Datos biográficos
ALBARRANCH BLASCO, Vicente (Elche, 1898 - Reformatorio de Adultos de Alicante, 1940). Hijo de Vicente Albarranch Serrano (1864-1931) y de Francisca Blasco Jaén (1865-1950). Hermano mayor de Francisco (1902-1963). Falleció recién iniciado el régimen franquista en el ámbito nacional, víctima de una incomprensión absoluta que ya se verá más adelante. El padre fue un reconocido pirotécnico, creador del famoso fuego artificial la Palmera de la Virgen. Inició los estudios primarios, pero en casa había necesidad de trabajar, primero se colocó en un almacén de complementos de alpargatas y calzado, después fue ayudante de un abogado, y finalmente, al quedarse sin empleo decidió apuntarse a la Legión como voluntario y de paso cumplir con el Servicio Militar. En Marruecos estuvo unos cuatro años, durante los cuales aprendió árabe. Por una fotografía dedicada a sus padres, enviada desde Larache el 3 de octubre de 1915, sabemos que cada diez días cobraba dos pesetas por sus honorarios de soldado; su sobrina Vicenta Albarranch conservaba esta fotografía y muchas más, junto con otros recuerdos de su tío, del que siempre estuvo atenta para reivindicar su memoria. Por esta época hizo sus primeros dibujos, a lápiz y plumilla, representando pequeños paisajes ilicitanos y marroquíes; después en Granollers siguió dibujando, hizo caricaturas y, para la portada de Il.lustració Vallesana, unas ilustraciones con figuras femeninas. En 1920 regresó a Elche, se relacionó con el grupo que componía el periódico semanal El Cervantino, entre cuyos redactores estaba el poeta José Peral Vicente. Su colaboración fue bastante efímera, pero tenemos la oportunidad de comprender el sentimiento que le infundía la naturaleza: “el viento continuó el idilio sublime filtrando oleadas de azahar purísimo”. Esta actividad literaria que también ejerció en Granollers, no la mantuvo durante mucho tiempo y acabó abandonándola. Insatisfecho de su situación laboral marchó a Barcelona; vendió alpargatas en la tienda de un tío suyo y aprovechó los mercadillos semanales de los pueblos colindantes para ampliar las ventas, así conoció Granollers. En este pequeño pueblo del Vallès Oriental catalán, se estableció y la suerte empezó a sonreírle, tenía unos 23 años. Granollers disfrutaba de una saludable situación económica gracias a su fuerte arraigo en los productos del campo y a un desarrollo industrial, textil sobre todo, que cambiaría el ámbito pagès, sin llegar a transformarlo completamente. En el mercado de Granollers, se celebra todos los jueves, situado en los aledaños de la “Porxada”, Vicente Albarranch vendía alpargatas. Tenemos noticias de su asentamiento: “montando entonces un negocio de alpargatería actividad que tuvo que dejar, ejerciendo entonces de Zapatero en un taller de la Plaza de José Antonio, más tarde trabajó como albañil y seguidamente ingresó como escribiente en el Registro”, (Diligencias Previas de su informe carcelario en 1940). Su trabajo en el Registro de la Propiedad le dio la estabilidad económica que buscaba y su matrimonio la mejor satisfacción personal. Casó con Isabel Planxart, mujer menuda, fuerte de carácter y amable, con unas manos para bordar extraordinarias como recuerda todo el mundo que la conoció. Isabel admiraba a su marido y lo ayudó siempre a lo largo de su carrera de pintor. Luego, viuda y sin bienes, ya que se los confiscaron al acabar la guerra, aunque posteriormente le fueron devueltos, supo defenderse cosiendo por encargo. Se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Elche una fotografía de ambos en viaje de novios a Montserrat, de 1925. Yo la conocí en Barcelona en 1984, vivía en una residencia de ancianos muy cerca de Las Ramblas. Era una mujer menuda, de piel fina y blanca. Cuando la visité había perdido la memoria. El matrimonio se instaló en una vivienda de planta baja y dos pisos; en el segundo de ellos Albarranch instaló su estudio, aquí organizaba tertulias con los amigos. En 1928 viajaron a París viaje propiciado por el pintor para conocer la pintura impresionista. Su fisonomía destacaba especialmente por sus ojos claros y una reluciente calvicie aliviada con abundante pelo ensortijado y patillas, las fotos de la época y las caricaturas nos lo presentan con lazo de lunares anudado al cuello de la camisa. Con su esposa tuvo a su más fiel colaboradora, tanto que le confiaba a ella la venta de sus cuadros cuando alguien se interesaba en comprar pues él se desentendía totalmente del precio y no le gustaba vender. Con frecuencia regalaba a familiares y amigos. Hoy en día es difícil saber el paradero de muchos de sus cuadros. Es ahora cuando se consagró plenamente a la pintura. Acudía todas las mañanas al Registro de la Propiedad, y por las tardes pintaba en su estudio; por las fotografías podemos darnos una idea de su imagen: lazo muy amplio anudado al cuello, largas patillas y pronunciada calvicie. Los amigos le hicieron retratos y caricaturas, todas las caricaturas acentúan su calvicie, su espesa melena y su lazo al cuello. El domingo lo dedicaba todo el día para pintar, iba al campo atraído por los colores del paisaje vallesano, muy distinto a los huertos de palmeras de Elche. Que la naturaleza le entraba por los ojos y el corazón, se notaba en cómo expresaba esos sentimientos “dejando una estela de carmín y naranja en la inmensidad del vacío”. Se integró en el medio artístico local y puede decirse que de su grupo de amigos surgirá y se desarrollará el núcleo plástico de Granollers. Artistas como el ceramista Antoni Cumella y el pintor y dibujante Francesc Serra, contribuyeron a forjar la moderna historia del arte en Granollers. Asimismo recordemos otros nombres, el del dibujante Josep Escobar, más tarde famoso dibujante de cómics creador de Carpanta y Zipi y Zape, y el del fotógrafo Josep Masana, pionero en la especialidad publicitaria española. La ciudad no contaba con otros antecedentes pictóricos modernos, pero sí se enorgullecía de haber dado buenos músicos. Albarranch fue querido y aceptado. Su primera “galería de arte” fue el escaparate de la tienda de confecciones Cal Gras, el pequeño cuadro Campo evidencia su inconfundible estilo en el empaste y el tratamiento fuerte de los verdes, es un paisaje con casa, árboles y cadena montañosa al fondo, estos primeros paisajes destacan por una composición muy frontal y centrada. La oportunidad se presentó con la exposición de autores locales en el Casino se pretendía dar a conocer la nueva generación de jóvenes pintores; “la primera exposició d´artistes locals”, fueron cinco: Vicenç Albarranch, Joan Cuch, Pere Iglesias, Josep Escobar, Francesc Serra. Los cuadros de Albarranch gustaron desde el principio, en otra exposición colectiva por la comarca sus cuadros llamaron la atención de Santiago Rusiñol. En la clausura contaron con la presencia de Bonaventura Puig Perucho pintor barcelonés que ejerció un ocasional magisterio entre los jóvenes pintores. Poco tiempo después en La Gralla (12 novembre 1933) se escribía “De temps ha que assistim, tots joiosos i esperançats, a aquest magnific infantament. Alhora que la ciutat anava engrandint-se i embellint-se, ens haviem dolgut mantes vegades que a Granollers -terra de músics- no hi havia florit l´art en cap altra de ses manifestacions”. De esta primera etapa es su envío a Elche del cuadro Boires (Nubes) para el concurso de la Federación de Sociedades, es un paisaje de la serranía del Vallès Oriental. Ya sabemos que le dieron el primer premio, en el jurado estaban los pintores Mariano Antón Heliodoro Guillén. Sus compañeros de trabajo del Registro de la Propiedad se alegraron del premio y organizaron una comida en el hotel Europa, preparada por el renombrado señor Parellada. La Gralla, que comentó el homenaje, lo ilustró con una caricatura de su cabeza, realizada por Escobar. Hacia 1929 trabó amistad con un aspirante a pintor que lo admiraba incondicionalmente, era Hilari Brugarolas, el cual como un lazarillo lo acompañaba en sus salidas a la campiña para pintar. Según recuerda Brugarolas, iban con frecuencia a Cal Arenas con el Ford descapotable de Albarranch, a veces les acompañaba el pintor Puig Perucho que venía de Barcelona. También recuerda que en esa época Albarranch aprendía a escribir en catalán y que le gustaba mucho la pintura de Joaquim Mir y de Joaquín Sorolla. Conocí a Brugarolas en Toulouse, en diciembre de 1986; exiliado, estuvo en un campo de concentración durante 20 días; era un anciano fino y hospitalario, y aunque delicado de salud gozaba de una excelente memoria, vivía con su mujer en un pequeño piso de la periferia, se le notaba una innegable veneración por su maestro. Pintor de paisajes, expuso con frecuencia en esta ciudad francesa. La señora Brugarolas, entró como asistenta a finales de 1932, en casa de los Albarranch para cuidar de Maribel, la hija que acababan de adoptar de tres años. Aquí conoció a su marido Hilari Brugarolas. Maribel se había quedado sin padres y fue para ellos, después de siete años de matrimonio, una auténtica bendición; Albarranch pintó frecuentemente a la hija y a la esposa. Su actividad fue constante, le interesaba la pintura desde luego, pero también otros temas relacionados con la cultura. Empezó a coleccionar obras de arte con el fin de donarlas a un futuro museo, así por lo menos se había hablado en las reuniones que mantenían los amigos en su casa. El empujón moral que les dio la exposición en el Casino les dio fuerza para tal empresa. En una Acta municipal (1932) se dice que la creación del museo se debe, entre otros, a Vicente Albarranch; las piezas recibidas, por generosidad de amigos y simpatizantes, se almacenaba en la casa de Albarranch, y así consta en las Actas municipales, a la espera de rehabilitar la prisión preventiva que era el edificio destinado para sede del museo. De esta manera nació una “Comissió del Museu de Granollers i del Vallès Oriental”. Al mismo tiempo se creó una comisión para redactar el correspondiente inventario. El Gobierno de la Generalitat de Catalunya conocía estas actividades y respaldaba el proyecto, el pintor había recibido una carta oficial comunicándole que el Plan General de Museos de Catalunya contemplaría la creación del “Museu del Vallès Oriental a Granollers”. Él fue uno de los más activos, el dato es importante porque cuatro o cinco años después cuando acompañó a los milicianos en el requisamiento de obras de arte, su misión y su conciencia fue protegerlas y almacenarlas para el museo, gracias a él muchas obras se salvaron de la destrucción; las que fueron reclamadas por los propietarios se devolvieron, las que no, permanecieron en el museo. En Barcelona su amigo el periodista Carles Costas escribió un artículo (El Diluvio, Barcelona 10 febrero 1934), donde ensalzaba su cualidad de artista y la preocupación que manifestaba por la conservación de obras de arte, con el fin de lograr una exhibición digna de las mismas. El museo aún tardaría en abrir las puertas, se inauguró en 1946 durante la Festa Major. Vicente Albarranch empezó a exponer con cierta regularidad en pueblos de la comarca y en Barcelona y Madrid. Siempre las críticas fueron favorables, y en Barcelona calificaron su pintura de “encendido lirismo”, sólo en una ocasión, lo veremos enseguida, no tuvo de cara a la crítica, al considerarlo un pintor de derechas. En pocos años progresó extraordinariamente y Granollers se felicitaba por los éxitos que iba cosechando en Madrid, Barcelona y Valencia. Tal como hizo su paisano, Francisco Rodríguez Sánchez Clement, concursó en las exposiciones oficiales o semioficiales de ámbito nacional. Fue a las más importantes en el período que quedaba entre 1932 y la guerra civil; siempre sus paisajes fueron elogiados; y sus pinturas de inmediato ilustraron los comentarios o las citas de los periódicos. En estos eventos coincidió con otros pintores, tales: Puig Perucho, Rigoberto Soler, Serra Farnés, Vidal Rolland, Timoteo Pérez Rubio, Genaro Lahuerta, Juan Bautista Porcar, Vila-Puig, García Carrilero y Rodríguez-Puig. Incluso comparaciones entre ellos, pues el Heraldo de Madrid se entusiasma por él más que por el castellonense J. B. Porcar, si bien no era éste el criterio de Ahora que cree que los paisajes de Porcar son los mejores, aunque no desmerecía los paisajes de Albarranch. Carles Costas decía de Albarranch que era un gran paisajista “mágico intérprete del árbol”, porque sentía la Naturaleza y al mismo tiempo hacía sentirla a los demás. Albarranch siempre tuvo buenas críticas, sus paisajes sinceros, de color puro y tonalidades luminosas, gustaron desde un primer momento; figuraba entre los paisajistas catalanes, los cuales durante aquellos años eran muy admirados por su singular aportación de modernidad. 1933: en la Exposición de Primavera en Barcelona, uno de los cuadros presentados, La verneda d´en Fortuny, fue comprado por el Ayuntamiento de Granollers por un valor de 2.500 pesetas, su nombre fue destacado en la prensa barcelonesa. En el XIII Salón de Otoño de Madrid fue nominado Socio de Mérito; en este Salón participó la vanguardia española, y si bien su arte fue tolerado, no fue comprendido por determinada prensa madrileña, la misma, precisamente, que defendió los paisajes de Albarranch. La vanguardia se presentó como “Grupo de artistas de Arte Constructivo”, lo formaban pintores y escultores: Torres García, Benjamín Palencia, Rodríguez Luna, Moreno Villa, Ortiz, Mateos, Maruja Mallo, Alberto, Díaz Yepes y González. 1934: en la Exposición Nacional de Bellas Artes, fue destacado entre los paisajistas y alguien reclamó una recompensa, que no tuvo; sobre la cuestión el crítico valenciano Guillot Carratalá alude a un posible boicot del pintor López Mezquita que era de vocal del jurado. En fin pequeños éxitos que va acumulando desde su primera salida a Madrid; el crítico Emiliano M. Aguilera le llega a reconocer el mismo nivel que otros pintores catalanes más conocidos como Puig Perucho o Vila Puig. El crítico José Mª Marañón lo sitúa entre los buenos paisajistas catalanes, “los catalanes, como siempre. Es cosa ya tradicional: tienen estilo y escuela: Meifren, Vila Puig, Rodríguez Puig, Puig Perucho, Albarranch, Solva” (Heraldo de Madrid, 27 junio 1934). Estuvo en la I Exposició Oficial d´Art del Ayuntamiento de Granollers durante la Festa Major. Al XIV Salón de Otoño, fue afiliado al grupo de los paisajistas catalanes, igual que Porcar; su paisano Rodríguez S. Clement también participó. En el periódico Crónica estaban encantados con los bodegones de la exposición y no gustaban del arte contemporáneo, de esa vanguardia que había fracasado; destacaron a Albarranch, junto a Rodríguez Puig, Margarita Frau, Moisés y Masriera. 1935: cosechó buenas críticas por la exposición colectiva en la Sala Busquets de Barcelona con el grupo Art Vivent, una de las pinturas, Restos de invierno, en el Ayuntamiento de Elche, atrajo la atención de los periódicos, entre ellos La Vanguardia. En la Exposición de Primavera fue nombrado Socio de Honor. Según los críticos, Manuel Abril y Gil Fillol, esta exposición no tuvo la calidad suficiente ni una buena organización, y para ellos se salvaban los pintores: Albarranch, Porcar, Zubiaurre, Pantorba, Vila Puig, Segura y Velasco; en el periódico Ahora (31 mayo 1935) se reprodujo el cuadro Entre palmeras del Ayuntamiento de Elche. De las tres pinturas, Camino de Sacramento, Cercanías de la fuente, Estío de Granollers, enviadas al XV Salón de Otoño, el crítico Gil Fillol escribió “Tenemos vistas muchas obras de Vicente Albarranch; pero, tal vez, sean estas del Salón de Otoño las que mejor reflejan su estilo nervioso y franco de pintor de paisajes” (Ahora, Madrid, 24 octubre 1935). Vuelve a la Exposición de Primavera en Barcelona, como anécdota diré que al pintor se le ve el día de la inauguración detrás del Presidente de la Generalitat, senyor Companys (La Humanitat, Barcelona 20 maig 1934). Por las mismas fechas se celebraba la Exposición de Nacional de Bellas Artes en Madrid que permaneció abierta solamente catorce días dado el inminente comienzo de la guerra, que obligó a cerrar; fue inaugurada por el Presidente de la República, Manuel Azaña, era entonces ministro de Instrucción Pública, Francisco Barnés Salinas; presidía el Jurado el escultor Aniceto Marinas; en la Sección de Grabados estaba Emiliano M. Aguilera, uno de los primeros en interesarse y escribir sobre el pintor. Llevó Feria en Granollers y Luz de invierno, dos obras que muestran el momento de madurez en el que se encontraba. 1932: su primera exposición individual la hizo en el Heraldo de Madrid, en el salón del diario vespertino, Heraldo de Madrid, y los comienzos no pudieron ser más prometedores; este periódico se portó siempre admirablemente con Albarranch. Expuso sesenta y un paisajes casi todos del Vallès Oriental, el resto, de la costa catalana y paisajes de Elche. El éxito de crítica fue grande, no dejaron indiferentes sus paisajes. En Madrid se le relaciona con paisajismo catalán, y sobre todo con Joaquín Mir; la prensa madrileña coincidía en resaltar la gran tradición catalana por el paisaje. Se le adscribe al contexto catalán y él se sentía a gusto en ese lugar, pero constantemente tuvo presente su tierra ilicitana, nunca hizo una exposición individual sin que dejara de incluir un paisaje de Elche. En su Álbum Personal, al lado de su auto caricatura están juntos los escudos, de Elche y de Granollers. En el Heraldo de Madrid (29 de noviembre de 1932) leemos “ante los apuntes de montes, valles, árboles, de su paisaje familiar, se revela como cualidad sobresaliente la fundamental en un paisajista, un intenso amor a la Naturaleza y el afortunado estudio de la bella arquitectura de los bosques y de cada árbol con su individualidad diferenciada”, también dice que está “un poco vencido hacia la derecha; algo alejado de la corriente actual del arte, de su extrema vanguardia”, más parece un elogio que una censura, pues lo califica de “paisajista independiente”. Una posición adversa fue la de El Sol (24 de noviembre de 1932) “en el conjunto de sus paisajes se percibe que Vicente Albarranch es lo que pudiéramos llamar sin exagerar nada un pintor de derechas, de derechas artísticas se entiende, para quien la pintura se ha detenido hace mucho tiempo en ciertas fórmulas y en ciertos gestos”. De regreso, sus amigos prepararon otra cena homenaje en el Hotel Europa, están alegres, para ellos el pueblo ha adquirido un inesperado protagonismo de la mano de Albarranch. Asistieron alrededor de sesenta personas entre ellas diversas y muy variadas representaciones de entidades culturales, se recibieron adhesiones de Madrid y de Elche. Albarranch acabó brindando: “¡Viva Granollers¡, ¡Viva Elche¡”. 1933: su segunda exposición individual fue en el Casino de Granollers, en el catálogo se decía “Una colla d´amics de les arts i d´admiradors de l´obra pictòrica del ja avui nostre Vicens Albarranch”. Presentó treinta y tres obras, todas ellas con temas de Granollers y de la costa catalana, excepto un paisaje de Elche. Querido por todos ya se pedía el nombramiento de Hijo Adoptivo, ensalzando sus cualidades humanas y su amor por el arte, “Els entusiastes a aquest art, per humils que siguin, sempre troben en ell un amic, un col.laborador i un mestre que els aconsella i que els dirigeix en els primers passos d´aquesta art dificil. En el seu cor de ver artista hi tenen cabuda tots els sentiments nobles; el seu afany és no tenir enemics, ni enemistats sisquera; tot ho deixa i tot ho donaria per l´art” (Terra Vallesana, 5 novembre 1933). Palabras que aún las suscribiría cualquier persona de Granollers que conoció al pintor, porque tuvo bondad y amistad para todos. Es de destacar la acogida de este pueblo hacia un artista no nacido catalán. Sin embargo, acabada la Guerra Civil, una denuncia contra su persona, a todas luces injusta, hizo que el pintor fuera encarcelado. Este desgraciado acontecimiento tuvo sus antecedentes, a buen seguro su actividad política, pues para un hombre como él, inquieto y preocupado por la cultura no fue extraño verle de concejal en 1934. 1936: su tercera exposición individual la hizo en l´Orfeó; de ambas instituciones fue socio. Presentó veinte cuadros, todos ellos con temas de Granollers, menos uno que titulaba Elche. Se editó un sencillo catálogo con prólogo de Francesc Pujols, en la portada figuraba una bellísima pintura, Domingo de Ramos que se encuentra en el Ayuntamiento de Granollers. Quería Albarranch que su exposición fuera un pequeño homenaje al pueblo que lo había acogido: “l´Homenatge del Pintor a la ciutat de Granollers, la seva mare adoptiva”, así figuraba en una de las páginas interiores del catálogo. La inauguración, el 2 de febrero, contó con representación oficial de la localidad. El día 16 hubo elecciones municipales, Vicente Albarranch está nuevamente en el equipo de concejales (Actas Municipales, 17 febrer 1936); Durante los días 20 y 21 de junio de 1936 se organizó en el Orfeó una festa de simpatia en homenaje a Vicente Albarranch, y a Josep Mª Ruera, conocido músico y compositor que dirigía la Escuela Municipal de Música; Vicente Albarranch estaba disfrutando de sus mejores momentos personales y profesionales, situación que no tardaría en cambiar al comenzar la guerra civil. Durante los meses de mayo a septiembre su actividad artística y expositiva seguía constante; nadie era ajeno a la tensión política pero aparentemente la normalidad seguía su curso. Luego en cuestión de meses, y como un torrente inesperado, los acontecimientos se precipitaron produciéndose una serie de hechos desafortunados que minaron su resistencia. En La Gralla (18 diciembre 1932) también se reflejó aquella curiosa polémica entre el paisaje admirado frente a la vanguardia que no se entiende, “estudió el alma clásica, más que el modernismo insensato, y con este espíritu, deseoso de hacer una personalidad estética, construyó bajo una tendencia nueva, esos paisajes absorbentes, belleza natural”, está escrito por José Guillot Carratalá, el cual se ocupó después con más extensión de la obra del pintor y reivindicó su tradición pictórica, su “valencianía”. Efectivamente este crítico tuvo un interés extraordinario en atraer a Vicente Albarranch al contexto valenciano “valenciano de casta Albarranch honra a su familia de artistas ilicitanos”; Guillot Carratalá siempre ponía ese acento engolado, retórico hasta el aburrimiento: “tierra de artistas es Valencia (que) hace surgir en placer de dioses esa legión meridional de artistas que la providencia divina ha creado para admiración del mundo” (Trazos, Madrid, nº 1, mayo 1934, revista) casi siempre escribía en este tono. Observemos esta otra cita “el pintor ilustre Vicente Albarranch, que la efemérides ha de otorgarle inmortal memoria en su nativa tierra, Elche, blanca luz meridional precursora de la alta y luminosa luz, gasta sus ojos enfocados sobre el yunque del trabajo fogueado” (A.C.G., La Coruña, octubre 1934). Si en algún momento la crítica madrileña y barcelonesa lo ha relacionado con Mir, ahora según este crítico la mirada es hacia Cézanne “conoce perfectamente que el arte de Valencia no pierde jamás ni reniega de su original construcción pictórica” (Diario de Valencia, Valencia 3 mayo 1934). Pero a pesar de ser uno más de esa “cuna de artistas” nadie se ha tomado la molestia de organizar una exposición para ver realmente de qué va su pintura, su pintura se conoce poco y por reproducciones por tanto se carece de suficiente análisis para apreciarla. Por eso su participación en la II Exposición Regional de Bellas Artes de Valencia fue un buen principio pues le dieron una Mención Honorífica, aunque se le mencionó poco en la prensa, salvo Guillot Carratalá que hace largos comentarios, y Manaut Nogués; y en la III Exposición Regional tuvo una Segunda Medalla, por Cercanías de la fuente y Camino de Sacramento, esta última pintura muy alabada, “de las mejores de la Exposición” (El Mercantil Valenciano, 30 julio 1935); otros dos pintores valencianos ya conocidos, Enrique García Carrilero y Juan Bautista Porcar, obtuvieron Primera Medalla. Sus cuadros se reprodujeron en Ribalta, revista que en Valencia era calificada como “la más artística entre las valencianas y la más valenciana entre las artísticas”, y Guillot Carratalá, de pluma fácil al preciosismo decía “Albarranch tiene su heraldo cuajado de honores, como pudiese tener una princesa el collar de esmeraldas” (El Ilicitano, Elche 4 agosto 1935). Intensificó cada vez más las relaciones con Valencia, principalmente a través de la revista Ribalta. Conoció al escultor y crítico de arte, José Mª Bayarri, que dirigía dicha revista. Bayarri fue Catedrático de Escultura en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos y en 1936 publicó el primer libro sobre el pintor, Albarranch. Artistes Valencians, cuya edición original conservo gracias al generoso regalo de otro artista Casto Mendiola. Esta breve monografía es particularmente interesante para nosotros porque cita a sus primeros maestros: “los Pérez, Rodríguez Clement, Mariano Antón y Jaime Lafuente”, pintores que ya hemos visto contribuyeron a crear el contexto pictórico del Elche decimonónico, y Albarranch, es claro, le dijo a Bayarri los pintores que admiraba de su ciudad. Relata sus viajes, y sus influencias, la impresión de Marruecos, El Greco en Toledo, Velázquez y Goya en el Museo del Prado, Sorolla en Madrid y Valencia, y en Cataluña, Puig Perucho y Anglada Camarasa; finalmente los pintores impresionistas que conoció en su viaje de París. Considera al pintor dentro de la órbita del sorollismo propio de los pintores valencianos, aunque de verdad es un pintor independiente, de los más personales. Bayarri además establece tres estilos en su pintura: a), un sentimiento poético y clásico del paisaje, en La verneda d´en Fortuny y Camino del bosque; b), fase impresionista, pinta del natural lo que se le ofrece espontáneamente a sus ojos en Feria en Granollers, Luz de invierno y Estío; c), parquedad en la representación, simplicidad de factura, en Reposo, Playa desierta y Ilice Augusta. Las relaciones con Elche no se interrumpieron nunca, pues viajó a su ciudad con frecuencia, sobre todo en la última etapa de su vida. En uno de esos viajes le acompañó su amigo el periodista Carles Costas Álvarez, que escribió un artículo dedicado así: “Elche la bella”, entusiasmado con su paisaje y comprendiendo perfectamente el interés de los ciudadanos por la conservación de los huertos de palmeras. Es la época, recordemos, que se declara al Palmeral de Elche de Interés Nacional; Vicente Albarranch también contribuyó con su opinión a mantener este paisaje tan singular, como estaba haciendo con gran derroche de energía Pedro Ibarra, fue nombrado “palmerer”, distinción honorífica sin vigencia en la actualidad. Con Carles Costas y el pintor Rodríguez Clement se acercaron a la hacienda del Duque de Béjar, el aristócrata, hombre sencillo y afable, les enseñó a placer su casa y todo lo que en ella iba coleccionando; al periodista le impresionó la afabilidad del Duque que procedía por línea materna de San Francisco de Borja, según les indicó en su árbol genealógico, y al mismo tiempo su pasión por el arte. La prensa ilicitana se ocupó de su paisano, el semanario Elche fue el que mayor atención le prestó, y después El Ilicitano. Pero las citas se dirigen más al panegírico que a un análisis crítico, cosa lógica por otra parte puesto que su pintura no se conocía. Planeaba el premio de 1928, Nubes, pero al margen de alguna reproducción de su pintura y la alabanza de que era un gran pintor, las cosas no iban a más. Se insiste en hacerle un homenaje sobre todo después de aquél que le hicieron en Granollers por la exposición del Heraldo; se confiaba en organizar una exposición con el patrocinio del Ayuntamiento, pero en vida de Albarranch no ocurrió nada de todo eso. Para las fiestas de 1935 le encargaron el diseño del sello de correos que circularía en la correspondencia oficial; el sello se imprimió en Valencia y representa la Nit de l´Albà, con l silueta del conocido fuego artificial inventado por su padre, la famosa palmera, goteando su luz artificial por encima de la basílica de Santa María. El primer reconocimiento oficial vino ese año nombrándole Hijo Ilustre de la ciudad, era alcalde Joaquín Santo García (Acta, 14 agosto 1935); para Albarranch que sintió el acto muy especial, quiso que le acompañaran diversos amigos de Granollers, entre ellos el alcalde Artur Gasset, el periodista Carles Costas y el pintor Montagud, todos tuvieron ocasión de asistir al Misteri y a algún acto en su honor. El pintor había contagiado a sus amigos catalanes su fervor por las fiestas de la Virgen de la Asunción incluyendo la famosa Nit de l´Albà; se sabe que hizo gestiones ante la Generalitat catalana, para que subvencionara un documental sobre El Misteri. Por esos días se publicó en La Gralla (4 agosto 1935) un artículo dedicado a Elche escrito por Albert Compte el cual quedó admirado del oasis ilicitano y sugiere que en el Hort del Cura se dedique una palmera a la ciudad de Granollers, y en recíproca correspondencia, en este pueblo se dedique una calle a Elche. Y cada vez, estrecha más lazos con su ciudad natal. El Ilicitano se hace eco de sus recientes éxitos en las exposiciones de ámbito nacional y defienden que viva en Elche, este semanario se enorgullecía de su independencia política y de su defensa por los temas de la ciudad. Tuvo una excelente oportunidad de quedarse en su ciudad al optar en 1935 por la plaza vacante de director de la Escuela Municipal de Dibujo. Tuvo en su contra que al ser plaza oficial le pedían certificación académica, respecto a este requisito el pintor escribió una carta justificando su falta de estudios académicos: “No tengo los certificados de aptitud que se me piden, porque no he tenido medios y he formado mi carrera en las horas de descanso, luchando con la pereza he tenido que batallar para ganarme el sustento robando las horas al descanso para dar nombre en el mundo artístico a mi Elche y lo he logrado a cambio de salud y de reposo”. Esta carta manuscrita a tinta estaba en la colección de su sobrina Vicenta Albarranch. Aprovecha para hacer una acalorada defensa de la Naturaleza, muy en consonancia con su autodidactismo, reconociéndole valores superiores frente a la academia, que puede arrastrar “vicios” y “lastres”, consiguiendo sólo “frutos de mediocridad”, reconociendo que en la naturaleza tuvo su mejor enseñanza y que lo que ella da “competencia y sensibilidad” no lo da la academia. No está claro si llegó a competir con Sánchez Clement, el cual ya sabemos que sí ganó la plaza. Es difícil valorar ahora las consecuencias de este rechazo. Quién sabe, a lo mejor se hubieran evitado los males que le sobrevinieron posteriormente y que acabaron llevándolo a la cárcel ya muy enfermo. Por otro lado, su magisterio se hubiera dejado sentir en las nuevas generaciones ilicitanas. Los dos últimos años de la República fueron muy activos, trabajaba intensamente y sus paisajes ofrecen más complejas perspectivas, sin lugar a dudas es el momento de su madurez profesional; sigue concurriendo a los concursos oficiales donde es premiado y se abre camino con las exposiciones privadas. Las críticas abundan y es destacado por sus paisajes, los cuales en alguna ocasión se han relacionado dentro de la órbita de Joaquín Mir. En la Gaceta de Bellas Artes de septiembre de 1935 aparece el comentario de Emiliano M. Aguilera, crítico que siguió sus primeros pasos de Albarranch desde la exposición individual en el Heraldo; recuerda cuando lo conoció tres años antes y lo que le gustaron sus cuadros, también señala su carácter sencillo y modesto, “Su personalidad se afirma y reafirma así, gracias a estas luchas. Y así su sano impresionismo, carente de lastre retórico, es tanto más simpático, tanto más interesante, tanto más valioso”. Un escrito mecanografiado del crítico José Prados López, uno de los impulsores de la Asociación de Pintores y Escultores, en el que califica al pintor de maestro del paisaje, dice “ya que él con sus cuadros proporciona a las almas entristecidas por estas horas de lucha fratricida, las espumas de alegría espiritual que saltan en su obra”, es de 1939. En las elecciones municipales de 1934 ganó el “Front Popular d´Esquerres” con 3.788 votos, y el “Front Català d´Ordre” obtuvo 1.921 votos; Vicente Albarranch entra en el nuevo equipo de concejales en representación del Partido Torrista Radical (Actas Municipales 1 de febrer 1934, Ayuntamiento de Granollers), y como no podía ser menos se le asignó la delegación de Cultura; pero en el mes de octubre, ya no está en la lista de ediles. No obstante todo parece apuntar que su participación política fue muy efímera, pues apenas al año de su nombramiento, presentó una carta de dimisión basándose en la imposibilidad de realizar algo provechoso dados los “prejudicis politics dins l´Ayuntament” pero la dimisión no le fue aceptada. Luego no aparece en las sucesivas sesiones municipales que se celebraron, tal como se comprueba en las actas. En realidad poco se sabe de su actividad política en activo que sería muy escasa; lo más llamativo es la carencia de datos sobre su posible militancia en el Partido Torrista Radical. Bien curioso es que en 1936 figure en el nuevo equipo de gobierno municipal (Actas Municipales, 17 febrer 1936). Definitivamente si hay algo claro en la vida de Albarranch, esto es su dedicación a la pintura. En la revista oficial de la Festa Major de 1935 se reproduce una de las obras más interesantes del pintor, Feria en Granollers, hay en esta pintura una madurez de ejecución que apuntan el final de un ciclo y el inicio de otro con dominio de amplias perspectivas, ciertamente el trabajo de esta época marca un punto de inflexión en su trayectoria pues la composición va ganando en profundidad y el cromatismo se enriquece con gamas más sutiles. Si comenzó con primeros planos trazados en horizontal y en vertical, ahora se aprecia el dominio de los dos ejes conjugados con más complejidad y con pleno dominio de la técnica. Está contento y lleno de proyectos. Va haciéndose un nombre entre los paisajistas y su característica más reconocida por todos es su disposición franca de sentir la naturaleza. Su auto didactismo respeta el clasicismo, y su independencia se basa en objetivar la naturaleza como la percibe. Sus paisajes están llenos de vida porque no se presta al oficio fácil de imitar. El arte es una disciplina que nos llega a través del corazón pero sin el mecanismo de la razón no habría vía posible para establecer otras vinculaciones profundas, creativas. Y con la guerra civil provocada en el mes de julio comenzó el absurdo; para Vicente Albarranch significó finalmente la prisión y la muerte. El radicalismo marcó esta guerra que como todas en definitiva, anegó de miseria y penuria familias enteras. En la zona republicana uno de los objetivos más anhelados fue la defensa de la cultura. Durante los primeros meses se siguió con el proyecto del museo, y con disciplina se registraba el patrimonio recogido, el cual se guardaba en la antigua prisión y en el Orfeó, se protegía así su integridad física. Albarranch acabó en la cárcel, enfermo y cansado. El origen de su infortunio podría remontarse cuando acompañó a los grupos de milicianos que ocupaban las fincas abandonadas de la comarca. Precisamente la intención del pintor era recuperar aquellas pinturas y objetos de valor expoliados para que pasaran al patrimonio del museo; no se olvide que fue comisionado por el Servicio del Patrimonio Artístico e Histórico de la Generalitat para incautar y requisar objetos artísticos y antigüedades, en este aspecto él cumplía con su deber. Este cuidado en preservar la obra aún se recordaba por algunas personas de Granollers, que reconocían que gracias a Vicente Albarranch se salvaron bastantes pinturas de las iglesias y de particulares, pues en todo momento evitó que se destruyeran. Por entonces era director del Museo Comarcal y delegado de Cultura de la Generalitat. Según me contó Hilari Brugarolas cuando los milicianos asaltaron la parroquia de Granollers, Albarranch se opuso tajantemente a su quema, por tal motivo fue amenazado y encañonado puesto ante la pared. La iglesia se destruyó pudiéndose salvar una parte de la torre-campanario; meses más tarde pintó Destrucción de la parroquia, la única pintura realmente triste que salió de su mano. Este mismo verano de 1937 marchó a Elche con su mujer Isabel y su hija Maribel, los pulmones los tenía muy débiles y necesitaba descansar. Salió sin ningún bien personal, incluso el coche lo dejó en Granollers. En Elche residió en la casa paterna. Pintó con frecuencia el huerto familiar donde están su mujer, su hija, su madre y su sobrinita Vicenta, en un ambiente doméstico de tranquilidad y paz hogareña, un legado irrepetible. Nuevos alumnos se acercaron al pintor, como José Cañizares Botella, Jerónimo Martínez y Dolores Sánchez. Y precisamente en esta última etapa de su vida, con toda la situación política tan adversa, realiza una pintura de sutiles cromatismos destacando sobremanera un color fuerte y atrevido radiante de intensidad; la pincelada, sabiamente empastada, se transforma en luz dorada para los troncos de palmeras o en amarillo naranja para la tierra. Pocas noticias artísticas tenemos del Elche de esta época; en un concurso de dibujo en 1938 formó parte del jurado junto a Francisco Rodríguez Sánchez Clement, y en el mes de junio se inauguraron las Escuelas Pablo Iglesias fundadas por la Agrupación Socialista Obrera de Elche, Albarranch fue recibido con afectuosas palabras. Para finales de año se celebró una nueva Competición de Otoño en Barcelona, organizada por la Dirección General de Bellas Artes en el Casal de la Cultura de la Plaza de Cataluña; llevó un pequeño paisaje Nota (Granollers) de poca entidad para la categoría de esta clase de concursos. Esa participación tan pobre parecía presagiar la compleja situación en la que se iba a ver envuelto, principio y fin de toda una absurda paradoja. Efectivamente, según documentación, hay una orden de detención contra el pintor por desafecto al Gobierno Republicano, probablemente por su traslado a Elche, pero no fue detenido al refutarse la “Orden” (Diligencias Previas, nº 168, Capitanía General de la 4ª Región Militar, Barcelona); la gran paradoja es que, en el verano de 1939, acusado desde el Gobierno Franquista, ingresó en la cárcel de Alicante. Y aunque no está claro, todo apunta a que una acusación personal procedente de Granollers fue el motivo de su encarcelamiento; pudo pesar su participación, como delegado de la Generalitat catalana, en el requisamiento de obras de arte, pero que definitivamente está comprobado que él, y otros más, lo utilizó para la colección del Museo y además protegió incluso con su propia vida su protección. Curiosamente en el Dossier de la prisión de Alicante no aparece el motivo de su detención. Indudablemente nada tenía que ver Albarranch con robos y fechorías, su generosidad de siempre había sido notoriamente pública; no se comprende este encarnizamiento en un hombre bueno y enfermo. El 5 de julio fue ingresado en el Reformatorio de Adultos de Alicante. Otros pintores habían sido detenidos: Emilio Varela, Gastón Castelló, González Santana y Melchor Aracil, si bien todos ellos salieron posteriormente. Los pulmones los tenía delicados por eso fue trasladado varias veces al hospital de José Antonio. El pintor alicantino González Santana dibujó a Vicente Albarranch sentado en su catre, apoyando el brazo en una maleta y en otro está tumbado muy desmejorado. Su mujer Isabel hizo cuanto pudo para esclarecer los hechos pero el miedo y la impotencia no obraban a favor, por tanto no pudo recabar mucha ayuda. El pintor Gastón Castelló, que lo recordaba muy bien, me relató que estaba enfermo pero ilusionado porque podría salir; la familia no podía creer que hubiera cargos contra él, como efectivamente no los había, sin embargo fueron a registrar a casa de los padres. Naturalmente no encontraron nada. Gravemente enfermo, muere el 16 de agosto. Dos meses antes había recibido una fotografía dedicada (colección Ayuntamiento de Elche), en la que están su mujer, su hija y su sobrinita Vicenta: ”A los 11 meses de nuestra separación te dedican este pequeño recuerdo, junio 3 - 1940, Maribel - Isabel”. No puedo evitar establecer un paralelismo de sinsabores políticos entre Vicente Albarranch y Aureliano Ibarra, ambos de temperamento sincero y preocupación social; y luego la tradición que nos dice que estando presos, quisieron ver a su querido Elche desde lejos, Aureliano lo cuenta en su Diario de prisión, y de Albarranch lo cuentan sus compañeros: deseaba ver los fuegos de la Nit de l´Albà, (entre Elche y Alicante hay aproximadamente veinte kilómetros). Uno de los párrafos de la presentación del catálogo de la exposición de l´ Orfeó de 1936 describía así su pintura, “L´art de l´Albarranch, surt de la naturalesa i canta no més que la naturalesa”. Su pintura se caracteriza por una pincelada empastada de vivo cromatismo, aplicando los colores básicos, rojos y azules en pinceladas sueltas, y amarillos naranja que le permiten dar una luminosidad intensa. Con esta expresividad tonal supo captar la fecundidad y la fuerza de la naturaleza. En algunas pinturas depuró tanto la variante del amarillo que el paisaje se convierte casi en una abstracción; “formidable colorista” es el elogio que le había dedicado su amigo el pintor Francesc Serra en 1930. Se dedicó siempre al paisaje de tierra adentro, de suaves colinas, un paisaje mediterráneo; algo hizo sobre la costa marítima, retratos y caricaturas, y otro tipo de composición, pero, fundamentalmente fue paisajista. El dibujo a lápiz lo cultivó siempre, llevaba un pequeño cuaderno donde hacía apuntes de paisajes y casas, asimismo como se dijo al principio hizo caricaturas, ilustraciones con figuras femeninas y los retratos de su mujer y su hija; hay que resaltar que su trabajo más antiguo es justamente un dibujo cuando tenía trece años, cuyo tema irónico sorprende: un joven dando una patada al balón arranca la cabeza de otro joven que está sentado. De la exposición en l´Orfeó en 1936 destacaré, por interesante y curiosa, la noticia de un periódico de Barcelona que señalaba que el artista presentaba además unas pequeñas esculturas en barro (El Diluvio, 16 febrero 1936). Dato que no se ha podido comprobar pues no se menciona esta actividad ni en el catálogo ni en la prensa granollerí. Pero en su estudio habían figuritas de barro. Hizo una Falla que construyó hacia 1935 y se instaló en la Plaza de Pau Casals. Y luego mencionar la talla en madera del santo Pascual en 1939 por encargo de las monjas de la Caridad de Elche, fue un encargo muy especial el de estas monjas del Asilo, pues la imagen, venerada en una capilla de la iglesia, había sido destruida. Cuando el pintor finalizó la talla, la parroquia de San José se opuso a que se venerara esta imagen hecha por un rojo, así que se decidió hacer otro santo. Previamente había hecho un dibujo de la figura iconográfica del santo, interesante la expresividad de los ojos con trazos de lápiz negro.
OBRA
Isabel Planxart, hacia 1927, óleo / cartón, 39 x 30. Firmado. Excelentísima Diputación de Alicante.
Retrato de su mujer Isabel Planxart representada de perfil en colores claros y muy suaves, el fondo neutro en ocres. Isabel va muy sencilla tanto en el peinado, pelo muy corto con raya al lado, como en el vestido. Al dorso hay abocetado un paisaje con torre. Pertenecía al legado de la viuda, fue comprada en 1985 por la Diputación de Alicante.
Santa Pola, hacia 1930, óleo / cartón, 12 x 18. Firmado. Excelentísimo Ayuntamiento de Elche.
Pintura excepcional en su trabajo por el protagonismo que adquiere una escena de acción; se explica por ser un recuerdo de su estancia en Larache cumpliendo el servicio militar. Pincelada construida, muy empastada, de trazo largo y colores básicos. Hizo otras pinturas en las que representó grupos de gentes en un contexto urbano: Carrer Corró, Feria en Granollers y Diumenge de Rams a Granollers. Durante estos años el ejército español libraba una dura batalla en Marruecos. Así expresaba Albarranch sus impresiones de aquellos acontecimientos: “La trompeta ha lanzado la horrible voz de guerra, el fragor del combate estremece cielo y tierra, suena satánico el clarín, y entre ronco rugir del cañón se vislumbra a la luz de la muerte agitarse el sagrado pendón”, (La Gralla, Granollers, 21 agosto 1921). Pertenecía al legado de la viuda, fue comprada en 1986.
Entre palmeras, 1934, óleo / lienzo, 66 x 58. Firmado. Excelentísimo Ayuntamiento de Elche.
Notable pintura de tonalidades claras y diáfano cromatismo. Albarranch aplica la técnica impresionista sin olvidar la construcción de la forma. Este paisaje se utilizó para el cartel y la portada del catálogo de su exposición antológica de 1987, muestra que dio a conocer en Elche la mayor parte de su obra conocida. Pertenecía al legado de la viuda, fue comprada por el Ayuntamiento en 1986.
Invierno en Granollers, 1934, óleo / lienzo, 76 x 71. Firmado. Detrás escrito a lápiz: “Invierno en Granollers / V. Albarranch / 1934”. Colección Joan Bruno Rodríguez, Alicante.
Árboles de troncos alargados con las hojas secas ocupan el primer plano, detrás la inmensidad casi gris del cielo; es un día frío de invierno. Pintura de expresión melancólica que no abunda en su producción, siempre dispuesto a ofrecer las tonalidades vitales de la naturaleza. Pertenecía al legado de la viuda, comprado en 1988.
Costura familiar, la muñeca, 1938, óleo / cartón, 26 x 35. Firmado. Al dorso, la fecha. Excelentísima Diputación de Alicante.
Como hiciera en sus primera pinturas, vuelve a utilizar el cartón para estas pequeñas escenas familiares. Representa a su madre, su esposa y su hija Maribel haciendo punto, mientras su sobrina Vicenta Albarranch juega con una muñeca. Pertenecía al legado de la viuda, fue comprado por la Diputación de Alicante en 1984 y cedido en depósito al Ayuntamiento de Elche posteriormente.
Illici, 1938, óleo / lienzo, 80 x 120. Firmado. Al dorso: “Ylice / Elche / V. Albarranch”. Colección particular, Elche.
Las últimas pinturas las dedica al campo y a los huertos de palmeras; es un paisajista nato y sigue reflejando el caudal fecundo de la naturaleza. Aquí une en una amplia perspectiva la ciudad rodeada de palmeras con el río Vinalopó, es un tema que se hizo popular entre los pintores del último tercio del siglo XIX. La contemplación cotidiana de los huertos, del declive del cauce, de los verdes matorrales junto a la piedra soleada, fue imagen que retuvo durante toda su vida; cincuenta años después el sencillo puente que une los barrios del Plà y del Raval, lleva su nombre.
FUENTE: Vicenta Pastor Ibañez (2000). De la tradición a la modernidad. Los orígenes de la pintura moderna en Elche. Universidad de Alicante, Alicante.
Nota de Miguel Ors: Pasó la guerra en Elche. Fue entrevistado por Elche Rojo y manifestó su preocupación por la situación del yacimiento de La Alcudia. Es posible por tanto que militara en el Partido Comunista. Sufrió cárcel en la posguerra y murió por tuberculosis en el Reformatorio de Adultos de Alicante en agosto de 1940.
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