Nacida en Elche, el 23 de enero de 1928, Esperanza Agulló Zafra vivió de primera mano la Guerra Civil Española.
Al comienzo de esta, su padre fue llamado a filas y a sus nueve años de edad se vio obligada a dejar la escuela y hacerse cargo de sus cuatro hermanos pequeños, mientras su madre trabajaba. Durante este periodo, y gracias a la influencia de un familiar suyo en el Partido Comunista consiguió esquivar el exilio y no formar parte de los llamados Niños de Rusia, pudiendo así permanecer junto a su familia.
Una de las tantas ocasiones en las que tuvo que huir debido a la amenaza de bombas, se encontró con la puerta del refugio cerrada; y, llevando a sus hermanos en brazos y cogidos a sus faldas, la desesperación y el miedo hicieron que, sin soltar a ninguno de sus hermanos, abriera la puerta de un único cabezazo.
A sus once años dejó atrás la Guerra Civil con su padre como desaparecido en esta. Durante esta etapa, uno de los tantos empleos que tuvo para poder mantener a su familia, fue como parte del servicio de los dueños de la fábrica de harinas Andrés Serrano, de la que se llevaba pequeñas onzas de chocolate y trocitos de pan que enrollaba en servilletas y daba a su hermano a través de la ventana para que este pudiera comer algo mientras pasaba todo el día vendiendo periódicos por las calles de Elche.
Durante la postguerra pasó hambre como la mayoría de la población española, y se veía obligada a elegir si merendaba o cenaba, ya que no podía hacer ambas comidas: “O sacristà o herbero”, le decía su madre. Esta comida siempre estaba compuesta por lo mismo: pan con “sobrasada de guerra”. Mientras tanto, veía diariamente a su patrona lavarse los pies con litros de colonia. Una situación muy diferente a la que vivía en su propio hogar.
A los trece años conoció a Restituto Asencio, con quién se casó cinco años después, para evitar que este fuera llamado a filas. 10 meses más tarde nacía su primera hija, Finita. A esta, le siguieron otros cuatro. Entre ellos, su penúltimo hijo, que fue asesinado por el médico que atendió el parto bajo los efectos de las drogas.
28 años después, teniendo ella 39, sobrevivió a su primera hija y se hizo cargo de tres de sus cuatro nietos. En ese momento, y trabajando ella como reveteadora de calzado, tenía a su cargo a cinco niños, con edades comprendidas entre los 13 años y los 16 meses.
Era conocida por todos en su barrio por su generosidad y abría las puertas de su casa a cualquiera que lo necesitara, pero protegiendo siempre con fiereza a su familia. “Te dejo que entres a mi huerto, pero no que toques mis naranjos”; solía decir, haciendo referencia a esto.
Junto a su marido y gracias al duro trabajo de ambos, no tuvieron dificultades económicas muy notables, y pese a tampoco poseer mucho dinero, el primer televisor en entrar a la calle fue el suyo, frente al que se sentaban todos los niños del vecindario durante las tardes.
A los 59 años, habiendo criado a siete niños, sobrevivido a una guerra y postguerra, trabajado desde la más tierna edad hasta sus últimas semanas de vida y siendo apreciada por todo el que la conocía, falleció de cáncer el 6 de diciembre de 1987.
Mi nombre es Nadia y soy la bisnieta de la biografiada. Esta biografia fue una de las expuestas en el IES Cayetano Sempere en su XXV aniversario. A las alumnas participantes (y a las que ctuvimos el placer de ver nuestros textos expuestos) se nos aseguró que estas biografias formarian parte de la Memoria digital de Elche. Tras no encontrar la biografia de mi bisabuela, he decidido enviarla yo misma con el mismo objetivo que tenia cuando la escribí: contar "la otra" historia de Elche. La de las mujeres obreras. Espero que esto ayude a reconstruir la memoria histórica... la historia de aquellas a las que nunca les preguntaron. Mis fuentes han sido fotografías, relatos de sus (y mis, por supuesto) familiares y cartas.