Datos biográficos
AMORÓS PASCUAL, José Antonio (Elche, 6-XI-1969)
Un mundo imperfecto fue la primera novela corta que en el 2002, provocó el advenimiento con fuerza a la vida literaria del escritor ilicitano José Antonio Amorós. Este autor “raro”, de mirada inquietante e hipnótica, escribió la novela en el año ya dicho. La novela cuenta una historia bien montada y ágil, que discurre entre Nueva York y San Sebastián: calles, pesquisas, identidades y seres intratables pululan con gran acierto del autor y desconcierto de sus protagonistas. Pero hablemos más de este enigmático autor, creador de “mundos” reales o imaginarios. José Antonio Amorós, Ingeniero Técnico Agrícola, constreñido a funcionario, y obsesionado por el idioma de los bárbaros, participó en un libro colectivo a nivel nacional, dedicado a las víctimas del 11M, con un emotivo poema seleccionado por el Ayuntamiento madrileño de Alcorcón. También colaboró en la desaparecida revista La gacetilla literaria, así como en actividades culturales desarrolladas por la “Tertulia literaria ilicitana”, de la cual sigue siendo ocasionalmente tertuliano. Actualmente colabora en la nueva revista cultural El Picudo Blanco, con interesantes narraciones breves, que parece ser lo suyo: las distancias literarias cortas. Aunque me ha prometido resucitar una bonita novela de adolescencia, para sorprender al lector con un pasado de “enfant terrible”. Mientras tanto, Amorós persiste urdiendo historias y pequeños relatos sobre variados y complicados temas de ayer y de hoy. Él sabe que es muy difícil vivir del cuento, por mucha expresividad que ponga en esos ojos de extrañas luces sosegadoras, que te recuerdan a Paul Auster. Desde estas breves líneas, les invito a leer a este peculiar escritor, José Antonio Amorós, en cualquiera de sus modalidades, lo que encuentren, lo que indaguen, asesinen, sírvanse ustedes.
Antonio Zapara (poeta)
Relatos de José Antonio Amorós
L´INQUISITORE
Nadie me creía, cuando decía que tenía línea directa con el Supremo y que todos mis requerimientos eran escuchados y ejecutados por el Todopoderoso. Para la mayoría de creyentes no pasaba de ser un chiflado, hasta que con el tiempo cayeron en la cuenta de que todo lo que decía se cumplía. A partir de entonces, me tuvieron en consideración, los fieles me trataban como si fuera un nuevo Felipe II e incluso, en muchos casos, me ponían una alfombra roja en los sitios donde tenía previsto aparecer. El mundo creyente pasó del escepticismo a profesar una fe casi mística, en mi persona. Según pensaba, tenía mi puesto de inquisidor asegurado eternamente por el rey de reyes. Todos tenemos nuestras manías y uno que es de Elche, como servidor, le cogió ojeriza al Cádiz C.F. Mi enemistad empezó en 1981, cuando en el último partido de liga de segunda división jugaban ambos equipos y curiosamente se disputaban el ascenso a primera. A los locales, los ilicitanos, les bastaba con un empate. La ciudad alicantina estaba en ascuas, era como un inmenso brasero. En el campo, según las crónicas, había 70.000 personas en un estadio con una capacidad de 40.000, más de 10.000 personas se quedaron sin poder entrar, debido a la avalancha de aficionados. Todo pintaba perfecto para el equipo ilicitano. En el Nuevo Estadio, como dije, no cabía ni un alma, las puertas de acceso estaban abarrotadas de público y las escaleras que daban paso a las localidades habían dejado de ser reconocibles. Salvando las distancias, el campo del Elche era como una especie de Maracaná en la final de 1950. El partido empezó tarde, ya que el árbitro tuvo que aparcar a 7 km del estadio, pero al final el encuentro, aunque tarde, se inició. La tensión y la responsabilidad hacían que los jugadores se moviesen inseguros, con plomo en las botas, aunque el Cádiz supo mantener la sangre fría y consiguió adelantarse, tras una salida a coger uvas del portero Campos, dicen las malas lenguas que algo tenía con el equipo rival, aunque nunca se demostró nada. El campo enmudeció, después del gol, como lo hizo el de Brasil cuando marcó Uruguay. 2 No obstante, tras una arriesgada maniobra táctica del joven entrenador franjiverde, el Elche empató. La ciudad entera, que en aquel momento era el estadio y poco más, explotó de júbilo, el griterío se debió escuchar hasta en el campo del Hércules, pero no fue definitivo, al final los del Cádiz metieron el gol decisivo, como ocurrió en Maracaná. Elche se convirtió en un valle de lágrimas, en aquella que fue considerada como la noche más triste de toda la historia del club. Dicen las crónicas, que los utilleros del Cádiz pidieron las botellas de champán, que ya no iban a utilizar, a los del cuadro local y que éstos deportivamente y medio llorando, se las cedieron al equipo andaluz. Tengo un amigo que comentó, posteriormente, que la afición del Cádiz era especial, le pregunté por qué y no supo responderme. Si hubiese sido l´inquisitore en aquel tiempo, igual las cosas podían haber sido diferentes, pero mis recursos tenían un límite y hasta ahí no llegaba. Desde entonces, el Cádiz C.F. se había convertido en mi más íntimo enemigo. Al año siguiente estrené cargo como inquisidor, un poco tarde quizá y fue entonces cuando llegó a Cádiz ese diablo llamado: “Mágico” González. Me fijé en ese control que tenía y en aquel toque de balón que le hacían diferente, era como si el mismísimo Pedro Botero se hubiese reencarnado en jugador de fútbol, incluso estaba convencido de ello. Ese demonio irreverente en la cancha e indocumentado en la disciplina, no era cosa humana. La situación se podría haber reconducido y este ¨siniestro¨ personaje podría haber cedido a los muchos millones que le daban en Paris o porque no, podría haber sido un buen jugador colchonero, pero no, este Belcebú del balón, para mi desgracia, se movía por otros parámetros que, hasta la fecha, yo desconocía y finalmente acabó en el Cádiz, lo maldije 100 veces. Aunque, al principio, no quise interceder ante el Supremo, por esta manía mía personal, ya que pensé que tratándose de un equipo humilde y sumando a esto los problemas de indisciplina del jugador, no tardaría mucho en cambiar el color amarillo, pero me equivoqué. Tuve que utilizar toda mi pericia de inquisidor, ante el Altísimo, para 3 reconducir la situación. Al final, en el año 84, mis súplicas fueron escuchadas y conseguí que el inclasificable González abandonara el Cádiz C.F. , mandándolo a una especie de infierno frío, que es lo que suponía para él Valladolid, plagado de normas y lejos de la afición cadista, me daba por satisfecho. Mi vida volvió a ser normal, desde entonces, conseguí echar la maldad de mi alma, como si de un exorcismo se tratara, pero lo peor aún estaba por llegar. Alguien en Cádiz, desconozco quien pero alguien fue quien me señaló como culpable de la marcha del ídolo local. La cosa transcendió y en carnavales de ese mismo año, el simpático pueblo gaditano, tuvo a bien dedicarme una chirigota, con cierta mala saña. Advertí, al director de la comparsa, con dar parte al Supremo si no deponía su actitud, el citado director fue claro: “ Sr. Inquisitore, pídame lo que quiera, menos eso”. Le amenacé con excomulgarle y añadí que si tenía agallas para cantar aquella chirigota en mi honor, se atuviese a las consecuencias. Finalmente, en el teatro Falla, se consumó el acto de rebeldía, no sé yo si el Sr. “Mágico” González habría tenido algo que ver. Denuncié el hecho ante el Supremo y éste convirtió en gaviota al director de la chirigota con la que fui homenajeado. Con el demonio fuera de la ciudad y las comparsas de chirigotas amenazadas, pensaba que mis problemas se habían terminado eternamente, aunque nada más lejos de la realidad. Corría el año 87 y en la ciudad de Cádiz se armó un revuelo considerable, pululaba el rumor de que “Mágico” González iba a dejar el real Valladolid, “habrán otros equipos que no sean el Cádiz”, pensé infeliz de mí, pero me equivoqué. Satanás siempre fue un rival fuerte. “¿Qué es todo ese alboroto que llega desde allá abajo, inquisitore?” Clamó el Todo poderoso un día y di la callada por respuesta, suponiendo que escamparía, pero no fue así. El director de chirigotas, convertido en gaviota, algo le dijo al Supremo, con lo que me vi envuelto en un juicio sumarísimo sin apenas enterarme. Aún podía salvarme, tenía mucha experiencia en juicios y las acusaciones sólidas contra mi eran inexistentes, tan sólo un director convertido en gaviota, ¿Quién le iba a creer? 4 El juicio fue impecable, lo tenía ganado, pero al acabar el mismo un rumor de gente se hizo escuchar en la puerta. “¿Quién se atreve a llegar hasta aquí, sin mi consentimiento?” Bramó el Altísimo desde su posición, entonces se abrió la puerta y apareció un individuo menudo con la bufanda del Cádiz anudada al cuello, dijo: “somos la afición del Cádiz y queremos hablar con usted”. Entonces me vinieron a la mente aquellas palabras de mi amigo, diciéndome que la afición del Cádiz era especial, en aquel momento lo entendí. Denunciaron mis malas artes y fui relevado de mi cargo y como condena, tuve que ver como aquel ser sonriente, se congraciaba con la afición del Cádiz cada fin de semana, después de sus correrías nocturnas. Satanás había ganado la partida.
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