto de premios”.
Grandes Fiestas de agosto, 1930, óleo / lienzo, 50 x 36. Firmado y dedicado abajo derecha: “A Dª Asunción Ybarra su affo. / M. Antón”. Colección particular, Elche.
A través de un vano con arco y pequeña balaustrada, surge el atractivo paisaje de Elche: sus casas bajas, las palmeras y destacable la cúpula de Santa María. En el arco se lee: “Grandes Fiestas. Elche. Agosto 1930”. La pintura sirvió de modelo para la portada del Programa de Fiestas de ese año.
El niño Ildefonso Cañizares Botella, 1930, óleo / lienzo, 134 x 102. Firmado, fechado y dedicado: “A mi discípulo Cañizares / M. Antón / 1930”. Colección particular, Elche.
Es el primer hijo de su amigo y discípulo Ildefonso Cañizares, que falleció de pulmonía a los catorce meses; Mariano Antón hizo el retrato sobre fotografía como obsequio a su gran amigo desconsolado por la muerte del pequeño. El niño va disfrazado de baturro con pañuelo al cuello y alpargatas de esparto con cintas negras, detrás un jardín solucionado con toques de manchas; toda la composición orlada de una cenefa de pámpanos, uvas y granadas; en los ángulos inferiores vemos: a la derecha, caballero vestido a la usanza barroca; a la izquierda: mujer de traje oscuro largo y delantal blanco.
FUENTE: Vicenta Pastor Ibáñez (2000). De la tradición a la modernidad. Los oriígenes de la pintura moderna en Elche. Universidad de Alicante, Alicante
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